martes, 20 de mayo de 2025

LA VENECIA DE CASIODORO

 



La ciudad de Venecia, destinada a dominar el comercio en el mar Mediterráneo, surgió en una laguna adriática en el siglo V d.C., en un puno de contacto entre los recién nacidos reinos germanos occidentales y el Imperio Romano de Oriente que comenzaba por estos tiempos un proceso de profunda transformación. Prácticamente desde su origen, Venecia ejerció de mediadora e intermediaria entre estos dos mundos.


Existen pocas descripciones de la ciudad en aquellos momentos, por lo que resulta de gran interés una sencillas notas escritas por Flavio Aurelio Casiodoro, el amigo y consejero de Teodorico, el poderoso rey de los ostrogodos que gobernaba sus territorios desde la ciudad de Rávena.


En un momento situado entre los años 537 y 538 Casiodoro escribe una carta dirigida a los “tribunos marítimos” de Venecia, en la que solicita el transporte de productos agrícolas, vino y aceite, desde Istria (actual Croacia) hasta Rávena, sede del poder ostrogodo. La ruta de navegación atravesaba las lagunas y canales y zonas costeras del nordeste italiano.


En dicha carta Casiodoro describe el entorno de la laguna, las condiciones de navegación, las viviendas y las formas de vida de sus habitantes. Señalando, de paso, los dos pilares sobre los que se sustentará la economía veneciana en tiempos venideros; la sal y el comercio.


“A los Tribunos Marítimos, Senador, Prefecto del Pretorio.

Por orden ya dada, he decidido que la producción de vino y aceite de Istria, de la que hay una gran abundancia este año, sea transportada con buenos resultados a la sede de Rávena. Por lo tanto, tú, que posees numerosos barcos en tus fronteras, con cortesía y empeño procura que lo que esa región esté dispuesta a dar, sea transportado rápidamente”.




El medio natural ofrece a los venecianos un espacio protegido, y sus navegantes recorren canales, lagunas y pantanos, resguardados de las tempestades marinas. Las embarcaciones vénetas avanzan junto a riberas pobladas por altas hierbas, y al no verse el canal, parecen navegar sobre los prados. Una estampa bucólica no difícil de imaginar para aquellos que conocen la laguna y sus islas.


“Sus naves no temen los vientos violentos, tocan el suelo con gran facilidad sin sufrir daños y no se estropean, aunque choquen con frecuencia. Desde la distancia se puede creer que son casi llevados a través de los prados, cuando sucede que no se ven los canales”.


Los venecianos practican la navegación de cabotaje, sin perder de vista la costa, realizando frecuentes escalas, de manera que apenas sufren naufragios. Cuando el viento no sopla, remolcan con cables las embarcaciones livianas desde la orilla, a modo de sirga.


“Arrastrados por cuerdas avanzan, ellos que suelen quedarse atados por los codos, y cuando la situación cambia, los hombres de a pie les ayudan a avanzar. Los hombres arrastran los barcos de transporte sin ningún esfuerzo, y utilizan en lugar de las peligrosas velas el paso más seguro de los marineros”.




El conocimiento del espacio geográfico y de las técnicas de navegación, convierten a los venecianos en expertos comerciantes.


“También se suma a sus ventajas el hecho de que para usted es accesible otro camino tranquilo y siempre seguro. Porque cuando el mar no es navegable a causa de los vientos furiosos, se abre un camino muy corriente a través de los ríos.


A semejanza de las aves palúdicas, la población vive diseminada acá y allá, sobre un terreno frágil e inestable. Para consolidar esos endebles cimientos utilizan haces flexibles de mimbre. Un paisaje que se transforma diariamente, al ritmo que marcan las mareas.


“Las Venecias, antaño famosas y llenas de nobleza, limitan al sur con Rávena y el Po, mientras que al este disfrutan de la belleza de la costa jónica, donde el movimiento alternativo de la marea ahora cubre el agua y ahora muestra el aspecto de los campos”.


El veneciano vive sobre las aguas, amarra la barca a las paredes de su casa. La dependencia a las artes de la navegación es total y absoluta. En una especie de estado idílico, alejado de las grandes civilizaciones, la comunidad de la laguna vive sin envidia, ni distinción entre ricos y pobres. Abunda el pescado como alimento y la sal como el más preciado recurso.




De todas las frases de Casiodoro es la siguiente la que causa mayor emoción al lector que alguna vez visitó la laguna: “Vivís como las aves marinas, en hogares dispersos”.


Fuente: La carta de Casiodoro a los venecianos


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