Al amparo del castillo
surgió Baños de la Encina, una aldea antigua que se yergue por
encima de un inabarcable mar verde de olivos.
Aunque su origen como
lugar de asentamiento se remonta a la Edad de los Metales, es en
época andalusí cuando Baños de la Encina nace como localidad en
relación con el castillo, seña de identidad del pueblo.
Objeto de disputas entre moros y cristianos, pasó definitivamente a manos castellanas bajo el reinado de Fernando III. En 1458 fue cedida (junto al castillo) al condestable Lucas de Iranzo y comenzará su desarrollo urbanístico a partir del siglo XVI.
Objeto de disputas entre moros y cristianos, pasó definitivamente a manos castellanas bajo el reinado de Fernando III. En 1458 fue cedida (junto al castillo) al condestable Lucas de Iranzo y comenzará su desarrollo urbanístico a partir del siglo XVI.
La plaza mayor se
constituye desde la Baja Edad Media en el espacio protagonista de la
vida social de la aldea y lugar de mercado público. Con la expansión
urbana que se desarrolla a partir del siglo XV los diferentes poderes
aldeanos van cercando mediante casonas un espacio regular presidido
por la parroquia.
La parroquia de San
Mateo de época renacentista, y estilo plateresco, es el principal
templo católico de la localidad jienense.
Imitando el estilo de la
parroquia, la Casa Consistorial de la villa, construida con ladrillo
rojizo, data del siglo XVI.
La Virgen de la Encina,
patrona de la villa jienense, preside la plaza mayor, y mira de
frente la fachada de la parroquia.
Entre Andalucía y la
Mancha, el trazado urbanístico de la villa es herencia directa de la
Baja Edad Media de Castilla. Una villa castellana en la puerta de
Andalucía que no olvida su reciente pasado musulmán.
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