A extramuros de la ciudad, pero muy cerca de sus famosas murallas, se levanta la Basílica de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta.
Durante las sangrientas persecuciones de Diocleciano sufrieron martirios los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta. Sus cuerpos fueron depositados en el hueco de una roca. El mismo lugar donde más tarde se edificó la basílica.
Hacia 1130 se comenzó a construir el templo, que recibiría su impulso definitivo gracias a la voluntad de Alfonso X y Sancho IV, lo que permitió finalizarla a principios del siglo XIV.
Se trata de una iglesia románica, construida con piedra caleña, una arenisca anaranjada. Además es el segundo templo más grande e importante de la ciudad tras la Catedral del Salvador. La autoría del edificio, de cruz latina y tres naves, se atribuye al arquitecto francés Giral Fruchal.
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