En
el Corazón del Tirol, Innsbruck lleva más de mil años, siendo la
ciudad más importante de la región. Los documentos escritos más
antiguos referidos a Innsbruck datan de 1187 y la ciudad aparece con
el nombre de Insprucke, que deriva del río Inn que atraviesa la
localidad alpina.
Innsbruck
creció al amparo del río Inn, pues era el punto más importante
para vadearlo, y durante la Plena Edad Media ya era famosa por el
puente que cruzaba el río. La ruta que pasaba por la ciudad era la
principal forma de comunicaciones entre el Norte y el Sur, entre
Baviera e Italia, y el camino más sencillo para atravesar los Alpes.
Gracias a su excelente ubicación (y a su puente) se convirtió en un
lugar de paso habitual para comerciantes y viajeros, lo que trajo
consigo desarrollo y prosperidad a la pequeña ciudad.
En
el siglo XIII la familia Habsburgo llegó al poder en Austria y
algunos de sus soberanos, seguramente enamorados del entorno idílico
donde se alza Innsbruck, la escogieron como una de sus predilectas y
se encargaron de engrandecerla y embellecerla. Esa impronta imperial
y barroca otorga a Innsbruck toda su esencia arquitectónica, que
invita al visitante a perderse por sus calles y sumergirse en siglos
de historia.
En
la niñez, el Tirol se nos presentaba como una mágica tierra
montañosa donde acontecían los cuentos y las historias más
variopintas.
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