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domingo, 20 de octubre de 2019

MASSINISSA, REY DE NUMIDIA.



Massinissa, rey de Numidia tomó partido por Roma durante la Segunda Guerra Púnica y aprovechó su buena relación con Escipión el Africano (al que ayudó a derrotar a Aníbal en la batalla de Zama) para forjar un poderoso estado en el Norte de África. Cuentan que vivió 90 años y que con esta edad aún era capaz de dirigir el ejército.

Massinissa unificó su reino y lo convirtió en rico y poderoso, desarrollando la agricultura y el comercio exterior con Roma. Además, tomando como espejo a los reyes helenísticos, promovió la difusión de la cultura griega en sus tierra. Su arrolladora personalidad y su capacidad militar consiguieron la obediencia de los jefes de las tribus bereberes. Al final de su vida, la provocaciones y saqueos a Cartago, terminaron provocando la tercera y definitiva guerra púnica.

domingo, 18 de noviembre de 2018

APULIOS.



Los apulios eran los habitantes de la comarca de Apulia, llamada Yapigia por los geógrafos griegos. Probablemente procedían de Iliria. ¿Serán los mismos que los daunios? 

Los apulios se enfrentaron (como la mayoría de los habitantes de la Italia antigua) en repetidas ocasiones con Roma. Fueron sucesivamente aliados de los samnitas y también tomaron partido por Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica. Finalmente Roma devastó este hermoso país (Guerra de la Confederación Itálica 90 – 88 a.C.) 

“... hay pues, tres clases de apulios, los teanos, por el nombre de su caudillo, que proceden de los griegos, los lucanos, que fueron sometidos por Calcante, en los lugares que ahora ocupan los atinates, y los daunios....” 
Plinio el Viejo.

miércoles, 4 de octubre de 2017

A TRAVÉS DE LOS ALPES.



“Después de haber reclutado todas las tropas que pudo entre los celtíberos, africanos y otros pueblos, y de encomendar los asuntos de Iberia a su hermano Asdrúbal, atravesó los montes Pirineos en dirección al país de los celtas, hoy llamado Galia, con nueve mil soldados de infantería, doce mil jinetes y treinta y siete elefantes. Atravesó el país de los galos, atrayéndose a algunos con dinero, a otros, mediante la persuasión, y a otros, en fin, sometiéndolos por la fuerza. Cuando llegó a los Alpes y no encontró ningún paso que los atravesara o pasara sobre ellos – pues se trata de una cordillera sumamente escarpada -, emprendió también su ascenso con intrepidez sufriendo grandes pérdidas debido a la gran cantidad de nieve y al rigor del frío existentes. Cortaba madera, la quemaba y apagaba los rescoldos con agua y vinagre, y a la roca, que se había tornado frágil por este procedimiento, la rompía con martillos de hierro. Así, abrió un paso sobre las montañas que aún está en uso en la actualidad y se llama paso de Aníbal. Como le empezaron a faltar las provisiones, se apresuró en su marcha sin que los romanos se percataran de que en realidad estaba ya en Italia, y al sexto mes de su partida de Iberia, después de haber perdido a muchos hombres, descendió desde los montes a la llanura”.
Apiano. La Guerra de Aníbal, 4.


sábado, 10 de mayo de 2014

CARTAGONOVA.PRÓLOGO E INTERMEZZO DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA.



Prólogo. Tras la humillante derrota sufrida en el mar durante la Primera Guerra Púnica y con el objetivo de conseguir el oro suficiente para pagar las fuertes indemnizaciones de guerra, el poderoso clan de los Bárquida, amplió horizontes, desembarcó en Iberia y comenzó la conquista del próspero territorio peninsular. En la costa levantina, Asdrúbal Barca fundó, en el año 227 a.C., una ciudad para convertirla en capital púnica en suelo ibérico. 


Intermezzo. En el punto álgido del conflicto, año 209 a.C., con Aníbal en Italia campando a sus anchas, Publio Escipión decidió mover ficha en el enorme tablero estratégico del Mediterráneo Occidental y tomó Cartagonova a hierro y fuego, arrebatando al enemigo este importante enclave. Además los ejércitos púnicos quedaban incomunicados y su encarnizado enemigo, aislado en Italia. La conquista romana de Cartagonova fue el principio del fin para Aníbal.

miércoles, 7 de mayo de 2014

THE MEETING OF DIDO AND AENEAS


Pintura de Nathaniel Dance Holland expuesta en Tate Britain
Dido y Eneas. Amor y Pasión. Enamorados y Enemigos. Ambos llegaron a las cálidas tierras del continente africano atravesando el mar Mediterráneo, huyendo de su patria. Ambos tenían una cita con el destino. Ambos sabían que jamás podrían permanecer juntos. 

Y Eneas marchó.

Nada hay peor que una mujer despechada. No hay odio más mortífero que aquel que nace del corazón que un día te amó. La ira de Dido atravesó centurias y los fuertes brazos de los Bárquidas a punto estuvieron de cumplir la maldición lanzada al viento por la desdichada reina de Cartago. 


jueves, 14 de marzo de 2013

GUERRAS PÚNICAS (generalidades)


Prólogo

A medida que Roma se iba acercando al mar Mediterráneo entraba en conflicto con la gran potencia marítima de la zona (y de la época); Cartago, herederos de los intrépidos navegantes fenicios. De la lucha entre estos dos colosos saldría el auténtico "Dueño del Mediterráneo". Como en un western, "forastero, este pueblo es demasiado pequeño para los dos". 


Hacia el siglo III a.C. la expansión romana hacia el sur de la península itálica y la ocupación de Sicilia por los cartagineses provocó que únicamente el Estrecho de Messina, separase a estos dos bravos púgiles. A partir de este momento el choque se hizo inevitable. 

Primera Guerra Púnica (264 - 241 a.C.) 

Por primera vez en su historia Roma tuvo que combatir en el mar. En un principio, los romanos perdían todos sus combates contra la experimentada armada de Cartado, dueños de las aguas mediterráneas. Pero como siempre Roma no cejó en el empeño, y finalmente en el 241 a.C. los romanos pudieron voltear la situación, y el cónsul Quinto Lutacio Catulo venció a Amílcar Barca. 


Cartago perdió su flota, tuvo que pagar enormes indemnizaciones de guerra y ceder Sicilia a Roma, que se convirtió en provincia, la primera de muchas. 

Interludio (241 - 219 a.C.) 

La derrota sumió a Cartago en una importante crisis; se sublevaron sus mercenarios, y además se vio obligada a ceder a Roma, Córcega y Cerdeña, que formaron la "segunda provincia romana". 

Para compensar y conseguir el dinero necesario para pagar a Roma, la familia de los Barca, apoyados por el Senado de Cartago, se lanzó a la conquista de la Península Ibérica. En un principio, esta zona no colisionaba  con los intereses de Roma, y se delimitaron bien las áreas de influencia de ambas potencias mediante el Tratado del Ebro. 

Amílcar Barca y posteriormente su yerno Asdrúbal, concretaron la conquista y control cartaginés de todo el sur y levante ibérico, sentando las bases de un nuevo imperio comercial y territorial. Tras la muerte de Asdrúbal, se hizo con el poder el joven hijo de Amílcar, Aníbal. 

Segunda Guerra Púnica. El choque definitivo (219 - 202 a.C.) 

Aníbal Barca llevó a Roma hasta el límite de sus fuerzas, la lanzó contra las cuerdas, la puso de rodillas, y cuando pudo asestarle la estocada final, le perdonó la vida. Roma no desaprovechó la gentiliza, se rehizo, se revolvió como león malherido y derrotó a Cartago de forma total. 

Aníbal quería provocar una guerra y destruyó Sagunto, aliada de Roma, y en una maniobra sin precedentes atravesó los Pirineos y los Alpes para caer por sorpresa sobre el Norte de Italia. 

Tras una serie de exitosas victorias, en Tesino, Trebia, Trasimeno, y especialmente en Cannas, Aníbal renunció a marchar sobre Roma cuando pudo hacerlo, sellando con ello su fatídico destino. 

Los romanos por su parte, se dedicaron a barrer de la península Ibérica cualquier rastro de los cartagineses. En el 202 a.C. Publio Cornelio Escipión obligó a Aníbal a librar una batalla en la llanura de Zama, cerca de Cartago. La victoria de Escipión fue absoluta, y lo único que no hizo fue arrasar la capital cartaginesa.

Epílogo (149 - 146 a.C.)

Tras su victoria sobra Cartago quedó como potencia hegemónica en el Mediterráneo Occidental, ejerciendo un dominio efectivo sobre las grandes islas - Córcega, Sicilia y Cerdeña - , el importante emporio de Marsella, las costas de Iberia (comenzando la conquista del interior), los galos de la costa - donde creo la provincia de la Galia Narbonense - y los territorios norteafricanos de Numidia y Mauritania.

Pero el recuerdo del sufrimiento soportado durante la Segunda Guerra Púnica, llevó a Roma a "inventar una nueva guerra". En esta ocasión sometió a Cartago a un duro asedio, que terminó con la destrucción de la ciudad, logrando de esta manera, borrarla de la faz de la tierra . . . aunque nunca pudo eliminar su recuerdo. . . 

miércoles, 13 de marzo de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XIX)

36 La rebelión de las tropas es sofocada
Escipión tenía en torno a él una guardia que no era visible. En primer lugar les censuró por lo sucedido, después les dijo que sólo haría recaer la culpa sobre los que comenzaron la revuelta, "a los que yo castigaré con vuestra ayuda". Y mientrar decía esto, ordenó a los lictores que dividieran en dos partes a la multitud. Así lo hicieron y los senadores llevaron a los culpables al centro de la asamblea. Cuando prorrumpieron en gritos y llamaron a sus compañeros de armas para que les socorrieran, los tribunos dieron muerte al instante a los que se hicieron eco de sus palabras. La multitud, una vez que supo que la asamblea estaba custodiada, se sumió en un silencio sombrío. Escipión, después de ultrajar a los que habían sido conducidos al centro, y en especial, a los que de entre ellos habían gritado en demanda de ayuda, ordenó que se les cortara el cuello a todos tras sujetarlos con clavos al suelo y, para el resto, proclamó por medio del heraldo el perdón. De este modo, Escipión restableció la situación en el campamento. 

37 Indíbil. Masinissa se alía con Escipión. 
Indíbil, uno de los reyes que había llegado a un acuerdo con él, realizó una incursión en una parte del territorio sometido a Escipión mientras estaba amotinado el ejército romano. Y cuando Escipión marchó contra él, sostuvo el combate con bravura y mató a mil doscientos romanos, pero al haber perdido a veinte mil de los suyos, se vio obligado a pedir la paz. Y Escipión le impuso una multa y llegó a un acuerdo con él. Massinissa, sin que Asdrúbal se percataase, cruzó el estrecho, y entablando relaciones de amistad con Escipión, juró combatir como su aliado, si llevaba la guerra contra África. Este hombre se mantuvo fiel en todas las circunstancias a causas del siguiente motivo. La hija de Asdrúbal, el general que entonces combatía a su lado, le había sido prometida en matrimonio a Massinissa. Pero el rey Sifax se enamoró de la joven y los cartagineses, considerando de gran importancia asegurarse a Sifax contra los romanos, le concedieron a la joven sin consultarle nada a Asdrúbal .Llevada a cabo esta acción, Asdrúbal la mantuvo oculta, por respeto a Masinissa, pero al enterarse éste hizo una alianza con Escipión. Y Magón, el almirante, habiendo perdido la esperanza en los asuntos de Iberia a juzgar por la situación presente, se hizo a la mar rumbo al país de los ligures y los celtas, y se dedicó a reclutar mercenarios. Mientras andaba ocupado en estos asuntos, los romanos se apoderaron de Gades, que había sido abandonada por Magón. 

viernes, 8 de marzo de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XVIII)


34 Sedición en el ejército de Escipión. 
Después de estos sucesos, Escipión cayó enfermo y Marcio asumió el mando del ejército. Pero todos aquellos soldados que habían gastado sus ganancias a causa de su vida disipada, juzgando que, por no tener nada, nada digno de sus fatigas habían conseguido y que Escipión los despojaba de su fama y sus hechos gloriosos de armas, hicieron defección de Marcio y acamparon por su cuenta. Se unieron a ellos muchos otros procedentes de las guarniciones, y algunos, llevando dinero de parte de Magón, intentaban persuadirlos para que se pasaran a su lado. Los amotinados tomaron el dinero, eligieron generales y centuriones entre ellos, dispusieron a su manera los demás asuntos y se pusieron a sí mismos bajo disciplina militar tomándose mutuos juramentos. Cuando Escipión se enteró, mandó decir a los sublevados que, debido a su enfermedad, no les había podido recompensar y, de otro lado, a los demás les apremió a que hicieran deponer su actitud a sus compañeros amotinados, y en común a todos les envió otra carta, como si ya estuvieran reconciliados, diciéndoles que les iba a recompensar de inmediato. Y les dio la orden de que marcharan, al punto, a Cartago Nova en busca de provisiones.

35 Escipión toma medidas para sofocar la sedición. 
Cuando fuero leídas estas cartas, algunos sospechaban, otros, en cambio, les daban crédito, de modo que llegaron a un acuerdo y todos a la vez se pusieron en camino hacia Cartago Nova. Al aproximarse éstos, Escipión dio la orden a los senadores que le acompañaban de que cada uno de ellos tomase como compañero a uno de los cabecillas de la sedición, cuando se acercaran, y lo recibiese como huésped, como si fuera a aconsejarle en tono amigable, y lo retuviera a ocultas prisionero. Ordenó también a los tribunos militares que cada uno tuviera dispuestos con sus armas a los hombres más fieles al rayar el alba sin ser vistos y que, ocupando los lugares estratégicos de la asamblea a intervalos, en el caso de que alguien se pusiera de pie con idea de causar algún disturbio, lo asaetearan y mataran inmediatamente sin orden previa. Él en persona, poco después de despuntar el día, se hizo llevar a la tribuna y envió por los alrededores a los heraldos para convocar a la asamblea. La proclama los cogió de improviso y, sintiendo vergüenza de que su general, todavía enfermo, estuviera aguardándoles y creyendo que eran convocados para el asunto de las recompensas, se precipitaron corriendo en tropel desde todos los lugares, unos sin ceñirse las espadas, otros vestidos sólo con la túnica, sin haber tenido lugar de ponerse toda su indumentaria. 

martes, 5 de marzo de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XVII)


32 Cástax e Ilurgia
Mientras Magón estaba inactivo, Silano fue enviado por Escipión a someter a la ciudad de Cástax (¿desconocida?/¿Cástulo?), pero como sus habitantes le recibieron de manera hostil, fijó su campamento ante ellos y los comunicó a Escipión. Éste envió por delante un equipo de asedio y lo siguió, pero desviándose en su camino, atacó a la ciudad de Ilurgia. Dicha ciudad era aliada de los romanos en tiempos del anterior Escipión, pero cuando aquél murió, se pasó en secreto al bando cartaginés y, después de haber acogido a un ejército romano como si fuera todavía amiga, lo entregó a los cartagineses. Por este motivo, Escipión, lleno de ira, tomó a la ciudad en cuatro horas y, pese a estar herido en el cuello, no desistió del combate hasta conseguir el triunfo. Y su ejército, por la misma razón, olvidándose del saqueo y sin que nadie se lo ordenara, mató cruelmente incluso a los niños y a las mujeres, hasta dejar reducida a la ciudad a sus cimientos. Después de llegar a Cástax, Escipión dividió al ejército en tres cuerpos y mantuvo a la ciudad bajo vigilancia, pero no comenzó el combate para dar tiempo a sus habitantes a cambiar de actitud, pues había oído que estaban dispuestos a ello. Y éstos, tras atacar y dar muerte a aquella parte de la guarnición que se les oponía, entregaron la ciudad a Escipión. Este último estableció una nueva guarnición y colocó la ciudad bajo el mando de uno de sus propios ciudadanos que gozaba de alta reputación. Retornó entonces a Cartago Nova, enviando a Silano y a Marcio a la zona del estrecho para que devastaran todo cuanto pudiesen. 

33 Astapa 
Astapa era una ciudad que, siempre y en bloque, había permanecido fiel a los cartagineses. Sus habitantes, en esta ocasión en que Marcio tenía establecido el cerco en torno a ellos, convencidos plenamente de que si los romanos los apresaban los iban a reducir a la esclavitud, reunieron todos sus enseres en la plaza pública y tras apilarles alrededor troncos de madera, hicieron subir sobre la pila a los niños y mujeres. Tomaron juramento, a cincuenta hombres notables de entre ellos, de que, cuando la ciudad fuera apresada, matarían a las mujeres y a los niños, prenderían fuego a la pila y se degollarían a sí mismos. Los astapenses, poniendo a los dioses por testigos de estas cosas, se lanzaron a la carrera contra Marcio, que no sospechaba nada, por lo que hicieron replegarse a sus tropas ligeras y a la caballería. E incluso, una vez que estuvo dispuesta la legión con sus armas, las tropas de los astapenses eran, con mucho, las más destacadas por combatir a la desesperada, pero, no obstante, se impusieron los romanos por el nùmero, ya que por el valor no fueron inferiores en absoluto los de Astapa. Y cuando todos estuvieron muertos, los cincuenta que quedaban degollaron a las mujeres y a los niños, prendieron el fuego y se arrojaron a sí mismos a él, dejando a los enemigos una victoria sin provecho. Marcio, sobrecogido por el valor de los de Astapa, no cometió ningún acto de violencia contra sus casas. 

martes, 26 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XVI)


30 Escipión acude a la corte de Sifax
Los emisarios cartagineses, que todavía estaban con Sifax, le salieron al encuentro cuando se acercaba a las costa sin que Sifax lo supiera. Pero Escipión, a toda vela, los pasó de largo con facilidad y alcanzó el puerto. Sifax los hospedó a ambos, y habiendo concertado una entrevista en privado con Escipión, los despidió tras darle garantías y retuvo a los cartagineses, que estaban de nuevo acechando a la espera de Escipión, hasta que éste estuvo a salvo a gran distancia en el mar. Tan gran riesgo corrió Escipión, al desembarcar y al hacerse a la mar de regreso. Se dice que en un banquete dado por Sifax, Escipión compartió el mismo sofá que Asdrúbal y éste, después de haberle hecho preguntas sobre muchas cuestiones, quedó asombrado de su dignidad y dijo a sus amigos que ese hombre no sólo era temible en el combate sino incluso en el banquete. 

31 Hechos de armas de Marcio
Por estas fechas, algunos celtíberos e iberos cuyas ciudades se habían pasado a los romanos todavía seguían sirviendo a Magón en calidad de mercenarios. Marcio los atacó y dio muerte a mil quinientos, y el resto escapó para refugiarse en sus ciudades. A otros setecientos jinetes y seis mil soldados de infantería guiados por Annón los copó en una colina, desde donde, al carecer de todo, enviaron mensajeros a Marcio para conseguir una tregua. Éste les comunicó que pactaría cuando les entregaran a Annón y a los desertores. Entonces, ellos se apoderaron de Annón, aunque era su propio general, mientras escuchaba las propuestas, y de los desertores, y se los entregaron. Marcio reclamó también prisioneros. Cuando los hubo obtenido, les ordenó a todos que llevasen una cantidad estipulada de dinero a un determinado lugar de la llanura, pues no eran propios de los suplicantes los lugares elevados. Una vez que bajaron a la llanura, les dijo: "Acciones merecedoras de la muerte habéis cometido vosotros que, teniendo a vuestros lugares patrios sometidos a nosotros, escogistéis combatir contra ellos al lado de los enemigos. No obstante, os concedo marcharos sin sufrir castigo si deponeis vuestras armas". Sin embargo, la indignación se apoderó de todos a la vez y gritaron que no entregarían sus armas. Tuvo lugar un combate encarnizado en el que la mitad de los celtíberos cayó tras haber opuesto una feroz resistencia, y la otra mitad consiguió ponerse a salvo junto a Magón. Éste hacía poco que había llegado al campemento de Annón con sesenta navíos y al enterarse del desastre de éste, navegó hasta Gades y, sufriendo por el hambre, aguardó el futuro giro de los acontecimientos. 

viernes, 22 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA 
APIANO (XV)

28 Nuevos hechos victoriosos de Escipión, Asdrúbal parte hacia Italia.
Después de este combate, los cartagineses se seguían retirando con toda rapidez y Escipión los seguía, causándoles daños y bajas cuantas veces podía ponerles la mano encima. Pero cuando ellos ocuparon un lugar bien protegido, con agua y comida abundante, y no se podía hacer otra cosa que sitiarlos, a Escipión le apremiaban otras tareas, de modo que dejó a Silano para establecer el asedio y él se marchó a otras partes de Iberia y las sometió. Los cartagineses que sufrían el sitio por Silano retrocedieron y, finalmente, llegando al estrecho cruzaron a Gades. Silano, tras infligirles todo el daño que pudo, se reunió con Escipión en Cartago Nova. A Asdrúbal, el hijo de Amílcar que estaba todavía levando tropas en torno al océano septentrional, le ordenó su hermano Aníbal que invadiera de inmediato Italia. Y él, con objeto de pasar inadvertido a Escipión, siguiendo por la costa del Océano Septentrional, cruzó los Pirineos hacia la Galia con los celtíberos que había reclutado. De este modo, Asdrúbal se encaminó hacia Italia a marchas forzadas sin que lo supieran los italianos. 

29 Lelio es enviado a África. 
Lucio, que había regresado desde Roma, le dijo a Escipión que los romanos pensaban enviarlo como general a África. Él, que deseaba esto ardientemente desde hacía mucho tiempo, y esperaba que sucediera así, envió a Lelio a África con cinco naves ante el rey Sifax, llevándole regalos y el recuerdo de su amistad con los Escipiones y la petición de que se uniera a los romanos en caso de que llegaran a hacer una expedición. Él prometió hacerlo, aceptó los presentes y envió, a su vez, otros. Al enterarse de esto los cartagineses enviaron también ellos embajadores junto a Sifax en busca de su alianza. Escipión cuando lo supo, juzgando importante atraerse a Sifax y consolidar su amistad contra los cartagineses, partió con dos naves en compañía de Lelio para verlo en persona. 

jueves, 21 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (XIV)

26 Escipión infunde ánimos a sus soldados
Pero, una vez que empezaron a faltarles las provisiones y el hambre hizo presa del ejército, Escipión juzgó que no era conveniente retirarse. Antes bien, tras realizar un sacrificio, convocó al ejército para dirigirles la palabra nada más concluir éste, y adoptando una vez más el rostro y la postura de un inspirado, les dijo que le había llegado el presagio divino habitual y le había exhortado a dirigirse contra los enemigos. Y era necesario tener más confianza en el dios que en el número de tropas del ejército, pues también habían obtenido las victorias precedentes en razón al favor divino y no por su fuerza numérica. Y, con objeto de inspirar confianza en sus palabras, ordenó a los adivinos que llevasen al centro de la asamblea las entrañas de las víctimas sacrificadas. Mientras hablaba, observó que algunos pájaros estaban revoloteando y, volviéndose bruscamente allí mismo con un movimiento rápido y un alarido, los señaló y dijo que los dioses también se los habían enviado como símbolos de la victoria. Les acompañaba en sus movimientos clavando sus ojos en ellos y gritando como un inspirado. Todo el ejército seguía a un mismo tiempo las gesticulaciones de aquél, que giraba de acá para allá, y todos se sintieron llenos de ardor como ante una victoria segura. Escipión, cuando tuvo todo tal como había planeado, no vaciló ni permitió que su ardor se enfriara, sino que, como un inspirado todavía, afirmó que era necesario entablar combate al punto, después de estas señales. Dio la orden de que tomaran las armas después de comer y los condujo contra los enemigos sin que éstos los esperaran. Puso al frente de la caballería a Silano y al frente de la infantería a Lelio y a Marcio. 

27 La batalla de Carmona 
Asdrúbal, Magón y Masinissa, cuando Escipión les atacó de modo repentino, mediando tan sólo diez estadios entre ambos ejércitos, armaron a sus tropas, que aún no habían comido, con toda rapidez, confusión y tumulto. Se entabló un combate a la vez con la infantería y la caballería, y la caballería romana prevaleció por su misma táctica, persiguiendo sin tregua a los númidas acostumbrados a retroceder y volver al ataque. A estos últimos, a tan corta distancia, de nada les servían sus dardos. La infantería, sin embargo, se encontraba en situación desesperada a causa del número de los africanos y se veían superados a lo largo de todo el día. Con todo, Escipión no consiguió cambiar la suerte de la batalla, aunque corría a su lado y los animaba sin cesar. Finalmente, entregando su caballo a un muchacho y tomando un escudo de las manos de un soldado, se lanzó a la carrera, solo como estaba, en el espacio abierto entre los dos ejércitos gritando: "Venid, romanos, en socorro de vuestro Escipión que corre peligro". Entonces, al ver los que estaban cerca en qué grado de peligro se encontraba y al enterarse de ello los que estaban lejos, movidos todos de igual modo, por un sentimiento de pudor y temiendo por la seguridad de su general, cargaron a la carrera furiosamente contra los enemigos con alaridos. Los africanos, incapaces de resistir este ataque, cedieron, pues se daba además la circunstancia de que les faltaban las fuerzas al atardecer, por no haber probado alimentos. En poco tiempo perecieron en gran número. Éste fue el resultado que obtuvo Escipión en la batalla celebrada en las cercanías de Carmona y cuyo desenlace fue incierto durante mucho tiempo. En ella los romanos perdieron ochocientos hombres y las bajas enemigas fueron de quince mil hombres. 

miércoles, 20 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (XIII)

24 Escipión prosigue su avance victorioso por Iberia
Escipión estableció una guardia en Cartago Nova y ordenó que se elevara la muralla que daba al lugar de la marea. Él se puso en camino hacia el resto de Iberia y, enviando a sus amigos a cada región, las atraía bajo su mando de buen grado y, a las demás que se le opusieron, las sometió por la fuerza. Eran dos los generales cartagineses que quedaban y ambos se llamaban Asdrúbal; uno de ellos, el hijo de Amílcar, andaba reclutando mercenarios muy lejos entre los celtíberos, y el otro Asdrúbal, el hijo de Giscón, enviaba emisarios a las ciudades que todavía eran fieles demandando que permanecieran en este fidelidad a Cartago, pues estaba a punto de llegar un ejército inmenso, y envió a otro Magón a las zonas próximas a reclutar mercenarios de donde le fuese posible, mientras que él en persona se dirigió contra el territorio de Lersa, que se les había sublevado, y se dispuso a sitiar alguna ciudad de allí. Sin embargo, cuando se dejó ver Escipión, Magón se retiró a Bética y acampó delante de la ciudad. En este lugar fue derrotado de inmediato, al día siguiente, y Escipión se apoderó de su campamento y de Bética. 

25 Escipión acampa junto a Carmona 
Asdrúbal, el hijo de Giscón, concentró el ejército cartaginés, que aún estaba en Iberia, en la ciudad de Carmona, con la intención de atacar a Escipión a la vez con todas sus tropas. Se unieron a él muchos iberos que trajo Magón y muchos númidas mandados por Masinissa. Asdrúbal acampó dentro del recinto fortificado del campamento con la infantería, en tanto que Masinissa y Magón, que estaban al frente de la caballería, vivaqueaban delante de él. Escipión, por su parte, dividió su propia caballería frente a esta disposición del enemigo y, a Lelio, lo envió contra Magón, mientras que él se opuso a Masinissa. Durante un cierto tiempo estuvo en una situación crítica y tuvo un trabajo penoso, porque los númidas lo asaeteaban a él y a sus hombres y se retiraban a continuación para volver de nuevo a la carga. Pero cuando Escipión dio la orden de perseguirlos sin tregua presentando las lanzas, los númidas, al no tener posibilidad de contraatacar, se replegaron huyendo hacia el campamento. Escipión, desistiendo de la persecución, fijó su campamento a unos diez estadios en una posición sólido que había elegido adrede. El número global de las fuerzas enemigas era de setenta mil soldados de infantería, cinco mil jinetes y treinta y seis elefantes. Escipión no contaba siquiera con un tercio de estas tropas. Éste fue el motivo de que estuviera indeciso durante algún tiempo y no ofreciera batalla, entablando solamente escaramuzas. 

lunes, 18 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (XII)

22 La ciudad es capturada.
Después de coger él, el primero, una de las escaleras, la apoyó contra el muro y empezó a subir cuando aún no lo había hecho ningún otro, hasta que, rodeándole sus escuderos y otros soldados del ejército, se lo impidieron y ellos mismos acercaron, a la vez, gran cantidad de escaleras y treparon. Ambos bandos atacaron con gritos y celo e intercambiaron golpes variados, pero, no obstante, vencieron los romanos. Consiguieron subir a unas pocas torres en las que Escipión colocó trompeteros y hombres provistos con cuernos de caza, y les dio la orden de animar y causar alboroto para dar la impresión de que ya había sido tomada la ciudad. Otros, corriendo de aquí para allá, provocaban el desconcierto de igual manera y algunos, descendiendo de un salto desde las almenas, le abrieron las puertas a Escipión. Éste penetró a la carrera con el ejército. De los que estaban dentro algunos se refugiaron en sus casas; Magón, por su parte, reunió a sus diez mil soldados en la plaza pública y cuando éstos sucumbieron se retiró de inmediato con unos pocos a la ciudadela. Pero al atacar, acto seguido, Escipión la ciudadela, como ya no podía hacer nada con unos hombres que estaban en inferioridad numérica y acobardados por el miedo, se entregó el mismo a Escipión. 

23 Recuento del botín conseguido en Cartago Nova 
Éste, por haber tomado en un sólo día, el cuarto de su llegada, una ciudad poderosa y rica, debido a su audacia y buena estrella, se sintió presa de un gran orgullo y daba la impresión, en mayor medida, que ejecutaba cada acción de acuerdo con los designios de la divinidad. No sólo lo pensaba así él mismo en su interior, sino que lo manifestaba públicamente en sus discursos entonces, y desde aquel momento, durante el resto de su vida. Muchas veces, en efecto, penetraba solo en el Capitolio y cerraba las puertas tras de sí, como si se dispusiera a recibir alguna información de parte de la divinidad. Y todavía en la actualidad llevan en las procesiones desde el Capitolio solamente la estatua de Escipión, en tanto que las de los demás las llevan desde el foro. En la ciudad tomada se apoderó de almacenes con enseres útiles para tiempos de paz y de guerra, gran cantidad de armas, dardos, máquinas de guerra, arsenales para los navíos, treinta y tres barcos de guerra, trigo y provisiones variadas, marfil, oro, plata - una parte consistente en objetos, otra acuñada y una tercera sin acuñar -, rehenes iberos y prisioneros de guerra y todas aquellas cosas que antes habían quitado a los romanos. Al día siguiente, realizó un sacrificio y celebró el triunfo. Después hizo un elogio del ejército, pronunció una arenga a la ciudad y, tras recordarles a los Escipiones, dejó partir libres a los prisioneros de guerra hacia sus respectivos lugares de origen con objeto de consagraciarse a las ciudades. Otorgó las mayores recompensas al que subió en primer lugar la muralla, al siguiente le dio la mitad de ésta, al tercero la tercera parte y a los demás proporcionalmente. El resto del botín - lo que quedaba de oro, plata o marfil - lo envió a Roma a bordo de las naves apresadas. La ciudad celebró un sacrificio durante tres días, pensando que de nuevo volvía a renacer el éxito ancestral y, de otro lado, Iberia y los cartagineses que habitaban en ella quedaron estupefactos por el temor ante la magnitud y rapidez de su golpe de mano.

jueves, 14 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA APIANO (XI)

  20 Ataque a Cartago Nova
Animado por estos cálculos y sin haberle comunicado a nadie por dónde pensaba atacar, al ponerse el sol condujo al ejército durante toda la noche hasta Cartago Nova. Al amanecer, en medio del estupor de los africanos, empezó a cercar la ciudad con un empalizada y se preparó para el dí siguiente, apostando escaleras y máquinas de guerra por todo alrededor de la misma, excepto por una sola parte en la que el muro era más bajo y estaba bañada por una laguna y el mar, por lo que la vigilancia era menos intenso. Habiendo cargado durante la noche todas las máquinas con dardos y piedras y tras apostar frente al puerto de la ciudad a sus naves a fin de que las de los enemigos no pudieran escapar a través de él - pues confiaba absolutamente en apoderarse de la ciudad a causa de su elevada moral -, antes del amanecer hizo subir al ejército sobre las máquinas, exhortando a una parte de sus tropas a entablar combate con los enemigos desde arriba y otra parte a empujarlas contra el muro por su parte inferior. Magón, a su vez, apostó a sus diez mil hombres en las puertas, con la intención de salir, cuando se les presentara la ocasión, con sólo las espadas - pues no era posible usar las lanzas en un espacio estrecho - y envió a los restantes a las almenas. También se tomó él el asunto con mucho celo colocando numerosas máquinas, piedras, dardos y catapultas. Hubo gritos y exhortaciones por ambas partes, ninguno quedó atrás en el ataque y el coraje, lanzando piedras, dardos y jabalinas, unos con las manos, otros con las máquinas y otros con hondas. Y se sirvieron con ardor de cualquier otro instrumento o recurso que tuvieran en sus manos .

21 Escipión se da cuenta de que la marea deja desguarnecida una parte del muro.
Las tropas de Escipión sufrieron mucho daño. Los diez mil soldados cartagineses que estaban junto a las puertas, saliendo a la carrera con las espadas desenvainadas, se precipitaron contra los que empujaban las máquinas y causaron muchas bajas pero no sufrieron menos. Finalmente, los romanos empezaron a imponerse por su laboriosidad y constancia. Entonces cambió la suerte, porque los que estaban sobre las murallas se encontraban ya cansados y los romanos consiguieron adosar las escalas a los muros. Sin embargo, los cartagineses que llevaban espadas penetraron a la carrera por las puertas y cerrándolas tras ellos se encaramaron a los muros. De nuevo la lucha se hizo penosa y difícil para los romanos hasta que Escipión, su general, que recorría todos los lugares dando gritos y exhortaciones de ánimos, se dio cuenta, hacia el mediodía, de que el mar se retiraba por aquella parte en la que el muro era bajo y lo bañaba la laguna. Se trataba del fenómeno diario de la bajada de la marea. El agua avanzaba hasta mitad del pecho y se retiraba hasta media rodilla. Escipión se percató entonces de esto y comprendíó la naturaleza del fenómeno, a saber, que estaría baja durante el resto del día y, antes de que el mar volviera a subir, se lanzó a la carrera por todas partes gritando: "Ahora es el momento, soldados, ahora viene la divinidad como aliada mía. Avanzad contra esta parte de la muralla. El mar nos ha cedido el paso. Llevad las escaleras y yo os guiaré".

lunes, 11 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (X)

18 Cornelio Escipión es elegido general para Iberia. Su partida.
Fijaron, por consiguiente, con antelación el día en el que elegirían un general para Iberia. Al no presentarse nadie como candidato, el miedo se acentuó y un silencio sombrío atenazó a la asamblea. Finalmente Cornelio Escipión, el hijo de Publio Cornelio muerto en Iberia, hombre muy joven - tenía 24 años - , pero con fama de prudente y noble, avanzando hasta el centro de la asamblea pronunció un solemne discurso acerca de su padre y de su tío, y después de lamentar su aciago destino proclamó que, por encima de todo, él era el vengador familiar de su padre, de su tío y de su patria. Expuso muchas otras razones sin pausa y con vehemencia, como un inspirado, prometiendo apoderarse no sólo de Iberia, sino, tras de ella, de África y Cartago también. A algunos les pareció que hablaba a la ligera, como cosa propia de su juventud, pero al pueblo, encogido por el miedo, le volvió a infundir ánimos, ya que los que están asustados se alegran con las promesas, y fue elegido general para Iberia en la convicción de que iba a llevar a cabo algo digno de su coraje. En cambio, los de más edad no lo consideraban coraje sino temeridad. Escipión, al darse cuenta de esto, los convocó de nuevo en asamblea y pronunció otro discurso solemne en un sentido similar al anterior. Y, tras afirmar que su edad no sería para él impedimento alguno, no obstante les invitó públicamente a que si alguno de sus mayores quería asumir el mando se lo cedería de voluntad. Sin embargo, como nadie aceptó su invitación, rodeado de mayores elogios y admiración, partió con diez mil soldados de infantería y quinientos jinetes, pues le fue imposible llevarse un ejército más numeroso, debido a que Aníbal estaba asolando Italia. También cogió riquezas, otros enseres y veintiocho barcos de guerra, con los que se hizo a la mar rumbo a Iberia. 

19 Escipión en Iberia. Decide atacar Cartago Nova. 
Después de hacerse cargo del ejército que estaba allí y reunirlo en un solo cuerpo de ejército con las tropas que llevaba, realizó un rito de purificación y se dirigió a ellos también con palabras grandilocuentes. Se extendió al punto por toda Iberia, molesta con los africanos y nostálgica de la noble generosidad de los Escipiones, la noticia de que Escipión, el hijo de Escipión, había llegado como su general por designio de la providencia. Al enterarse Escipión de esto, fingió que realizaba todo como inspirado por la divinidad. Se informó de que los enemigos acampaban en cuatro campamentos, distantes un gran trecho unos de otros, con veinticinco mil soldados de infantería y dos mil quinientos jinetes, pero que tenían su provisión de riquezas, de trigo, armas, dardos, naves, prisioneros y rehenes procedentes de toda Iberia en la ciudad llamada antes Sagunto y entonces ya Cartago Nova, y de que la custodiaba Magón con diez mil cartagineses . Decidió atacarles, en primer lugar, a causa del escaso número de tropas que estaban con Magón y de la gran cantidad de provisiones, y con la idea de tener a esta ciudad como una base segura de operaciones por tierra y por mar contra toda Iberia, ya que poseía minas de plata, un territorio fértil y mucho oro, y constituía el paso más corto a África. 

sábado, 9 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA APIANO (IX)


16 Muerte de los Escipiones
Los cartagineses, cuando concertaron la paz con Sifax, enviaron de nuevo a Asdrúbal a Iberia con un ejército más numeroso y con treinta elefantes. Le acompañaban otros dos generales, Magón y otro Asdrúbal que era hijo de Giscón. Y a partir de entonces la guerra se hizo mucho más difícil para los Escipiones, pero, incluso en estas condiciones, resultaron vencedoras. Perecieron muchos africanos y gran número de elefantes y, finalmente, al aproximarse el invierno los africanos invernaron en Turditania y, de los Escipiones, Gneo lo hizo en Orsón y Publio en Cástulo. Aquí recibió la noticia del avance de Asdrúbal. Saliendo de la ciudad con un destacamento pequeño para reconocer el campamento, se aproximó a Asdrúbal sin ser visto y después de rodearle con la caballería a él y a todos los que le acompañaban, los mató. Gneo que no tenía noticias de nada envió soldados a su hermano para que se aprovisionaran de trigo, y encontrándose con ellos otros africanos entablaron combate. Al enterarse Gneo salió a la carrera como estaba con las tropas ligeras en su auxilio. Sin embargo, ya habían matado a los anteriores y persiguieron a Gneo hasta que se refugió en una torre. Entonces le prendieron fuego a la torre, y Escipión y sus compañeros murieron abrasados. 

17 Incremento del poderío cartaginés en Iberia. 
De esta forma perecieron los dos Escipiones, hombres excelentes en todo, y a ellos les añoraron los iberos que, gracias a su intervención, se habían pasado a los romanos. Cuando se enteraron los de la ciudad fueron presa de gran aflicción y enviaron hacia Italia a Marcelo, que había llegado de Sicilia hacía poco tiempo, y en su compañía a Claudio con (...) naves, mil jinetes, diez mil soldados de infantería y recursos suficientes. Como no llevaron a cabo ninguna empresa destacada, el poderío cartaginés se incrementó notablemente y casi llegaron a dominar la totalidad de Iberia, quedando encerrados los romanos en una pequeña franja de terreno en los montes Pirineos. Al enterarse de esto los de Roma, cundió, de nuevo, el pánico. Existía el temor de que mientras Aníbal devastaba la zona norte de Italia estos africanos invadieron el otro extremo. Por este motivo no le era posible evacuar Iberia como era su deseo, por miedo a que esta guerra fuera transferida a Italia. 

viernes, 8 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA APIANO (VIII)


14. Los Escipiones en Iberia 
. . . (los romanos, pensando que) tendrían que sostener la guerra en Iberia y en África - pues ni siquiera habían imaginado que los africanos invadieran jamás Italia -, enviaron a Tiberio Sempronio Longo con ciento sesenta naves y dos legiones a África - lo que hicieron Longo y los demás generales romanos en África está descrito en el libro Púnico -, y a Publio Cornelio Escipión lo enviaron a Iberia al frente de sesenta naves con diez mil soldados de infantería y setecientos jinetes y, como legado suyo, enviaron con él a su hermano Gneo Cornelio Escipión. Publio al enterarse por mercaderes masaliotas de que Aníbal había cruzado los Alpes en dirección a Italia, temiendo que cayera sobre los italiotas inesperadamente, partió con las quinquerremes en dirección a Etruria después de entregar a su hermano Gneo el ejército en Iberia. Lo que hicieron en Italia él y los otros generales de este ejército con posterioridad a él, hasta que lograron expulsar a duras penas de Italia a Aníbal después de dieciséis años, lo refiere el libro siguiente que comprende todos los hechos de Aníbal en Italia y, por eso, se llama el libro "Anibálico" de la historia de Roma. 

15. Actuación conjunta de Publio y Gneo Cornelio Escipión en Iberia. 
Gneo, por su parte, no llevó a cabo nada digno de mención en Iberia antes de que regresara a su lado su hermano Publio. En efecto, los romanos, cuando expiró el tiempo del mandato de Publio, después de haber enviado a Italia contra Aníbal a sus sucesores en el consulado, lo enviaron de nuevo a Iberia tras nombrarlo procónsul. Y desde este momento los dos Escipiones sostuvieron la guerra en Iberia teniendo como oponente a Asdrúbal, hasta que los cartagineses, atacados por Sifax, el rey de los númidas, le hicieron regresar junto con una parte de su ejército y los Escipiones vencieron con facilidad a los que quedaron. Muchas ciudades se les pasaron voluntariamente, pues eran persuasivos en sumo grado tanto para hacer la guerra, como para atraerse aliados.

miércoles, 6 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (VII)

12 Final de Sagunto
Los saguntinos, una vez perdida la esperanza de ayuda de Roma, y como el hambre les acuciaba y Aníbal persistía en su asedio continuo - pues como había oído que la ciudad era próspera y rica no relajaba el asedio -, reunieron el oro y la plata, tanto público como privado, en la plaza pública por medio de una proclama y lo mezclaron con plomo y bronce fundido para que resultara inútil a Aníbal. Y ellos mismos, prefiriendo morir en combate antes que por hambre, se lanzaron a la carrera, de noche todavía, contra los puestos de guardia de los africanos que aún dormían y no sospechaban tal ataque. Por lo cual, los mataron cuando se levantaron del lecho y se estaban armando a duras penas en medio de la confusión y a algunos, incluso, cuando ya estaban luchando. El combate duró mucho tiempo y de los africanos murieron muchos, pero los saguntinos todos. Las mujeres, al ver desde las murallas el fin de sus hombres, se arrojaron unas desde los tejados, otras se ahorcaron y otras, incluso, degollaron a sus propios hijos. Éste fue el final de Sagunto, una ciudad que había sido grande y poderosa. Aníbal, tan pronto como se percató de lo que había sucedido con el oro, movido por la ira, dio muerte a aquellos saguntinos que quedaban y eran adultos, después de torturarlos, pero viendo que la ciudad estaba a orillas del mar y no lejos de Cartago y poseía una tierra buena, la pobló de nuevo e hizo de ella una colonia cartaginesa. La cual creo que actualmente se llama Cartago "Espartágena". 

13 Embajada romana a Cartago. Declaración de Guerra. 
Los romanos enviaron embajadores a Cartago con la orden de que reclamaran a los cartagineses la entrega de Aníbal como responsable de la violación de los tratados, a no ser que todos asumieran la responsabilidad, y de que, si no se lo entregaban, declarasen de inmediato y públicamente la guerra. Los embajadores así lo hicieron y les anunciaron la guerra al no entregarles a Aníbal. Se dice que ocurrió de la siguiente manera. El embajador con una sonrisa les dijo, mostrándole el pliegue de la toga: "Aquí os traigo, cartagineses, la paz y la guerra; tomad aquella que elijáis". Ellos replicaron: "Danos tú, mejor, la que tu quieras". Cuando él les ofreció la guerra, todos prorrumpieron en un grito unánime: "la aceptamos". Y al punto, le comunicaron a Aníbal que ya podía hacer incursiones por toda Iberia sin miedo, pues los pactos estaban rotos. Y él, en consecuencia, marchando contra todos los pueblos cercanos, los puso en sumisión, ya con persuasión, ya por temor o por la fuerza, y reunió un gran ejército sin revelar su finalidad, pero con la secreta intención de invadir Italia. Envió emisarios entre los galos e hizo examinar los pasos de los Alpes. Y los cruzó (dejando) a su hermano Asdrúbal en Iberia (...)

martes, 5 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (VI)

10 Aníbal cruza el Ebro y ataca Sagunto
Y presumiendo que sería un inicio brillante el cruzar el Ebro, convenció a los turbuletes, que eran vecinos de los de Sagunto, a quejarse ante él de estos últimos sobre la base de que hacían incursiones contra su territorio y les causaban muchos otros ultrajes. Y ellos le obedecieron. Entonces, Aníbal envió a los embajadores de éstos a Cartago, en tanto que él, en misivas privadas, expuso que los romanos trataban de convencer a la parte de Iberia sometida a Cartago para que hiciera defección de ésta, y que los saguntinos cooperaban en ello con los romanos. Y en absoluto desistía de su engaño, enviando muchos mensajes en tal sentido, hasta que el consejo le autorizó a actuar con relación a los saguntinos del modo que juzgara oportuno. Y tan pronto tuvo la ocasión, hizo que, de nuevo, los turbuletes se presentaran ante él para quejarse de los saguntinos y mandó venir embajadores de éstos. Se presentaron los embajadores saguntinos y, al exhortarles Aníbal a que cada uno expusiera en su presencia los motivos de sus diferencias, estos últimos manifestaron que remitirían el juicio a Roma. Al decirle esto, los hizo salir del campamento y a la noche siguiente, habiendo cruzado el Ebro con todo el ejército, devastó el territorio y apostó sus máquinas contra la ciudad. Pero, como no pudo tomarla, la rodeó de un muro con un foso y, estableciendo alrededor a intervalos numerosos puestos de vigilancia, los inspeccionaba con frecuencia. 

11 Embajada de los saguntinos a Roma. 
Los saguntinos, al verse abrumados por este ataque inesperado y no anunciado por heraldos, enviaron una embajada a Roma. El senado envió con ellos a sus propios embajadores que, en primer lugar, debían recordarle a Aníbal los acuerdos existentes y, caso de no convencerle, navegar hasta Cartago para presentar quejas contra él. A estos embajadores, cuando habían efectuado su travesía hasta Iberia y se dirigían desde el mar hacia el campamento, les ordenó Aníbal que no se acercaran. Entonces se hicieron de nuevo a la mar rumbo a Cartago en compañía de los embajadores saguntinos y volvieron a recordarles los tratados a los cartagineses. Éstos culparon a los saguntinos de causar numerosas ofensas a sus súbditos. Los embajadores de Sagunto les invitaron, por su parte, a llevar el juicio ante los romanos. Pero ellos dijeron que no necesitaban de arbitraje alguno, pues podían vengar esta ofensa por sí solos. Cuando se comunicó esta respuesta a Roma, algunos exhortaban a socorrer de inmediato a los saguntinos, otros se mostraban aún indecisos diciendo que éstos no se hallaban inscritos en sus tratados en calidad de aliados, sino como autónomos y libres, y que los que estaban sitiados eran libres todavía. Y prevaleció esta opinión. 
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