jueves, 5 de junio de 2014

CASTAÑAS, ALIMENTO MEDIEVAL.



A lo largo de toda la Edad Media, el consumo de castañas fue una práctica muy difundida, especialmente entre las clases populares, que en muchos momentos del año, no podían acceder a otros alimentos, como carnes, frutas y verduras. 


La Europa templada, incluida nuestra Península Ibérica, estaba poblada por extensas masas forestales, y entre las muchas especies de árboles que las formaban, el castaño ocupaba un lugar de preeminencia. En ese sentido, la castaña era un fruto fácil de encontrar, barato y de gran valor nutritivo. Y como ha venido sucediendo desde el Neolítico, la recolección de frutos silvestres, era el complemento perfecto para las actividades agrarias. 

Los campesinos encontraron muchas formas diferentes de consumir las castañas; maceradas en agua caliente, asadas, hervidas o tostadas. También en puré y en forma de harina, con la que se amasaba pan. 

En otras ocasiones, las castañas se secaban al sol o se ahumaban para conservarlas mejor. Piero de Crescenzi nos detalla al respecto: "Las castañas verdes al ser ahumadas, de forma que se sequen, se conservan durante largo tiempo y se dice que son más sabrosas que las otras".

El final de la Edad Media también significó el ocaso de la castaña como alimento del pueblo, siendo sustituida por un tubérculo recién llegado de América, que pronto ganó fama y popularidad en toda Europa, la patata. 

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