Jerónimo de Perigord, fue un clérigo francés, muy vinculado a la monarquía de Alfonso VI, a través de su yerno, Raimundo de Borgoña. Es posible que Jerónimo llegase a la península Ibérica de la mano del arzobispo de Toledo, el también francés, Bernardo de Sedirac. No obstante, como tantas cosas en la historia, no es segura la existencia de la relación entre ambos clérigos. Cuando el Cid conquistó Valencia, recurrió a Jerónimo que se puso al frente del obispado de la ciudad levantina. No pudo conservar por mucho tiempo su silla episcopal, con la muerte del Cid y los almorávides como nuevos señores de la ciudad, Jerónimo decide abandonar Valencia. Cuando llegó Castilla, Raimundo de Borgoña, encargado de repoblar las tierras que iba conquistando su suegro, le encargó restaurar las sedes de Salamanca y Zamora. Más tarde también se convirtió en el obispo de Ávila. Una tradición sostiene que cuando llegó a Salamanca, trajo consigo el famoso Cristo de las Batallas, que solía acompar al Cid en sus campañas militares y que actualmente está depositada en la Catedral Nueva. A su muerte, Jerónimo fue enterrado en este templo. El Jerónimo literario lo podemos leer en los versos del Mio Cid, un hombre de letras, pero también de armas. Algún investigador, como Javier Sainz Moreno, para quien el autor del Cantar habría que situarlo dentro del Mester de Clerecía, es el propio Jerónimo el creador del Cantar de Mio Cid. Por mi parte, una tarde de finales de verano, lo encontré mientras paseaba por Burgos, en puente de San Pablo, acompañando a otras figuras vinculadas, de una u otra manera, con el Cid Campeador. El obispo Jerónimo no quiso desvelarme el secreto.
1808 ; Napoleon : 2ª guerra peninsular (4ª parte)
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