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lunes, 26 de noviembre de 2018

DE BARRO SOMOS.



Según creían los antiguos sumerios, el mundo era tierra entre dos ríos y  también entre dos cielos. 

En el cielo de arriba, vivían los dioses que mandaban.  En el cielo de abajo, los dioses que trabajaban. 

Y así fue, hasta que los dioses de abajo se hartaron de vivir trabajando, y estalló la primera huelga de la historia universal. 

Hubo pánico. 

Para no morir de hambre, los dioses de arriba amasaron de barro a las mujeres y a los hombres y los pusieron a trabajar para ellos. 

Las mujeres y los hombres fueron nacidos de las orillas de los ríos Tigris y Éufrates. 

De ese barro fueron hechos, también, los libros que lo cuentan. 

Según dicen esos libros, morir significa regresar al barro. 

Eduardo Galeano. Espejos 

lunes, 24 de septiembre de 2018

DOS IMPERIOS DEL CRECIENTE FERTIL: ELAM Y URARTU.



Sin la fama de asirios o babilonios, estos dos estados ejercían, en ocasiones, de puente entre los grandes poderes de la época. 


Elam estaba situado en la zona del norte del Golfo Pérsico y el este del río Tigris. Su capital era Susa, y Awan y Simab eran otras ciudades destacadas. Elam estaba habitada desde el IV milenio y ejercieron una intermitente influencia en Mesopotamia, alternando períodos se sumisión, bajo acadios y babilonios, con etapas de expansión, que incluyen la destrucción de Ur. Finalmente cayeron bajo el yugo asirio. 


El rey guerrero Sutruk-Nahunte I conquistó Babilonia y dejó testimonio escrito de su crueldad y el monarca Silhak-in-Susinak (hijo del anterior), un auténtico mecenas del arte y la cultura, dio forma al imperio elamita. 

En el terreno económico tuvo gran importancia la minería y el comercio de los minerales. Al parecer las mujeres tenían más relevancia social que sus vecinas, ya que tanto la esposa, como las hermanas del rey, gozaban de gran consideración. Además la sucesión era por línea femenina. 

Los elamitas tenían una lengua aglutinante (ni semita, ni indoeuropea), y a pesar de ls influencias mesopotámicas e indoeuropeas, mantuvieron cierta originalidad cultural.


Urartu fue un reino que surge en la región oriental de Anatolia, en las proximidades del lago Van, y consiguen a partir del siglo IX a.C., extender sus dominios por el Cáucaso, Anatolia y la meseta de Irán, antes de ser destruído por los cimerios. 

La minería, el comercio y la agricultura fueron sus principales actividades comerciales, en una zona intermedio entre Oriente Medio y Eruopa Oriental, que finalmente fue ocupada por los armenios. 





viernes, 2 de febrero de 2018

EL REY QUE QUISO VIVIR SIEMPRE.



El tiempo, que fue nuestra partera, será nuestro verdugo. Ayer el tiempo
nos dio de mamar y mañana nos comerá.
Así es nomás, y bien lo sabemos.
¿Lo sabemos?
El primer libro nacido en el mundo cuenta las aventuras del rey Gilgamesh,
que se negó a morir.
Esta epopeya pasó de boca en boca, desde hace unos cinco mil años, y fue
escrita por los sumerios, los acadios, los babilonios y los asirios.
Gilgamesh, monarca de las orillas del Éufrates, era hijo de una diosa y de
un hombre. Voluntad divina, destino humano: de la diosa heredó el poder y la
belleza, y del hombre heredó la muerte.
Ser mortal no tuvo para él la menor importancia, hasta que Enkidu, su muy
amigo, llegó al último de sus días.
Gilgamesh y Enkidu habían compartido hazañas asombrosas. Juntos
habían entrado en el Bosque de los Cedros, morada de los dioses, y habían
vencido al gigante guardián, cuyo bramido hacía temblar las montañas. Y
juntos habían humillado al Toro Celeste, que con un solo bufido abría una fosa
donde caían cien hombres.
La muerte de Enkidu derrumbó a Gilgamesh, y lo aterró. Descubrió que su
valiente amigo era de barro, y que también él era de barro.
Y se lanzó al camino, en busca de la vida eterna. El perseguidor de la
inmortalidad vagó por estepas y desiertos,
atravesó la luz y la oscuridad,
navegó por los grandes ríos,
llegó hasta el jardín del paraíso,
fue servido por la tabernera enmascarada, la dueña de los secretos,
alcanzó el otro lado de la mar,
descubrió al barquero que sobrevivió al diluvio,
encontró la hierba que daba juventud a los viejos,
siguió la ruta de las estrellas del norte y la ruta de las estrellas del sur,
abrió la puerta por donde entra el sol y cerró la puerta por donde el sol se
va.
Y fue inmortal, hasta que murió.

ESPEJOS. Eduardo Galeano.

jueves, 17 de enero de 2013

MARI

UNA CIUDAD COMERCIAL

Mari, importante intermediario comercial, situado en un estratégico enclave, desde el que podía controlar las principales rutas que unían Mesopotamia con la franja Sirio-Palestina. 

Al alba del tercer milenio a.C., en el curso medio del río Éufrates, se fundó la ciudad de Mari, que gozó de gran importancia desde el mismo momento de su nacimiento, y que a lo largo de este milenio, se convirtió en centro de uno de los grandes estados sirios de la época. 

Ubicación de Mari, entre Mesopotamia y Siria.
Mari, auténtico emporio comercial, enclavada a orillas del Éufrates, justo en el centro de los principales polos de comercio de Próximo Oriente, estamos hablando por supuesto de Mesopotamia y Norte de Siria. La ciudad, es decir, sus gentes (comerciantes, artesanos, reyes, sacerdotes), se enriqueció gracias al control del tráfico de mercancías esenciales, de la que era deficitaria Mesopotamia, y que procedían de la franja sirio palestina, como la piedra, los metales o la excelente madera de los cedros del Líbano. 
Bosque de cedros en el Líbano
Esta relación con Mesopotamia propició que su población, semita, adoptara tradiciones culturales sumerias. En ese sentido, Mari es, por sus características formales, organizativas, estructurales y culturales, una auténtica ciudad mesopotámica, pero en territorio sirio; eran sumerios, sin serlo propiamente. Los ejemplos materiales de esta influencia cultural sumeria son, la propia escritura cuneiforme, las estatuas que recuerdan los tipos sumerios y los anillos cilíndricos. 
Estatua del superintendente Ebih II hallada en Mari, y expuesta en Louvre
Entre los años 2600 - 2340 a.C. (Protodinástico III), Mari vivió su primera etapa de esplendor. Para las fuentes sumerias, los reyes de Mari fueron la "Décima Dinastía después del Diluvio". Desde el principio, parece ser que estaba gobernada por auténticos reyes que se extendieron por algunas zonas de la Mesopotamia media. Incluso su rey Iblu-il pretendió también tomar Ebla, pero fue derrotado y tuvo que abandonar la idea de doblegar a su gran rival eblaíta. 

El control que ejercía Mari sobre el tráfico comercial levantó suspicacias, y envidias malsanas entre sus vecinos, y le granjeó poderosos enemigos; especialmente Ebla en Siria y Acad en Mespotamia. 

Es factible el hecho de que Mari cayera, de manera más o menos directa, dentro del primer imperio universal de la región; el Imperio Acadio. Para los acadios, las encarnizadas rivales Ebla y Mari, constituían una gran barrera que precisaban eliminar para liberalizar el acceso a las ricas regiones de Siria y alcanzar la costa del Mediterráneo. Tras el colapso del Imperio acadio, los reyes de la III Dinastía de Ur, impondrán vasallaje a Mari, Ebla y otras ciudades del entorno. 

Tras la desaparición de la III Dinastía de Ur, Mari comenzó una segunda época de esplendor. A comienzos del II milenio a.C., tiene lugar en Próximo Oriente una atomización del poder y varias formaciones estatales, de pequeño tamaño, se fueron alternando por el control de la zona; Isin, Larsa, Assur, Mari, Eshnunna y Uruk. 

Avanzando el milenio, la influencia de Mari en la región debía ser los suficientemente importante, como para que el rey de Babilonia, Hammurabi, sintiese la necesidad de borrarla del mapa. Esto aconteció en 1760 a.C., cuando las tropas babilonias del rey asaltaron la ciudad, arrasándola hasta sus cimientos. 

La historia de la ciudad está bien documentada, gracias al impresionante archivo, más de 20.000 tablillas, descubierto en el palacio de Zimri-Lim, que se opuso a Hammurabi, y que sería a la postre, el último rey de Mari. 

El palacio del rey Zimri-Lin es uno de los más impresionantes monumentos de toda el Asia Occidental antigua. Es de gran tamaño, posee unas 300 salas, habitaciones y corredores. Destaca el buen estado de conservación de los elementos ornamentales y además en las diferentes campañas de excavación ha aparecido un material muy variado; estatuas, pinturas murales, utensilios cotidianos, e incluso moldes para repostería. En uno de los sectores se eleva una segunda planta de unos 15 metros de altura. 

El palacio quedaba organizado alrededor de dos patios. En la planta baja encontramos almacenes, cocinas, habitaciones para el personal doméstico y la zona oficial, donde localizamos el salón del trono. Al sureste de este sector aparece un santuario. En la segunda planta se distribuyen las dependencias privadas del rey y los diferentes servicios administrativos. 

Uno de los salones del palacio de Zimri-Lin
Tras la caída, y destrucción de Mari, tomará su relevo una antigua ciudad vasalla, Terga. Terga era sede desde muy antiguo de un santuario consagrado al dios Dagan y se convirtió en capital del reino Hana. 
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