Antes de las grandes
batallas entre las naciones balcánicas y el Imperio Otomano, como Kosovo, (segunda) del Maritza, Nicópolis o Varna, hubo otros
choques, menos célebres, menos decisivos, pero igual de importantes
para el futuro de la región. En 1363 los turcos tomaron Filipopolis
(Plovdiv) y los cristianos se prepararon para el contragolpe. El rey
húngaro Luis I el Grande se puso al frente de este intento de
cruzada, a la que se unieron los serbios, los bosnios y posiblemente
también los valacos. El ejército cruzado marchó hacia Edirne
(Adrianópolis) con inusitada velocidad, pero las debilidades humanas
dieron al traste con la misión. A dos jornadas de camino del
objetivo, las huestes acamparon a orillas del río Maritza y se
entregaron a la bebida y el desenfreno para celebrar el rápido
avance y la más que probable victoria. Entonces, en medio de la
noche, la caballería ligera otomana surgió de la nada, para
lanzarse en un certero ataque y desbaratar a las extramotivadas
tropas cristianas. Los supervivientes las pasaron canutas para huir
por el Maritza, que bajaba crecido aquella jornada, y poner a salvo
sus vidas. Entre ellos el propio monarca húngaro.
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domingo, 13 de diciembre de 2015
PRIMERA BATALLA DEL MARITZA.
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sábado, 5 de diciembre de 2015
PIPPO DE OZORA.
Este hijo de comerciantes
florentinos llegó a Hungría y pronto entró a formar parte del
círculo personal del rey Segismundo. El tiempo hizo surgir una
sincera amistad entre ambos. Pipo de Ozora – Ozorai Pipo – estuvo
al frente de una mina de oro y de los depósitos de sal del reino,
fue tesorero y nombrado ispán. Se casó con Bárbara de la
familia Ozara, y en sus tierras construyó un castillo que formó
parte del cinturón defensivo del sur.
Acompaño a Segismundo de Luxemburgo en algunos de los momentos más recordados de su reinado: la derrota en la batalla de Nicópolis, el Concilio de Constanza que puso fin al Cisma de Occidente y a la ceremonia de fundación de la Orden del Dragón. Fue nombrado gobernador de Szeged, comandó tropas contra todos los enemigos de Hungría, a saber, Venecia, Nápoles, los husitas y el creciente Imperio Otomano, y como pago a todos estos servicios, a su muerte, fue enterrado en la basílica de Szekesfehervar, reservada a los reyes.
Acompaño a Segismundo de Luxemburgo en algunos de los momentos más recordados de su reinado: la derrota en la batalla de Nicópolis, el Concilio de Constanza que puso fin al Cisma de Occidente y a la ceremonia de fundación de la Orden del Dragón. Fue nombrado gobernador de Szeged, comandó tropas contra todos los enemigos de Hungría, a saber, Venecia, Nápoles, los husitas y el creciente Imperio Otomano, y como pago a todos estos servicios, a su muerte, fue enterrado en la basílica de Szekesfehervar, reservada a los reyes.
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martes, 27 de octubre de 2015
BAYACETO I, EL RAYO.
La victoria en la Batalla de Kosovo (1389) fue letal para el sultán otomano, Murad I que murió allí mismo. Con el cadáver aún caliente de su padre, Bayaceto I se proclamó nuevo sultán del Imperio. Bayaceto, apodado el Rayo, fue un triunfante sultán, de trágico final; de los altares de la monarquía a besar el suelo como esclavo.
Bayaceto mató a sus hermanos para acceder al poder, instaurando una nueva tradición, una práctica que fue institucionalizada más tarde por Mehmet II. Una vez en el poder, Bayaceto I protagonizó una victoriaosa carrera militar, afirmando su intención de conquistar el Reino de Hungría, la Península Italiana y abrevar a su montura en el mismísimo altar de San Pedro en Roma. No obstante, su bravuconería no estaba reñida con sus excelentes capacidades para la guerra; completó la conquista de Asia Menor y destrozó a un gran ejército cristiano en la batalla de Nicópolis (1396), dejando prácticamente un pasillo abierto hacia el corazón de los Balcanes y la sensación de que Constantinopla corría más peligro que nunca. Pero quien a hierro mata, a hierro muere.
Obligado a enfrentarse a los mongoles en su frente oriental, que habían aprovechado la presencia de Bayaceto en Europa para arrasar Anatolia, fue derrotado en la Batalla de Angora por Tamerlán. Cuentan que Bayaceto murió encerrado por su captor en una jaula de hierro como una alimaña a la que han arrancado garras y colmillos. También se cuenta que Tamerlán lo utilizaba como apoyo para subir y bajar de su caballo. Y así pasó sus últimos días el victorioso Bayaceto, besando el suelo que pisaba el conquistador mongol.
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lunes, 26 de octubre de 2015
JENÍZAROS, FLOR Y NATA DEL EJÉRCITO OTOMANO.
Consumados arqueros, expertos en el arte de la esgrima, los jenízaros, flor y nata del ejército otomano, guardia pretoriana leal al sultán, formaban en batalla, un sólido frente, prácticamente imposible de romper. Este cuerpo, auténtica élite del ejército turco durante siglos, estuvo considerado una de las mejores infanterías de toda Europa. Un modelo de disciplina táctica para los ejércitos occidentales a partir del siglo XVI.
Desde mediados del siglo XIV los turcos se fueron convirtiendo en una potencia de primer orden en Europa Centro Oriental. En un principio en sus ejércitos la élite social luchaba a caballo, pero esto planteaba algunos problemas, como cuando debían iniciar un asedio, combatir contra las recias armaduras de los caballeros europeos o maniobrar en terrenos complicados. Por otro lado, es probable que los turcos quedaran impresionados con la efectividad de los famosos almogávares, a los que vieron combatir en el Oriente Mediterráneo. Fuera como fuese, el caso es que en 1330 Orhán I creó el cuerpo de los jenízaros – yeni ceri o soldados nuevos – a partir de mil prisioneros cristianos a los que se les dio a elegir; ser vendidos como esclavos o convertirse al Islam y luchar por el sultán. A partir de 1362 estos jenízaros comenzaron a ser reclutados mediante un sistema de leva forzosa; devshirme
Concebidos como un ejército antifeudal, para contrarrestar el creciente poder de la aristocracia de rancio abolengo, los jenízaros combatían a pie. Se protegían con una armadura de láminas (más ligera que la europea) y eran expertos arqueros, capaces, tras un duro entrenamiento, de lanzar entre 20 y 25 flechas por minuto. Para la lucha cuerpo a cuerpo utilizaban el sable curvo, la lanza y el hacha. Tenían un modo de luchar defensivo, y según la índole de la posición, cavaban trincheras, elevaban trincheras o sembraban el campo de estacas (como en la batalla de Nicópolis 1396). En las batallas campales mantenían la posición en el centro, para fortalecer la infantería y cuando la caballería enemiga cargaba, los jenízaros la cubrían con una interminable lluvia de flechas (en el momento preciso la caballería turca lanzaba el contragolpe). En la batalla de Varna (1444) los jenízaros fueron capaces de resistir la carga de la caballería húngara preparando el terreno para la victoria turca.
Otro de sus cometidos era lanzar el asalto definitivo a las ciudades asediadas, como en la conquista de Constantinopla.
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