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lunes, 21 de enero de 2019

MOSAICO DE ORFEO.



El trágico Orfeo, acompañado de su inseparable lira, era capaz de encandilar a los animales con su dulce voz. 


El mosaico, descubierto en la década de los '80 en la ciudad de Mérida, presenta múltiples y variados temas: vendimia, lucha, un cuadro de carácter báquico, caza del ciervo, disputa de los pigemos y las grullas y como motivo central (y principal) la representación de Orfeo, el legendario cantor tracio rodeado de animales.


lunes, 15 de febrero de 2016

RELIEVE DEL LAUREL.



Relieve procedente de Emerita Augusta con representación de un árbol que parece ser un laurel, con pajarillos que intentan revolotear entre sus ramas. Bajo su tronco repta una serpiente. Si fuese de otra época y lugar podríamos pensar en el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y el maligno metamorfoseado en serpiente.  

sábado, 6 de febrero de 2016

ESCULTURA DE SERAPIS.



La escultura del dios Serapis, interpretado como Plutón, señor del inframundo, fue tallada en el siglo I d.C. y adornaba el frente escénico del teatro romano de Emérita Augusta. A Serapis, cuyo culto se extendió por Grecia, Egipto y Roma, se le relacionaba con la salud y se le atribuían curaciones milagrosas.  

martes, 15 de diciembre de 2015

MÉNSULA TAURINA.



El Toro es el animal simbólico del Mediterráneo por excelencia, por tanto no es de extrañar que los ciudadanos de Emerita Augusta decidieran esculpir esta ciclópea ménsula que formaba parte del foro municipal.  


jueves, 13 de agosto de 2015

CABEZA DE SERAPIS.



Divinidad sincrética de origen egipcio, que extendió su poder a otras zonas del Mediteráneo, al tiempo que iba adquiriendo nuevas atribuciones. Esta cabeza, del siglo I d.C., se expone en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.  

viernes, 7 de agosto de 2015

GENIO DE LA COLONIA.



Divinidad tutelar de la colonia Emerita Augusta que estaba situada en el Foro Municipal. Está datada entre finales del siglo I d.C. y comienzos del siglo II d.C.

jueves, 4 de junio de 2015

ANFITEATRO ROMANO DE EMERITA AUGUSTA.



Hace dos mil años rugían los estadios jaleando a sus ídolos. En esos campos de la muerte no había ni balones, ni porterías, ni césped, solo acero, dolor y sangre. No obstante, imagino que el fanatismo y la función pública poco debían diferir de los deportes de masas actuales. Al fin y al cabo, fueron los romanos los que inventaron aquello de Pan y Circo.

La construcción del coliseo emeritense se planificó de manera conjunta al teatro, iniciándose las obras pocos años después. A partir de unas inscripciones halladas en su interior, sabemos que el edificio se inauguró en el año 8 a.C. Emérita Augusta comenzaba a ser una gran ciudad, aunque en estos momentos ya era la capital administrativa de la provincia Lusitania, antigua patria del famoso bandolero Viriato.


En la arena del anfiteatro, al igual que sucede en la actualidad en las Plazas de Toros, se celebraban combates a muerte; juegos de gladiadores o combates entre hombres (normalmente vencedores) y animales, conocidos como venetiones. Sin lugar a dudas, pasaban por ser los espectáculos preferidos por el público.


Con el triunfo del Cristianismo, el anfiteatro fue abandonado, y parte de la estructura arquitectónica fue quedando oculta bajo tierra, mientras que las zonas que no fueron sepultadas, se utilizaron como cantera para realizar otras obras.

Durante mucho tiempo el edificio se denominaba Naumaquia, en la suposición que en el recinto se celebraban batallas navales (naumaquias), pero las campañas arqueológicas iniciadas en la década de los '20 del siglo XX, subsanaron el error.




El anfiteatro estuvo rodeado por una calle que se adaptaba a la forma curva del edificio, en uno de cuyos laterales se levantaba una acera porticada.


Los albañiles romanos utilizaron opus caementicium (hormigón) a base de cal, cantos y arena del río, para construir el núcleo sólido del anfiteatro. Poco podían imaginar esos esforzados trabajadores que dos milenios después su obra permanecerían en pie, siendo además, admirada por la gente del futuro.



El graderío - cavea - se construyó en parte sobre la misma colina que el teatro. El acceso a esta zona se podía realizar a través de alguna de las dieciséis puertas abiertas a lo largo del perímetro de la fachada. La más importante se situaba en el extremo del eje occidental. El graderío se divide en tres sectores, ima, media y summa cavea, inferior, media y superior.

En los extremos del eje menor del edificio, sobre las mismas gradas, se construyeron dos tribunas, lo que vienen a ser palcos de honor, enfrentados, una reservada a las autoridades y la otra para la persona que financiaba el espectáculo.



La Tribuna de Editores, era el lugar que ocupaba el magistrado o particular que sufragaba los gastos del espectáculo. La inscripción en latín y grabada en el dintel de granito hace referencia a la conmemoración de la construcción del teatro.

Algunos restos hacen suponer la existencia de otros dos palcos de honor situados sobre cada una de las dos puertas de acceso a la arena, que se abren en ambos extremos del eje mayor.




A través de este pasillo, mediante escaleras, se accedía a las gradas media y superior. El uso del ladrillo facilitó su forma abocinada hacia el interior.

Este anfiteatro se construyó bajo el mandato de Augusto, que asignó las gradas más altas (el gallinero) a los esclavos y los pobres, el escalón más bajo de una opulenta y decadente sociedad romana. A diferencia del teatro, aquí, en el anfiteatro, damas y caballeros podían sentarse juntos para disfrutar del espectáculo.

La arena, que tiene forma de elipse (64'5 metros en su eje mayor y 41'2 en el eje menor) , era la zona donde se desarrollaba el espectáculo. Un alto y robusto podio, que servía para proteger al público, separa la arena del graderío. Este muro estaba recubierto de mármol y rematado por una cornisa.



En esta zona estaban situadas las pinturas murales referentes a los espectáculos circenses y que se conservan en el Museo Nacional de Arte Romano.



La gran fosa en forma de cruz que se abre en medio de la arena, estaba cubierta por un entarimado de madera, y su interior debía utilizarse para almacenar las jaulas de las fieras y el atrezzo escénico.


A los lados de las galerías que atraviesan las gradas por el eje mayor, se abren dos habitaciones, el lugar donde los gladiadores se preparaban para el combate. De escasa altura, el gladiador debía agacharse antes de saltar a la arena.



Una de estas habitaciones, situada en la galería norte, estaba dedicada al culto de la diosa Némesis. Los gladiadores se encomendaban a este deidad de origen griego de la venganza, pero también de la justicia y la fortuna. Antes de saltar a la arena le dedicaban un oración, "A Némesis para que salga con los mismos pies con los que he entrado".



La inscripción reza lo siguiente: "Dedicado a la invicta diosa Némesis Celeste por Marcus Aurelius Felicius romano que cumplió su promesa de buen grado".



En el anfiteatro de Mérida, a través de una de las grandes puertas monumentales se iniciaba el desfile que inauguraba los juegos, mientras que los gladiadores triunfadores, los que cortaban orejas y rabo, salían en volandas por una especie de Puerta Grande, situada justo enfrente de la puerta de entrada. La tercera de las entradas monumentales era utilizada por las autoridades.



Los combates en pareja, o en grupo, solían celebrarse por la tarde, como el fútbol y los toros. Un árbitro, ayudado por un auxiliar, hacía cumplir las reglas de la lucha y si era necesario, empleaba una vara para poner orden.

La música era un elemento fundamental para marcar las fases del espectáculo, que solía comenzar con un duelo entre dos jinetes a caballo, para que después pasasen a combatir el resto de gladiadores, según las armas y la experiencia.

Se conocen más de quince tipos diferentes de gladiadores caracterizados por su armamento y su forma de lucha. Generalizando es posible distinguir dos grandes grupos de gladiadores, aquellos fuertemente armados con un equipo pesado, y los que armados a la ligera, sacrificaban los aspectos defensivos en favor de una mayor movilidad. Entre los tipos más frecuentes y populares en la Hispania romana, tenemos a los que siguen.


El retiarius intentará inmovilizar a su contrincante, un secutor, lanzándole una red de tres metros que llevaba atada a la muñeca, para después trincharlo con un tridente, y si es necesario rematarlo con una daga. Esta misma daga le servía para cortar la red de su muñeca en caso de necesidad. Un largo brazalete que se prolongaba sobre el hombro le protegía uno de los brazos.


El secutor, o perseguidor, iba bien pertrechado, protegido con casto y gran escudo para soportar las embestidas del tridente. El caso carecía de viseras y adornos para evitar que la red del retiarius se enganche. Su arma de ataque era una espada muy similar a la que utilizaban los soldados de la legión. Buscaba la lucha cuerpo a cuerpo, donde podía sacar ventaja de su superioridad armamentística, aunque el pesado armamento dificultaba sus movimientos. Unos movimientos que irían siendo torpes conforme el cansancio y la fatiga atacasen el cuerpo del secutor.


El venator, aunque no era propiamente un gladiador, participaba también en los juegos. Su especialidad, la cacería de animales salvajes. Su entrenamiento incluía diferentes artes cinegéticas: el tiro con arco, la jabalina y el venablo. En la arena de Mérida las piezas más frecuentes eran jabalíes, ciervos y toros.


El nombre "dimachaerus" significa en griego, el que utiliza dos cuchillos. Su cabeza estaba cubierta por un casco, las piernas con espinilleras y el torso por una cota de malla metálica. Armado con daga o espada corta, su especialidad era la lucha cuerpo a cuerpo.


El tracio presenta un casco adornado con un grifo, se protege con un pequeño escudo o rodela, y se arma con una espada corta de hoja curvada. Sus rivales más habituales eran el myrmillo y el hoplomachus.


La cresta sobre su casco es el identificativo del myrmillo, un luchador que cubría su brazo derecho con un brazalete y la pierna izquierda con un espinillera corta. Se protegía desde las rodillas hasta la barbilla con un gran escudo rectangular que utilizaba para empujar a su oponente y atacarlo con una espada corta.


Hoplomachus deriva del griego y significa "el que lucha con armas". Su armamento y su forma de combatir imitaba al hoplita griego. Portaba lanza, espada corta y utilizaba varios elementos de protección; casco, espinillera y escudo (hoplón). Su adversario solía ser el mirmillo, aunque también se han conservado escenas en que aparece combatiendo a un tracio.




domingo, 31 de mayo de 2015

EL VERRACO DE BOTIJA.



He cruzado varias veces la geografía de la Península Ibérica, buscando verracos de piedra esas esculturas zoomorfas características de la protohistoria, de la Edad del Hierro en la Meseta occidental. A veces los he buscado a conciencia rastreando mapas y catálogos. En otras ocasiones el encuentro fue fortuito. El último lo encontré en al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, aunque pertenece al fondo del Museo Provincial de Cáceres.


Un verraco, posiblemente un jabalí, con las patas delanteras ligeramente flexionadas en actitud tensa, agresiva, con los jamones bien delimitados, y en cuya cabeza podemos intuir perfectamente las orejas, en sendas cazoletas en ambos perfiles. Esculpido en granito, muy bien tallado, presenta una anotamomía bien marcada, mide 90 cm de altura, 70 cm en su base y 30 cm de grosor. Fue hallado en el recinto Norte del Castro de Villaviejas del Tamuja, en Botija, provincia de Cáceres. En el castro en cuestión han aparecido más verracos que presentaban diferentes características de forma y estilo.

La interpretación de la función, o funciones, de estas esculturas ha sido, desde hace mucho tiempo, uno de los debates más apasionantes de la arqueología ibérica. En esta ocasión vamos a ceder la palabra a un experto, Manuel Bendala.


"En el menguado capítulo de las producciones artísticas de los pueblos que nos ocupan, sobre todo el correspondiente a las llamadas artes mayores, los verracos tienen un lugar de honor por muchas razones. Entre ellas por su contundencia formal, la importancia que debieron tener habida cuenta su número y el gran esfuerzo que su realización debía de suponer, ya que en muchos casos son esculturas de gran tamaño y en ocasiones gigantescas, que superan con mucho los dos metros de largo, como es el caso de los famosos toros de Guisando. Ocurre además que los verracos son para muchos españoles esculturas particularmente entrañables; presentes siempre - en parques, jardines, plazas, caminos -, han llegado a ser mucho más que productos del pasado o piezas de museo: son una referencia frecuente en nuestra literatura y se ha producido una identificación con ellas verdaderamente insólita en el panorama de nuestras antigüedades, de modo que - como tuve de ocasión de escribir en otro lugar - es posible que en la figura solemne, sobria, rotunda del verraco, vean muchos una feliz expresión del carácter castellano.

Conviene recordar que por verracos se conocen genéricamente las esculturas de toros y cerdos de los ambientes particularmente vettones, aparecidas en una amplia región que integran aproximadamente lasa provincias de Ávila, Toledo, Cáceres, Salamanca, Zamora, Segovia y algunas portuguesas (Tras-os-Montes y Beira Alta). Aparecen los animales esculpidos con su peana o plinto en un único bloque de piedra, por lo general granito; se hallan de pie, rígidos y frontales, con las patas fundidas en bloques delante y detrás, con un sobrio estatismo que rompen algo las estatuas de cerdo, echados más o menos ligeramente hacia atrás en postura de acometida. Se ha discutido si se trata de estatuas totémicas, exvotos de sacrificios o quizá términos o hitos camineros. Parece que tuvieran en realidad significados múltiples, según el sitio y el tipo elegido en cada caso. Muchas tienen significado funerario (bastantes portan epígrafes funerarios en latín), y aparecen asociadas a tumbas, con un sentido sacro que puede ir desde simbolizar la vida que se desea al muerto, a ejercer sobre él un papel protector o, como suele decirse, apotropaico.

Hubieron de tener este significado protector y sacro algunos hallados junto a las cercas defensivas, como los mencionados de Las Cogotas. En estos días, precisamente, se ha descubierto un verraco excepcional, tallado en la misma roca junto a la puerta de San Vicente de la ciudad de Ávila, flanqueando la entrada, en un nivel más bajo que el piso actual; se apoya en la escultura la prolongación hacia afuera de una torre de la muralla medieval que flanquea una puerta de entonces, situada en el mismo punto que la antigua, y es posible que otro verraco estuviera (o esté aún sepultado) al otro lado de la entrada. Se supone que muchos verracos, situados en zonas de pastos y de manantiales, tuvieran la función de señalar el control de los recursos en el paisaje pastorial regentado desde los castros, siempre con una dimensión simbólica, votiva o sacra y de protección o señalamiento difícil de precisar. Lo mismo que ocurre con su cronología, aunque cabe pensar, por los datos disponibles, en una producción que puede remontarse a mediados del milenio y adentrarse en época romana.


Son, en cualquier caso, un símbolo perfecto de una sociedad eminentemente ganadera, dedicación principal atribuirle al conjunto de la Hispania indoeuropea y céltica".  


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