A comienzos de 1789 Francia era una gran potencia continental que vivía anclada en el Antiguo Régimen. Sin embargo crisis a todos los niveles afectaban al conjunto del país. Tensiones, distintos conflictos y contradicciones propias de un sistema moribundo (Antiguo Régimen) contribuyeron al estallido revolucionario. En ese sentido recurrimos a la multicausalidad para explicar el origen de la Revolución Francesa, así tenemos unas causas estructurales (una organización estamental que marginaba al 90% de la población y el deterioro de la imagen de la monarquía) y otras causas coyunturales (la grave crisis económica, las ideas ilustradas y el ejemplo de los Estados Unidos).
Pervivencia de los privilegios de la nobleza y el clero, lo que se traducía en una Sociedad Estamental anquilosada, sin posibilidad de modernización posible. Nobles ineptos y clérigos con sobrepeso se oponían a cualquier tipo de reforma que implicase la pérdida de algunos de su privilegios ganados desde la cuna.
Déficit de Hacienda que provoca una continua subida de impuestos. En 1788 este déficit colocaba al estado francés en una situación de quiebra técnica. Las causas eran los elevados costes militares que Francia había tenido durante el reinado de Luis XV incluyendo la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763) y la intervención en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, y los excesivos gastos para mantener el lujo de la Corte. Por esos motivos, ministros como Turgot o Calonne planteaban reformas que pedían el pago de impuestos por parte de los privilegiados. Por supuesto, estos últimos se negaban a pagar nada de su bolsillo.
El déficit era de 17 millones a finales de 1776, y desde esa fecha y hasta finales de 1786 se pidieron prestados mil doscientos cincuenta millones […]
¿Cuáles pueden ser los medios más eficaces para remediar esta situación? Continuar solicitando empréstitos sería agravar el mal y precipitar la ruina del Estado. Aumentar los impuestos sería angustiar al pueblo que el rey quiere aliviar […]. Es preciso economizar, sin duda; pero la economía por sí sola, por más rigurosa que la supongamos, sería insuficiente […]
Los abusos que se trata hoy de abolir para la salvación pública son los más considerables, los más protegidos, los que tienen raíces más profundas y las ramas más extensas. Tales son los abusos cuya existencia pesa sobre la clase productiva y laboriosa: los abusos de los privilegiados.
C.A.Calonne: Discurso pronunciado ante
la Asamble de Notables de Francia
el 22 de Febrero de 1787
La situación se vio agravada por una profunda crisis agraria: una sucesión de malas cosechas que disparó los precios y causó graves problemas de abastecimiento, en un país cuya población había credido considerablemente a lo largo del siglo XVIII. Los grupos más humildes, campesinos y clases populares urbanas fueron los que más sufrieron la carestía.
Crisis institucional y política. La monarquía y los gobernantes pierden credibilidad ante la incapacidad de dar solución a los problemas que afectaban al país. La imagen del rey, y por extensión de la monarquía, se encontraba muy deteriorada. Por un lado el pueblo no percibía el avance de las tímidas reformas emprendidas por los ministros reales, y por otro lado las clases más acomodadas temían que las reformas ilustradas les quitasen sus privilegios.
Crítica constante de la situación por parte de los intelectuales de la Ilustración, en parte envalentonados e ilusionados por el reciente triunfo de la revolución en América del Norte. Creciente descontento de la burguesía francesa, que a pesar de su riqueza económica, se veía continuamente relegada a un papel secundario en las decisiones políticas.
Los burgueses habían recibido mejor educación que los nobles, pero estos, por nacimiento y riqueza, obtenían los primeros puestos del Estado sin tener mérito ni talento, mientras los burgueses estaban destinados a languidecer en empleos subalternos […]
La burguesía era superior en riquezas, talento y mérito personal […] y, aunque sentía esta superioridad, en todas partes era humillada.
Marqués de Bouillé, 1796.
Todos estos elementos conforman el caldo de cultivo en el que se fue cocinando la Revolución Francesa.
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