Azotado
por el viento, el castillo que lleva siglos oteando el horizonte, se
eleva por encima de la villa que reposa a sus pies. A pocos
kilómetros de Zafra, la Villa de Feria, en la espléndida Tierra de Barros, fue sede de una poderosa
dinastía, señores de estas tierras; los condes y duques de Feria.
Lo que hoy es castillo fue un poblado del Calcolítico, un castro
celta y un fuerte romano, aprovechado por los árabes para defender
la Taifa de Toledo. Tras la conquista cristiana, Alfonso X reparte
las tierras de Badajoz entre las órdenes militares. Feria fue a
parar a manos de la Orden de Santiago. En 1394 Enrique III, rey de
Castilla conocido como “el Doliente”, cedió esta villa al
Maestre de la Orden de Santiago Lorenzo Suárez de Figueroa (como
recompensa por defender los intereses de Castilla frente a Portugal),
que la transfirió a su hijo Gómez Suárez de Figueroa, naciendo de
esta manera el Señorío de Feria. En 1460 Enrique IV otrogó a los
Suárez de Figueroa el título de Condes de Feria, y más tarde
Felipe II transformó el Condado en Ducado.
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