domingo, 11 de agosto de 2019

CAMPO DE CRIPTANA.




. . . ves allí, amigo Sancho, donde se descubren treinta, o poco más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla . . .



Quiere una hermosa tradición que aquellos gigantes con los que Don Quijote entabló batalla son los molinos que aún hoy son visibles en el cerro que domina la villa manchega de Campo de Criptana. Estamos en Tierra de Gigantes.



Gustavo Adolfo Bécquer, y tal vez don Miguel de Cervantes si se me permite la mención, son los únicos autores que se atrevieron a explorar un mundo de aventuras y fantasía. Siempre me he preguntado porque España, una tierra prolífica en grandes literatos, jamás alumbrase a un Verne o a un Dumas, un Stevensson, un Walter Scott o un Goethe. La crítica literaria patria siempre trató de defenestrar a todas aquellos autores que se decantaron por la magia, la aventura y la fantasía. Pero aquí en La Mancha ocurren cosas extraordinarias, como que dos rameras analfabetas se convirtieran en damas de la nobleza, o que un ventero simple y ramplón, tenga el honor de armar a un caballero andante.



Carreteras largas, rectas, infinitas, cruzan pueblos y villas, y llegan hasta la Plaza Mayor, a la puerta misma de la Parroquia. Los gigantes de Campo de Criptana, se elevan por encima de la planicie manchega. La literatura, y más tarde el cine, han forjado a lo largo de los siglos la imagen mental que todos tenemos de La Mancha.




Campo de Criptana (con el Toboso, Argamasilla de Alba y Alcázar de San Juan) configuran una ruta de ensueño, a través del País del Quijote. Cualquiera de las cuatro localidades es un buen punto de partida (o de paso) para entrar de lleno en La Mancha, perderse por sus caminos y dejarse atrapar por las letras y el paisaje.



Los molinos de Campo de Criptana ya no muelen nada. Treinta o cuarenta hubo en tiempos de Cervantes. “La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o poco más, desaforados gigantes, con quienes hacer batalla . . . “, exclama don Quijote al pasar por aquí. Hoy quedan unos diez. Se los ves en las pardas crestas, indiferentes y blancos, espiando la inmensa llanura sin confines. El viajero sospecha que Cervantes se fijó en ellos debido a su exotismo, pues resulta dudoso que antes de los Austrias se posasen en los pelados cabezos. Hoy el progreso no quiere saber nada de ellos, y si sobreviven es gracias a la literatura, que les ha otorgado el valor de las reliquias sagradas.
Viaje al corazón de España.
Fernando García de Cortázar.





Pósito Real. Es un edificio construido en el siglo XVI, ampliado posteriormente en el XVII. Este Pósito fue la sede de un banco agrícola, administrado por el ayuntamiento, y prestaba grano a los campesinos en épocas de carestía, como un adelanto del año venidero.




La fuente del Moco se ubica en las Escalerillas que suben (y bajan) al Cerro de la Paz.



El conocido como Albaicín de Campo de Criptana forma el núcleo de población original de la villa. Su denominación deriva de su topografia especial, y por que a fines del siglo XVI se asentaron aquí familias moriscas procedentes de Granada. El entramado de callejuelas recuerda lejanamente al más sombrío, fresco y animado Albaicín granaino.



El bachiller Sansón Carrasco, amigo y rival, némesis de Don Quijote, también es recordado aquí.



La ermita de la Virgen de la Paz, ubicada en el cerro, se mimetiza con el resto de edificios del barrio alto. Su exterior muestra los elementos propios de las viviendas que existen a su alrededor; rejería, teja curva árabe y paredes encaladas. Vista desde lejos es difícil identificar al edificio como ermita.





Sobre el otero que domina la llanura sin límite se levanta el Santuario de la Virgen de Criptana, adonde seguramente peregrinó más de dos veces Sara Montiel, no tanto por virgen como por criptanense. La hija más ilustre para el skyline más inmortal e inmortalizado de Castilla: los diez molinos de viento que coronan el espinazo de la sierra, a cuya falda nace el luminoso barrio blanco de Albaicín, y bajando, bajando, se derrama el pueblo entero. Se sopesó conceder a Sara el título oficial de undécimo molino de Criptana, pero se optó finalmente por encerrar su legado en Culebro, nombre del molino que custodia el Museo Sara Montiel.
En el Camino de Don Quijote, 400 años después.
Jorge Bustos. El Mundo.



Un oficio estrechamente vinculado a los campos de la Mancha es el de molinero. La persona que comprende los entresijos de la maquinaria y es capaz de hablar con los vientos. Los hijos de Eolo le dicen como y cuando comenzar la molienda del grano.



Es allí donde el paisaje quedó inmortalmente caracterizado por los molinos de viento. Pero el lector del Quijote que quisiera darse una idea del escenario de uno de sus episodios y buscara aquellos molinos, se llevaría una desilusión. Sólo en el campo de Criptana quedan algunos formando conjunto, aunque ni con mucho se acercan a los “treinta o poco más” que señaló Cervantes. En 1928 estaban en pie cinco, aunque en tan malas condiciones que su funcionamiento era imposible. Azorín, a comienzos de siglo, los vio aún funcionar, y por él se sabe entre la gente letrada que su implantación no data de más allá de 1575, lo cual explica, en parte, la sorpresa de don Quijote al contemplarlos. Productos de la técnica medieval, los molinos de viento alcanzaron nuestro suelo por influencia de los Países Bajos, tan relacionados con España en la época de los Austrias, y son un ejemplo de elemento cultural que por su poca adecuación tiene una vida efímera en comparación con otros.
Julio Caro Baroja.
Los pueblos de España II.



Las viejas casas cuevas, excavadas en la roca, originarias del siglo XVI, pueblan los barrios altos de la villa. Estas casas servían de almacén y también de refugio al molinero.



Los molinitos de Criptana andan y andan.
Azorín. La Ruta de Don Quijote.



Según el catastro del Marqués de la Ensenada, en 1752 hubo censados un total de 34 molinos de viento. Esta era la población que más molinos reunía.



Infanto, Burleta y Sardinero son los tres molinos originales del siglo XVI que aún se conservan en esta localidad. Con la estructura y mecanismo de la época y en los que se escenifican moliendas tradicionales de la misma forma que se hacían antaño. Además de los originales se conservan otros diez molinos restaurados y tres en ruinas. En uno de ellos se ha instalado una oficina de atención al turista y otro es la sede de un pequeño museo dedicado a Sara Montiel. Un molesto bar de moda ha invadido la zona donde se ubican estos famosos molinos. La primavera, el sol del Domingo de Ramos y un ambiente excesivamente festivo. La muchedumbre mata el espíritu quijotesco de este bonito rincón de la geografía española.



Siguiendo los pasos de don Alonso Quijano y su leal amigo y escudero, Sancho Panza, encontré la belleza hecha mujer, una sex symbol en una época que estaban prohibidas, la inigualable Sara Montiel. Por mi edad tan solo puede conocer su decrepitud, pero hemerotecas y filmotecas están ahí para algo. De estas tierras salen, han salido y seguirán saliendo personalidades arrolladoras, sin complejos y seguras de su forma de ser y de actuar. Como muestra tres botones, Pedro Almodovar, José Luis Cuerda y Sarísima.



Calles empinadas, casas encaladas y ornamentadas con una llamativa franja azul, abandonan con cierta brusquedad la plaza Mayor y se encaraman en la montaña, buscando la zona más alta, la cumbre dominada por los gigantes. La Sierra de los Molinos y el sugerente barrio del Albaicín conforman el núcleo literario de esta singular localidad manchega.




En el cerro te esperan los gigantes de cuatro aspas, que parecen dibujar una Rosa de los Vientos sobre el inmaculado cielo de la Mancha. El blanco y el azul son los colores identitarios de este pueblo que comienza a existir de abajo hacia arriba. Los mozos y las mozas debían acarrear el grano desde los campos de cultivo a la base de los molinos. La faena más dura corresponde al molinero. Cuanto ha evolucionado la técnica desde aquellos molinos de mano que aparecieron durante el Neolítico hasta estos Titanes de la Molienda. En ese momento el ser humano se desligó definitivamente del resto del Reino Animal. Fuimos capaces de elaborar nuestro propio alimento. De Ceres, cereal y cerveza. Prometeo nos regaló el fuego, y pudimos convertir la harina en pan. La espiga resiste, se dobla pero no se quiebra, adapta su cuerpo a las exigencias del viento. Doce vientos, dicen, soplan en Criptana.



Y hay quien dice, con razón o si ella, que el ilustre don Miguel de Cervantes se inspiró en los molinos de Criptana . . . y lo que parecían molinos de viento resultaron ser gigantes . . .



. . . los gigantes de Campo de Criptana, por mas que el bueno de Sancho se empeñase en ver molinos. . .



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