El desarrollo, mejora y acondicionamiento del Camino de Santiago por tierras riojanas debe mucho a este santo, que desbrozó malezas, abrió caminos y construyó puentes. Su cuerpo descansa en la iglesia catedral del lugar.
Domingo García, estaba decidido a entregar su vida a Dios y al prójimo, y quiso ingresar en los monasterios de Valvanera y de San Millán, pero fue rechazado por ambos. A lo mejor el alma libre de Domingo no estaba diseñada para pasar la vida entre los gruesos muros de un monasterio. Entonces se retiró como eremita a los bosques que cubrían el espacio donde se alza actualmente la ciudad a la que dio nombre (y esencia).
Instalado en plena naturaleza pudo observar las dificultades que encontraban los peregrinos para atravesar la zona y entonces comprendió cual sería su misión. Trabajó duro para para facilitarles el recorrido construyendo un puente que permitiera salvar el curso del río Oja. Levantó también un hospital donde refugiarse, una pequeña iglesia donde rezar y una calzada que uniera Nájera con Redecilla del Camino (en Burgos).
Recibió el apoyo del rey Alfonso VI, a cuya tarea repobladora beneficiaba el pequeño burgo que iba surgiendo alrededor de la obra constructora del Domingo. A su muerte, el 12 de mayo de 1109, fue enterrado en el camino que había trazado. Sus seguidores mantuvieron el pequeño núcleo de población, que andando el tiempo adoptó su nombre, y continuaron su obra. Hasta hoy.
Un joven nacido en Viloria caminará en un gris atardecer siguiendo un camino de fe que le impulsará su profunda vocación religiosa. Por su edad no consiguió ser admitido en las órdenes de los monasterios de Valvanera y San Millán de la Cogolla, pero con los conocimientos adquiridos como alumno hará una vida de ermitaño en aquellos soñados y frondosos bosques, a orillas del río Oja. Y allí, al lado de una vieja fortaleza y ruinas de una ermita, sus sueños se transformarán en una realidad: dedicar su vida a la ayuda de los peregrinos. . .
Alfredo Gil del Río
Domingo de la Calzada, el santo que construye puentes. Bajo el sol, bajo la lluvia, por senderos polvorientos y barrizales, por veredas empedradas y asfalto inerte, el peregrino sigue batiendo pasos sin detenerse jamás. El espíritu nómada se apodera de él.
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