Burguillos del Cerro, en
la provincia de Badajoz, entre Zafra y Jerez de los Caballeros,
cuenta una centenaria historia de moros, judíos y órdenes
militares.
Una villa de gran
solera, cuyo núcleo poblacional está situado al sur de su imponente
castillo, y en el que sobresalen las casas solariegas con riquísima
heráldica, los espacios abiertos situados en el llano, a los que
abren sus puertas numerosos bares y restaurantes, y todo ello rodeado
de bellísimos espacios adehesados.
Calles de casas
encaladas y bajas, delineadas bajo la sombra protectora del viejo
castillo templario, del que solo quedan ruinas.
El modelo de ocupación
ha sido, prácticamente desde los primeros tiempos históricos,
conformado por pequeñas núcleos de población, dispersos por todo
el territorio, articulados en torno al recinto fortificado que
existía en el lugar que hoy ocupa el castillo.
En el contexto general
de la llamada (bien o mal) Reconquista, Alfonso IX de León entró en
Burguillos en 1230, para perderla rápidamente ante el contragolpe
musulmán. Años después, en 1238 Fernando III conquista
definitivamente esta villa y la cede a la Orden del Temple.
Como parte del “Imperio
Templario” Burguillos del Cerro perteneció al Bayliato de Jerez de
los Caballeros. Tras la desaparición de la Orden (1314) la villa
cambió varias veces de dueño, hasta que Enrique III la donó a
Diejo López de Zúñiga (permanecerá en manos de la familia de los
Zúñiga hasta la abolición del régimen señorial en 1837).
Entre los edificios
religiosos cobra especial protagonismo (por su omnipresencia) la
iglesia parroquial de Santa María de la Encina, con una maravillosa
torre en estilo sevillano.
En uno de los extremos
del núcleo de población, cerca del límite urbano, está enclavada
la iglesia de San Juan Bautista.
Casas blancas de tejados
rojizos perfectamente alineadas en manzanas y calles rectas, salvo la
antigua judería más abigarrada. A media tarde, el Sol aún se
encuentra en alto en el horizonte, y un lúgubre tañido de campanas,
es el recuerdo de un lenguaje musical que se niega a fenecer. Mucho
antes de la radio, el teléfono e Internet, existían las campanas
para establecer comunicación a distancia.
Extremadura, tierra de
pastos, dehesas y castillos, historia viva de la nación española.
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