miércoles, 23 de junio de 2021

CIUDADES ESTADOS SUAJILIS. ESPLENDOR MEDIEVAL EN LAS COSTAS DEL ÍNDICO.



La costa oriental africana ha sido históricamente la zona más abierta del continente. El Sahara limitaba (y mucho) las comunicaciones entre el Norte y el Sur, y la navegación por el litoral atlántico era muy complicada (al menos hasta el siglo XV). En contraste con estas circunstancias geográficas, los contactos a través del Océano Índico eran mucho más dinámicos y fluidos.

En ese sentido la navegación en el Índico estaba mucho más avanzada que en el Atlántico, y además los monzones facilitaban anualmente los viajes de ida y vuelta desde la India hasta las costas africanas. Comerciantes árabes y persas, y mercancías de la India, China y Java eran frecuentes en estas regiones costeras que miraban de frente al Océano que une África con Asia.

En esta zona del Viejo Mundo tiene su origen y desarrollo el suajili, el idioma que sirve como lengua franca en la región oriental del África. El suajili es el vehículo de comunicación entre los países ribereños del Océano Índico y la región de los grandes lagos del Valle del Rift. Apenas cuenta con 15 millones de hablantes nativos, pero es empleada por unos 90 millones de personas.

El suajili es el fruto del contacto continuado entre las poblaciones africanas de la costa y los comerciantes que llegaban desde otras latitudes, especialmente los árabes. El nombre procede del árabe y significa costa. El suajili es una lengua de raíz bantú que incorpora numerosos préstamos lingüísticos, mayoritariamente árabes. Comunidades que poseen diferentes lenguas maternas utilizan el suajili para comunicarse entre sí, de ahí su destacado papel en las relaciones comerciales. A partir del siglo XIII el suajili comenzó a escribirse, usando para ello caracteres árabes. Con el tiempo los suajilis llegaron a desarrollar una literatura propia.

La cultura y la lengua suajili (elementos que suelen ir juntos) surge por el contacto fluido de las prósperas élites comerciales extranjeras y las poblaciones autóctonas africanas, tiene por tanto un indiscutible carácter sincrético (y ecléctico). Entre los hablantes africanos del suajili se difundió el Islam, aunque nunca llegó a consolidarse como la única religión de la zona, compartiendo espacio con otras prácticas religiosas (como el animismo).

¿Cuánto pesó el elemento árabe en la configuración del suajili?. Es el mismo debate que podemos trasladar a la península Ibérica de la antigüedad entre el sustrato ibérico y las aportaciones fenicias y griegas. En ambos casos aunque el elemento foráneo (en este caso el árabe) fueron determinantes para la construcción del complejo cultural, en la configuración y posterior evolución, el sustrato africano fue primordial y decisivo.

Las élites árabes dominantes se fueron africanizando desde los primeros momentos, y con el tiempo los elementos autóctonos acabaron predominando sobre el resto. No obstante, la cultura suajili no está formada exclusivamente por elementos africanos y árabes, los comerciantes hindúes establecieron comunidades en el África Oriental desde el siglo XI, de forma que su cultura también acabaría fusionándose con las de las élites locales. Con el paso del tiempo, este interesante y genuino sincretismo cultural, se iría agudizando, a medida que los europeos se fueron asentando en la región, el suajili adquirió múltiples préstamos lingüísticos de las lenguas de los colonizadores; alemán, francés, inglés . . . pronto el suajili se convirtió en la mejor forma de comunicación entre pueblos de zonas muy distantes entre sí.



Polis suajilis.

La civilización suajili se extendía por el litoral índico, desde Somalia hasta Mozambique, organizados en poderosas polis, ciudades estado como Kilwa, Mombasa, Mogadiscio, Lamu, Malindi . . . Al igual que sucedía en las polis de la Grecia Clásica, estas polis suajilis gozaban de completa autonomía política, aunque subyacía un sustrato cultural común a todas ellas. Las ciudades suajilis mantenían lucrativos contactos con las regiones ricas del interior, como el reino de Monomotapa al Sur, o los reinos de Buganda y Bunyoro más al Norte. El oro de Monomotapa, el apreciado marfil y los esclavos, fluían hacia el Océano Índico y los mercados orientales a través de los dinámicos puertos suajilis. Estos comerciantes suajilis también exportaron hierro y plata, la resistente madera del manglar, muy apreciada entre los ebanistas y el pescado salado. Desde estos puertos también se exportaban mercancías de lujo (a los mercados tradicionales de Asia) como conchas de tortuga, cuernos de rinoceronte (muy valorados en el Lejano Oriente por supuestos poderes afrodisíacos, una práctica lamentable vigente en la actualidad, el cuerno es la maldición del rinoceronte), mirra de Somalia, ámbar gris y animales exóticos.

Ibn Batutta y otros viajeros árabes visitaron estas tierras a las que llamaban el país de los zanj. Este mundo suajili, exótico y de riqueza proverbial, aparece en las leyendas y en los libros de viaje de los árabes.


Los mercaderes suajilis se convirtieron en los intermediarios ente el África Negra y Oriente. Gracias a estos contactos los puertos suajilis se llenaron de mercancías llegadas de Arabia, la India, China y Persia. El Viejo Mundo en contacto continuo; ropas y telas indias, cerámicas chinas, orfebrería y suntuosos objetos de cobre. Antes de la colonización, el África Oriental, ya se había especializado en la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Junto a la guerra, el comercio es, la forma más frecuente de contacto entre diferentes grupos humanos. Para conseguir los productos que se demandaban en Asia, las redes comerciales suajilis penetran miles de kilómetros hacia el interior del continente africano. En el Gran Zimbabwe, una impresionante estructura urbana, se han encontrado restos de cerámica china y joyería india. Tristemente África sigue igual, exporta materia prima e importa tecnología.

Estas sociedades eran gobernadas por sultanas que concentraban en sus manos poder político y poder religioso, y además ejercían un férreo control sobre la economía del territorio. Parte de los recursos se destinaban a levantar palacios y mezquitas de piedra, que eran los edificios más destacados de las ciudades costeras. Comerciantes y gobernantes formaban la élite de la sociedad, y se enriquecieron extraordinariamente. Residían en lujosos palacios de grandes dimensiones adornados con los preciados corales que producen aquellas cálidas costas. Estas obras se inspiran en la arquitectura islámica, pero sin abandonar las fuertes influencias locales. Estos lujosas mansiones de los señores, construidas con piedra, un material muy duradero, contrastan con las chozas de cañas y madera, donde vivía la mayoría de la población. Siguiendo el modelo de las polis griegas y de las jefaturas centralizadas, las zonas rurales próximas estaban sometidas a las autoridades urbanas.


En el siglo XV la costa suajili fue visitada por la expedición china del almirante Zeng He y poco después arribaron los navegantes portugueses. La corona portuguesa estaba en pleno proceso de construcción de un imperio marítimo. Los marinos portugueses alcanzaron las costas de África Oriental después de siglos de enfrentamientos con las sociedades islámicas, tanto en la península Ibérica como en el mar Mediterráneo. Desde el momento en que Vasco da Gama desembarcó en estas tierras, el conflicto era inevitable. La presencia portuguesa significó el progresivo debilitamientos, cuando no la destrucción, de las prósperas polis suajilis, que cerraban de esta manera, el capítulo más glorioso de su historia.

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