De poblado vascón a
urbe romana, de dinámico burgo medieval a capital de reino. Iruña –
Pompaelo – Pamplona. Sobre el sustrato vascón se fueron
superponiendo (sin llegar nunca a destruirlo) los horizontes romano y
carolingio. Sin olvidar la influencia, que a través de los Banu
Qasi, procedían del sur, de la Ribera del Ebro. Tampoco podemos
olvidar la esencia pirenaica. Pamplona es una urbe moderna que ha
sabido conservar perfectamente su carácter medieval en sus calles,
plazas y edificios más significativos. Una ciudad agradable y
acogedora, que recibe al visitante (turista o caminante) con los
brazos abiertos, tanto en invierno, como en verano.
En su entramado de
calles, con gran personalidad y solera, aún se siente la división
en tres burgos durante la Edad Media. Después de dos o tres visitas
(que no serán las últimas) me sigue pareciendo una de las ciudades
más encantadoras de la Vieja Europa. !Que bares, que pinchos¡.
El prestigioso general
Pompeyo Magno, estaba en estas tierras combatiendo al rebelde
Sertorio que tenía su cuartel general en Osca (Huesca), acampó sus
legiones en las proximidades del poblado vascón de Iruña,
aprovechando la protección natural que le ofrecían las montañas.
Estamos en el año 75 a.C. y esta podría ser la partida de
nacimiento de Pompaelo o Pompeiopolis.
Pasaron los siglos, la
crisis del siglo III y las invasiones bárbaras. Pero Pamplona seguía
siendo Pamplona. Sus hombres y mujeres lucharon contra musulmanes y
carolingios, y más tarde contra castellanos, aragoneses y franceses.
La libertad no tiene precio, y en esa ciudad lo saben. Eso sí, de
vez en cuando también se mataban a palos entre ellos.
Cuando Madrid no llegaba
ni a aldea, Pamplona ya era capital de reino. Con Sancho III sentado
en el trono, el reino más poderosos e influyente de toda la Iberia
cristiana.
Las
ciudades navarras pueden enorgullecerse de remota lejanía. Y
Pamplona no podía ser una excepción […] El carácter de la ciudad
no se obtiene con la simple yuxtaposición de casas ni con el esquema
material de la calle; es necesario el pneuma, la viveza, la prudencia
y la gracia de un espíritu ciudadano, y Pamplona posee estas
cualidades.
Ramón
Otero Pedrayo en Geografia de España. Instituto Gallach, 1955.
Sancho III el Mayor, Rex Ibericus,
el hombre más poderoso de la Iberia de su tiempo, de sus santos
cojones, léase su descendencia, nacieron los diferentes reinos
hispánicos, destinados a luchar entre sí, unirse, separarse y nunca
entenderse (y en esas seguimos).
La
catedral de Santa María la Real ofrece al visitante una síntesis de
la historia de Navarra, un magnífico templo gótico que se esconde
detrás de una monumental portada neoclásica. En el lugar donde se
ubicaba un templo románico, se construyó entre los siglos XIV y XV
la catedral gótica. La talla románica de Santa María preside el
templo, y a sus pies, en la nave central, en un espacio de privilegio
se emplazan los excelsos sepulcros del rey Carlos III el Noble y su
esposa Leonor de Trastámara, hija del rey castellano Enrique II. El
artífice de esta maravilla en piedra fue el escultor Lomme de Tournai.
No obstante hay quien piensa, y quizás no le falte razón, que la
joya de la seo es su claustro, obra universal de la arquitectura
gótica.
Aunque ya no quede ni rastro, Pamplona también tuvo castillo, que
ocupaba las inmediaciones de la plaza homónima.
La catedral es la sede del obispo y el castillo del rey. En Pamplona
estaban demasiado cerca el uno del otro. Y alrededor de ambos, como
un cinturón que aprieta, se distribuyen los levantiscos burgos. Aquí
en el Medievo no se aburría nadie. Los vecinos de cada burgo tenían
su propia muralla, iglesia (fortificada, por supuesto) y supongo que
milicia (más o menos organizada) para zurrar a los vecinos. Tres
burgos, cada uno con sus cosas, el rey (y la corte), y el obispo (más
la curia), un auténtico rompecabezas que en la práctica daba lugar
a una ciudad difícil de gobernar.
En el burgo del mismo nombre se eleva la poderosa torre (casi
podríamos hablar de una torre del homenaje) de la iglesia de San Nicolás. Una iglesia-fortaleza (de las que hay magníficos ejemplos
por toda Navarra, como la de Ujué), del siglo XIII, románica de
transición al gótico, tuvo una importante función defensiva para
los vecinos del barrio.
El
burgo de la Población también llamado de San Nicolás con iglesia
dedicada al santo de Bari encierra vestigios de esta Edad Media tan
rica en acontecimientos en el reino de Navarra y en particular en su
capital. La torre fortificada de esta iglesia es un símbolo de la
simbiosis religiosa y guerrera que ocupó buena parte del pasado de
la ciudad.
Jesús Tanco Lerga.
El
Camino de Santiago en Navarra.
La iglesia de San Cernín (o San Saturnino) también fortificada, es
el centro religioso del viejo burgo del mismo nombre. Un robusto
templo, cuyos elementos defensivos no le restan elegancia. San
Cernín, auténtica fortaleza y mi iglesia favorita de la capital del
reino.
En su interior un relieve de un caballero desconocido lleva
siglos espoleando la imaginación de propios y extraños. Entre ellos
el poeta romántico francés Víctor Hugo.
En el burgo de San
Cernin destaca la iglesia del titular que presenta en su portada una
imagen de Santiago el Mayor con un peregrino a sus pies. La
iconografía se repite en el retablo, como prueba de la atención que
se prestaba a la peregrinación dentro de la vida espiritual del
barrio que contaba con cofradía santiaguista. La Virgen del Camino
que procede de la ciudad vecina y limítrofe de Alfaro es la patrona
de la ciudad y se venera en capilla barroca anexa.
Jesús Tanco Lerga.
El
Camino de Santiago en Navarra.
Otro edificio destacado, por su historia y su estilo arquitectónico
es la sede de la Cámara de Comptos, obra del siglo XIII, único
ejemplo de gótico civil en Pamplona.

Los barrios medievales eran el barrio antiguo (y original) de la
Navarrería (personalidad pamplonica – o pamplonesa – vinos y
pinchos, y alguna que otra reivindicación), entre la calle del
Carmen y la cuesta de la Curia, San Cernín (con su poderosa iglesia
fortificada que ya hemos visto), barrio de comerciantes y artesanos
(fulleros y levantiscos), y San Nicolás, o el burgo Nuevo, el burgo
de los navarros libres y los foráneos (generalmente conocidos como
francos), a la altura del paseo de Sarasate, y monumento a los
fueros, muy cerca de la Plaza del Castillo. La plaza del Castillo era
el espacio político y la Catedral la sede del poder religioso. ¿Cómo
serían las relaciones entre los cincos poderes – tres barrios, el
rey y el obispo? ¿Apoyaría el rey a los vecinos de San Nicolás y
el obispo a la Navarreria? ¿Porfiaban los comerciantes y artesanos
de San Cernín contra todos?¿Era la iglesia de la Navarrería la
propia catedral?. Un microcosmos ciertamente interesante.

En el siglo XII, en
medio de la gran afluencia de peregrinos, se configuran los burgos o
barrios de francos de San Cernin o San Saturnino, su cristianizador
primero y el de la Población o de San Nicolás, además de los que
podríamos decir de barrios secundarios como San Miguel y el de la
Judería, pues también en Pamplona había una aljama de dimensiones
notorias. Las relaciones entre los diferentes burgos fueron en
distintas ocasiones muy tensas, en especial cuando en el último
cuarto del siglo XIV se desencadenó la guerra de la Navarreria con
un desastre para el núcleo originario de la ciudad que fue destruido
y cuya narración dio pie a que Anelier escribiera en provenzal su
célebre poema. En 1423, Carlos III el Noble unifica la ciudad que
con la paz en sus gentes vive una época de sosiego.
Jesús Tanco Lerga.
El
Camino de Santiago en Navarra.
En 1423 el rey de Navarra Carlos III el Noble , cuyos restos mortales
reposan bajo el impresionante sepulcro gótico que hemos visto en la
catedral, y al que me encontré una tarde mientras paseaba por el
centro, zanjó las disputas entre los burgos, decretando la
unificación de toda la ciudad y ordenando el derribo de las
murallas, en virtud del Privilegio de Unión. Este decisión marca el
nacimiento de la ciudad moderna de Pamplona. ¿Otra partida de
nacimiento para la ciudad?.
El actual ayuntamiento ocupa el emplazamiento de la Casa de la
Jurería sede del gobierno municipal nacido del Privilegio de Unión.
El edificio se ubica en el lugar donde confluían los tres burgos.
Pamplona
tiene una coqueta sala de estar, la Plaza del Castillo, donde vecinos
y allegados, viajeros, caminantes y peregrinos, comparten mesa y
mantel. La podemos considerar el corazón y el centro neurálgico de
la ciudad. Un lugar delicioso, especialmente durante las largas
tardes primaverales, en las que la noche se funde con el día de
forma casi imperceptible.
Sancho III el Mayor.
 |
Sancho VIII el Fuerte |
Sancho VII el Fuerte acompaña a Sancho III el Mayor en la fachada del
Palacio de Navarra, sede del Gobierno de Navarra.
La
conocida como Matrona Foral remata el Monumento a los Fueros, una
especie de columna de la victoria, que conmemora la defensa del
régimen foral por parte del pueblo navarro.
El
mes de Julio, Pamplona se convierte en capital mundial de la fiesta,
desde que Ernest Hemigway escribiese sobre ella, y la viviese con
pasión en primera persona.
En 1957 la bellísima Ava Gadner
acompañada entre otros por Tyrone Power y Errol Flyn vivieron su
particular versión de Fiesta (eso sí, ninguno rodó escena alguna en Pamplona).
La
calle Estafeta y la Plaza de Toros, junto con la Plaza del Castillo,
forman la santísima trinidad de las fiestas estivales dedicadas a
San Fermín.
Los
encierros de San Fermín y sus animadas fiestas veraniegas son
universalmente conocidas. Lo mismo ocurre con el Pacharán, un licor
a base de endrina que entre bien a cualquier hora del día. Y
cualquier día del año.
Algunos
locales – y viviendas particulares – hacen propaganda política,
a favor de la independencia catalana y vasca, tal vez Navarra, la III
República y el acercamiento (o incluso indulto) de los presos
etarras. Me gustaría saber que piensa un navarro de a pie, de esos
que les gusta comer y beber, el fútbol y vivir, que son dos días.
Olentzero,
carbonero mítico que se encarga de repartir regalos entre los niños
(y no tan niños) de Navarra y País Vasco, durante las fiestas
navideñas. Año tras año va ganando puntos frente a Papa Noel y los
Reyes Magos.
La
Ciudadela, conjunto fortificado, custodia y protege en su interior a
la ciudad medieval, la original. Toda la fortificación fue levantada
entre los siglos XVI y XVII, cuando el emperador Carlos V necesitaba
defender la frontera de la Francia de su archienemigo Francisco I.
Este diseño defensivo seguía los patrones vigentes durante el
Renacimiento.
En
el año 1521 se produjo el asedio de Pamplona por parte de una
columna procedente de Baja Navarra que pretendía reconquistar la
ciudad que ya se había integrado en los dominios del emperador
Carlos. Durante los bombardeos que sufrió la población, resultó
herido el capitán Íñigo López de Recalde, más conocido como
Ignacio de Loyola, que posteriormente fundaría la Compañía de
Jesús, brazo ejecutor de la Contrarreforma Católica.
La
Taconera. Lo que un día fue un recinto militar fortificado, hoy es
un apacible parque urbano, con jardines, árboles, fuentes y aves,
muchas aves, grandes y pequeñas. Un paraíso para las gallináceas;
pintadas, pavos, pavos reales, faisanes, gallinas, y también para
las que gustan del agua, como gansos, cisnes, ánades, gallinetas. . .
. . . e
incluso barnaclas cariblancas, procedentes de la lejana Escandinavia.
También una pequeña manada de ciervos. Lugar de evasión y
esparcimiento.
Cuenta Pamplona con un coqueto jardín japonés, el Parque Yamaguchi,
fruto del hermanamiento entre la ciudad navarra y la ciudad japonesa.
Pamplona
también ha sido, y lo seguirá siendo durante mucho tiempo, uno de
los hitos más destacados del Camino Francés que se dirige a
Santiago de Compostela. De hecho es la primera ciudad a la que llegan
los peregrinos que han cruzado los Pirineos por Roncesvalles. Los
peregrinos entran en el casco histórico pamplonés por la Puerta de
Francia o de Zumalacárreghi, y enlazan directamente con la calle del
Carmen, donde no faltan albergues y servicios de todo tipo para la
fatiga del cuerpo y los dolores del alma.
Antes
de ingresar en la ciudad propiamente dicha, los peregrinos que se van
acercando a Pamplona cruzan el río Arga por el puente de la Magdalena. Otro de los puentes que cruza el río es el de los
Curtidores o de Rochapea.
En
el año 1989 llegó a Pamplona, procedente de su Polonia natal, Jan
Urban, y no lo hizo como peregrino, sino como fichaje estrella del
Club Atlético Osasuna, el equipo de fútbol de la ciudad. Osasuna y
Pamplona tienen una relación muy estrecha, los vecinos de la ciudad
(y en general de toda Navarra) sienten gran pasión por este equipo.
En el año 2000 César Palacios, capitán del plantel que logró el
ansiado ascenso a primera división esa temporada, tuvo el honor de
lanzar el chupinazo que abre las fiestas de San Fermín, y el
histórico defensa César Cruchaga era corredor habitual en los
encierros.

Osasuna es un equipo de fútbol que nunca ha renunciado a su esencia, luchar
cada partido hasta el último aliento. Pocas ciudades existen en el
panorama futbolístico mundial tan identificada con su equipo. Su
estadio, el Sadar, es como la aldea de Astérix y Obélix, los
irreductibles galos que provocan más de un dolor de cabeza a las
poderosas legiones del Divino Julio César. Lo mismo sucede en el
césped del Sadar, aquí los equipos vienen a sufrir . . . !No podrán
parar a Patxi Puñal'¡.

Como
Toledo, Granada o Santiago de Compostela, la capital navarra es una
urbe imprescindible para el caminante. Su estructura urbana y sus
monumentos son fruto de su historia. Pamplona encierra toda la
esencia de la Edad Media; sede episcopal, corte real, burgo comercial
y barrios de trabajadores. Las fascinantes iglesias fortificadas de
San Cernín y de San Esteban, son el recuerdo y el símbolo de dos
burgos vecinos, que como tales, vivían uno de espaldas al otro.
Terrazas, tascas y pinchos, largos paseos arbolados, casonas,
palacetes y restaurantes para reventar del placer gastronómico,
fachadas monumentales y rincones embaucadores, una serie de calles de
marcada personalidad, en definitiva, una ciudad para ser disfrutada .
. .