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martes, 1 de mayo de 2018

WICKER MAN. EL CULTO SINIESTRO.



En Sumerslie, una isla remota, paraje evocador lejos de todos lados, vive una comunidad anclada en el pasado, una sociedad en la que podemos entrever una organización matriarcal. Un enclave que escapó a Grecia y a Roma, y a los monoteísmos castradores, un paraíso natural cuyos habitantes adoran a los dioses paganos. Como en los pueblos de las novelas de Stephen King atrapan al visitante, todo resulta tan acogedor y familiar como perturbador, desde las flores hasta los escaparates de las tiendas. Hasta aquí llega un confiado agente de a ley para encontrarse con una forma de vida y unas creencias totalmente diferentes a la Europa Occidental civilizada.

Cementerios desacralizados, iglesias en ruinas y ausencia de sacerdotes, un poco de sexo, un mucho de lujuria, se fornica como si de un ritual se tratase, aquí los antiguos dioses no han muerto. Los habitantes de Summeslie practican rituales paganos, más intensos (y llenos de significado) que las soporíferas liturgias eclesiásticas, al son de una música delirante y embriagadora. Entre los parroquianos se entremezclan dos estrellas vampíricas de la Hammer, la bella Ingrid Pitt y el eterno Cristopher Lee.


Danzas de Mayo, culto a la naturaleza y al eterno retorno. Un tronco de árbol desramado y deshojado, símbolo inequívoco del falo inseminador, es el eje del mundo, representa la fuerza reproductora de la naturaleza, y por este motivo es venerado por muchas religiones. Los niños bailan y cantan a su alrededor en un típica festividad estival en las regiones boreales del continente europeo. Los danzantes aceptan su misión en esta vida, esparcir su semilla para procrear, y después alimentar a la tierra con su cuerpo.



En el bosque creció un árbol
y era un buen árbol
Ese árbol tenía un brazo
y de ese brazo salió una rama
y en esa rama había un nido
y en ese nido había un huevo.
Y en ese huevo había un ave
Y de esa ave una pluma salió.
Y de esa pluma salió una cama

Y sobre esa cama había una joven
Y sobre esa joven había un hombre
Y de ese hombre salió una semilla
Y de esa semilla salió un niño
Y de ese niño salió un hombre
Y para ese hombre había una tumba
Y de esa tumba creció un árbol”.

Amar la naturaleza y temerla, cuidarla, mimarla y en caso necesario, apaciguarla. reverenciar la vida, la música y la armonía, los ciclos vitales, de polvo somos y al polvo volveremos.


Olvidados rituales alrededor de un Cromlech precéltico, erotismo, sensualidad y naturismo en medio de la Naturaleza. Niñas jóvenes y virginales, inocencia y lascivia, celebran un extraño rito sentadas desnudas sobre la fresca hierba. La suma sacerdotisa, de blanco puro y virginal, lleva prendido al cuello un enorme collar en forma de sol.

Al son de la música, las chicas, preparadas para a recibir la semilla, acompasan los movimientos rítmicos de brazos y caderas mientras entonan una canción, y de esta manera aceptan su condición de receptáculo contenedor del ser que ha de nacer. Ellas son el auténtico cáliz, el Santo Grial dador de vida.


Lleva la llama a tu interior,
arde y arde al descender.
Enciende la semilla, alimenta
el fuego y haz al niño crecer.

Lleva la llama a tu interior,
arde y arde adrede.
Enciende la semilla, alimenta
el fuego y haz que el niño se quede.

Lleva la llama a tu interior,
arde y arde con suerte.
Enciende la semilla, alimenta
el fuego y al niño haz fuerte.

Lleva la llama a tu interior,
arde y arde si parar.
Enciende la semilla, alimenta
el fuego y al niño haz llorar.

Lleva la llama a tu interior,
arde y arde sin cesar.
Enciende la semilla, alimenta
el fuego y al niño haz reinar.

Completan el ritual, saltando sobre las llamas de una hoguera; las niñas esperan a que el dios del fuego las haga fértiles. Como ya dijo un filósofo presocrático, y también precristiano, llamado Heráclito, “el fuego es el origen de todas las cosas”.


Ancestrales fiestas de fertilidad que se celebraban en la Vieja Europa durante la primavera para obtener una buena cosecha en otoño. En un contexto sacralizado no pueden faltar algunos actores: una extraña criatura mitad hombre, mitad caballo que galopa encabezando la procesión y embistiendo a las chicas, el siniestro provocador una parte de hombre, otra parte de mujer que encarna el Sumo Sacerdote de la comunidad y el tonto, que es elegido rey por un día. Seis espadachines caminan detrás de estas figuras, y en el apogeo de la ceremonia enlazan sus espadas simbolizando el Sol. El frenético ritual culmina con una procesión y un sacrificio, con el que los participantes esperaban complacer la diosa de los campos Bellanau y al dios del Sol, Nuada.


Todo el pueblo en estado febril se cubre el rostro con máscaras de animales, una forma de totemismo que ha sobrevivido al paso de los siglos, procesiona por el camino sagrado al son de la música, culto a un dios salvaje que tiene su momento culminante en el sacrificio humano: el Hombre de Mimbre.




jueves, 10 de octubre de 2013

LA MUJER EN LA PREHISTORIA.



La Prehistoria es la etapa de mayor duración en la historia de la Humanidad y su característica principal es la ausencia total de documentos escritos.

Para comenzar es necesario desterrar de nuestra mente la típica imagen de la mujer prehistórica recolectando y cuidando de los niños, mientras los hombres, más fuertes y valientes, se dedican a la caza y a la guerra.

PALEOLÍTICO.
El Paleolítico se inicia con la aparición del ser humano en el planeta y concluye con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería. Durante milenios los seres humanos vagaron por el planeta en busca de recursos, que obtenían directamente de la naturaleza, mediante la caza, la pesca y la recolección, por eso decimos que su forma de vida era nómada y depredadora.

Las formas más simples de organización humana son la banda y la tribu, y en ellas las diferencias vienen marcadas por la edad y el sexo, es decir, no existen las clases sociales.

Importancia decisiva de la mujer. Durante los durísimos siglos paleolíticos la actividad de la mujer fue fundamental e imprescindible para la supervivencia de la sociedad humana. Tres son los argumentos que vamos a exponer para defender nuestra hipótesis.

Femineidad. Lógicamente su principal función biológica es la de traer nuevos seres humanos al mundo, pero por otro lado, debido a esta importancia, jugaron un papel decisivo en las relaciones (pacíficas o violentas) entre las distintas tribus; intercambios de esposas, raptos.....

Recolectoras. Mucho se ha sobredimensionado el papel de la caza como recurso fundamental para la obtención de alimentos. Sin dejar a un lado la importancia de grasas y proteínas, también es cierto, que la mayor parte del alimento era proporcionado por la recolección de frutos, bayas, raíces, pequeños invertebrados, moluscos . . . y en esta actividad la mujer cumplió, y sigue cumpliendo en algunas zonas del mundo, un papel fundamental. En época de embarazo o de lactancia, la mujer no podía desplazarse lejos del campamento para cazar, por tanto, en esos momentos su actividad principal fue la recolección.

“Entre los actuales bosquimanos del África austral, cuya cultura se asemeja a la neolítica, la recolección practicada por las mujeres cubre, al parecer, el 70% de las necesidades alimentarias del grupo, mientras que la caza, actividad masculina por excelencia, asegura el 30% restante” (Historia de la Familia, vol. I, Alianza - adaptación)

Cazadora. A pesar de lo apuntado en el apartado anterior, no debemos olvidar la importancia de la caza en su doble función: por un lado para abastecimiento de materia prima y por otro como actividad que refuerza los vínculos personales entre los miembros de las partidas de caza. 

Y en este punto debemos desterrar otro tópico. En efecto, también las mujeres formaban parte de las partidas de caza durante la prehistoria. La prueba:  En Saint Germain la Riviere – cerca de Burdeos – una mujer fue enterrada acompañada de un ajuar funerario compuesto de puñales, cuernas de ciervo y variados útiles de sílex (hojas y láminas).  El rico ajuar con el que fue enterrada, es representativo de la importante posición social que esta mujer ostentó durante toda su vida, y su más que probable participación en actividades cinegéticas.


Lucy. El fósil humano más famoso es una mujer. En 1974 fue descubierto un esqueleto completo de una hembra de Australopithecus, que ya era capaz de caminar erguida y que vivió hace aproximdamente unos tres millones de años en lo que hoy es Etiopía. Por aquellos años estaba de moda una canción de The Beatles que lleva por título “Lucy in the sky with diamonds” y escuchando este tema musical, los descubridores del fósil, decidieron bautizarlo como Lucy.

NEOLÍTICO.
La Revolución Neolítica es uno de los momentos más trascendentales de la historia de la Humanidad; se produce la domesticación de plantas y animales, nacen la agricultura y la ganadería, aparecen los primeros poblados permanentes y comienza a producirse un proceso de diferenciación social (grupos sociales con distintas características). En el paso de una sociedad nómada y depredadora a otra sedentaria y productora, el papel de la mujer volvió a ser fundamental.


¿Primeras agricultoras? No son pocos los antropólogos, arqueólogos y prehistoriadores que defienden la siguiente hipótesis; la agricultura fue inventada por las mujeres. La mujer era recolectora, por tanto, su conocimiento sobre vegetación y botánica debió ser superior al de los hombres, y estarían más capacitadas para controlar los ciclos de crecimiento de las plantas y con ello su domesticación. Además de la agricultura, algunos historiadores piensan, que las mujeres también introdujeron la cestería, el hilado, el tejido de la lana y posiblemente la cerámica.

Estratificación social y ¿marginación femenina?
El desarrollo de la agricultura liberó a algunas personas de las tareas vinculadas con la consecución de alimento, apareciendo la división del trabajo. La división del trabajo trajo a su vez, las primeras desigualdades sociales. Y en este contexto, algunos historiadores creen que la mujer quedó relegada a realizar sencillas tareas agrícolas, al cuidado de los hijos y quedar anclada al ámbito del hogar. Paradoja: la mujer descubrió la agricultura y fue su primera víctima.

LAS DIOSAS DE LA PREHISTORIA.
Los antropólogos e historiadores de las religiones suelen diferenciar entre dioses de los cazadores y diosas de la agricultura. La caza siempre se ha relacionado con lo masculino y en ese sentido sus dioses también serán hombres; el lobo, el cielo, el rayo . . . mientras que la agricultura se ha vinculado con lo femenino (y a su fertilidad) y sus diosas serán mujeres, fundamentalmente la Madre Tierra en su múltiples advocaciones.



Las Venus Paleolíticas. Durante los oscuros milenios prehistóricos la principal deidad fue la Madre Tierra, representada por unas figurillas en las que destacan sus rasgos femeninos (caderas, pechos y vulvas), que a la vez son símbolos de fertilidad, que denominamos “venus paleolíticas”, en la idea atávica y universal de la mujer como “ser que otorga la vida”.


Pintura esquemática neolítica. En la Cueva de los Letreros, abrigo rocoso enclavado en una de las laderas del Maimón, en la Comarca de los Vélez, existen un precioso ejemplo de pintura esquemática neolítica. En uno de sus paneles, aparece un conjunto de seis triángulos invertidos (en forma de copa, símbolo del útero materno y/o de la vulva) , que ha sido interpretado como grupo de mujeres y se ha puesto en relación con la existencia de un supuesto matriarcado en las sociedades neolíticas preindoeuropeas. En estos símbolos, también se ha querido ver la representación gráfica de un árbol genealógico.
 

martes, 15 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXV)



17 Tocados. Dureza de los iberos
También podría considerarse de índole bárbara el tocado de algunas mujeres que ha descrito Artemidoro: pues dice que en algunos lugares llevan collares de hierro que tienen unos ganchos doblados sobre la cabeza que avanzan mucho por delante de la frente, y que cuando quieren cuelgan el velo en estos ganchos de modo que al ser corrido da sombra al rostro, y que esto lo consideran un adorno. En otros lugares se colocan alrededor un disco redondeado hacia la nuca, que ciñe la cabeza hasta los lóbulos de las orejas y que va poco a poco desplegándose a lo alto y a lo ancho. Otras se rapan tanto la parte delantera del cráneo que brilla más que la frente. Otras mujeres, colocándose sobre la cabeza una columnilla de un pie más o menos de alto, trenzan en torno el cabello y luego lo cubren con un velo negro.

Además de estas insólitas costumbres se han visto y se han contado muchas otras cosas de todos los pueblos de Iberia en general, pero especialmente de los del Norte, relativas no sólo a su valor, sino también a una crueldad y falta de cordura bestiales. Por ejemplo, en la guerra de los cántabros, unas madres mataron a sus hijos antes de ser hechas prisioneras, y un niño, estando encadenados como cautivos sus padres y hermanos, se apoderó, por orden de su padre, de un acero y los mató a todos, y una mujer a sus compañeros de cautiverio lo mismo. Y uno, al ser llamado a presencia de unos soldados borrachos, se arrojó a una hoguera. Estos rasgos son comunes también a las tribus célticas, tracias y escitas, y es común también la valentía de sus hombres y mujeres; pues éstas trabajan la tierra, y cuando dan a luz sirven a sus maridos acostándolos a ellos en vez de acostarse ellas mismas en sus lechos. Frecuentemente incluso dan a luz en las tierras de labor, y lavan al niño y lo envuelven en pañales agachándose junto a un arroyo. En Ligústica, dice Posidonio que le refirió su huésped Carmoleon, una masaliota, que había contratado hombres junto con mujeres para cavar una fosa, y que, al llegarle los dolores, una de las mujeres se apartó no lejos del trabajo y regresó inmediatamente al mismo, después de dar a luz, para no perder su salario. Y él, que la veía realizar las faenas con fatiga sin conocer al principio la causa, lo supo ya tarde y la dejó ir, luego de darle el salario; y ella, llevando al niño a una fuente, lo lavó y lo envolvió en lo que tenía y lo llevó sano y salvo a su casa.

18. Plagas. Matriarcado. Devotio. 
No es exclusivo de los iberos el ir de dos en dos a caballo y que en las batallas uno de ellos lucha a pie, ni tampoco es exclusiva la cantidad de ratas, a las que muchas veces han seguido epidemias. Esto es lo que les sucedió en Cantabria a los romanos, hasta el punto de que los cazadores de ratas percibían unas primas según un baremo hecho público gracias a lo cual consiguieron a duras penas salvarse; les sobrevino junto con esto la escasez de trigo y de otras vituallas, y recibían víveres de Aquitania no sin dificultad por lo accidentado del terreno. De la insensatez de los cántabros se cuenta también lo siguiente: que unos que habían sido hechos prisioneros y clavados en cruces entonaban cantos de victoria. Cosas como ésta podrían, pues, servir como ejemplos de cierta rudeza en las costumbres; pero otras, quizá poco civilizadas, no son sin embargo salvajes, como el hecho de que entre los cántabros los maridos entreguen dotes a sus mujeres, que sean las hijas las que queden como herederas y que los hermanos sean entregados por ellas a sus esposas; porque poseen una especie de ginecocracia, y esto no es del todo civilizado. Es ibérica también la costumbre de llevar encima un veneno, que obtienen de una planta parecida al apio, indoloro, para tenerlo a su disposición en situaciones indeseables, así como el consagrarse a aquellos a quienes se vinculan hasta el punto de morir voluntariamente por ellos.
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