martes, 4 de febrero de 2020

EGIPTO, ESTADO MILENARIO Y PAÍS DE CONTRASTES.




Cinco milenios de historia en los que es posible intuir cierta continuidad, una civilización que se desarrolló parcialmente aislada de los cercanos mundos Mediterráneo y del Próximo Oriente. Nos sentamos a estudiar su historia y somos capaces de enlazar mentalmente a Narmer con Mubarak. Pero eso no es más que un espejismo. De Ramsés II a Alejandro Magno, y de Saladino a Nasser. De la edad de oro faraónica y la decadente presencia griega, del Egipto musulmán al Estado Moderno del siglo XX, sin olvidar al Egipto Copto, al cristiano, que hunde sus raíces en una vieja tradición bíblica, el viaje a la Sagrada Familia a orillas del Nilo en busca de refugio. A pesar de los cambios, los avatares de la historia y el paso del tiempo, captamos la pervivencia del alma egipcia, que a través del curso del río Nilo vincula el lejano pasado con la actualidad.



El Nilo fluye desde el Sur hasta el Norte, atravesando todo el país, Hapi, personificación del río está presente en el paisaje egipcio. Aunque el país es extenso, más de un millón de kilómetros cuadrados, únicamente un pequeño porcentaje es habitable, una estrecha franja de tierra que corre paralela a ambas orillas del río. Aquí surge un auténtico vergel, un poco más allá se abre el árido desierto. Los antepasados de los egipcios que moran a orillas de río, son los mismos que hace cinco mil años levantaron las pirámides de la Meseta de Gizéh, símbolo eterno de la civilización faraónica. Ayer, como hoy, las aguas del río fertilizan las conocidas Tierras Negras, y procuran alimento a sus habitantes. Después de Alejandro Magno el país se helenizó, y más tarde se hizo cristiano, llegaron los musulmanes y la Media Luna comenzó a brillar sobre las arenas del desierto. Pasaron los mamelucos, los franceses de Napoleón y los ingenieros británicos. Después de las Guerras Mundiales, de la mano de Gamal Abdel Nassar, el panarabismo y el socialismo árabe, nace el Estado Moderno. Los gobiernos cambian, las religiones y creencias sustituyen unas a otras (cuando no comparten espacio), los lanchas compiten con las falucas y las ciudades se llena de automóviles, pero el ritmo del Nilo sigue inalterable. Abandonamos El Cairo o Alejandría, y descubrimos modestas poblaciones de campesinos que parecen vivir como aquellos antepasados que levantaron los templos y las pirámides, y construyeron los primeros canales para domeñar las aguas del río. Eso sí, no faltan ni teléfonos móviles, ni antenas de televisión en las humildes casas de adobe.



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