martes, 6 de septiembre de 2016

REINO DE POLONIA I: UNAS NOTAS.



En una inmensa llanura, inundable por todos lados, entre los mundos franco-germano y el ruso-varego se desarrolló, a dura penas, el estado medieval polaco. Un proceso largo y tortuoso, marcado por las rencillas familiares, las envidias y la miopía geopolítica de unos duques obsesionados por convertirse en cabeza de ratón, olvidando que a veces (muchas) es más rentable ser cola de león.

Pocos estados europeos han sufrido unas fronteras tan difusas (y fácilmente rebasables) como Polonia. Ningún río o cordillera les ha servido nunca para parapetarse y defender cómodamente su integridad territorial. La propia geografía parece invitar al enemigo a iniciar la invasión. Y a pesar de todo, Polonia lleva más de mil años resistiendo acometida tras acometida.

Polonia, Bohemia (la base territorial de la actual República Checa) y Hungría comparten espacio, problemas, aspiraciones y esperanzas. Cuando intento estudiar la historia de una de ellas, rápidamente salen a escena las otras dos. A partir del siglo X, con el amigo Miezko a la cabeza, los polacos experimentaron un doble proceso de cristianización y configuración de un estado, característico de los pueblos asentados en Europa Oriental (aquellos que no tuvieron relación directa ni con el Imperio ni con la cultura romana), como los húngaros, los moravos y los bohemios. Entre los siglos X y XVII las dinastías Piast, Jagellón y Vasa, aunando esfuerzos, consiguieron que Polonia – unida a Lituania – fuese uno de los estados más extensos (y poderosos) de Europa.

Entre el mundo germano (el ala oriental de Imperio Carolingio) y los rusos (hermanos de raza eslava en simbiósis con originales elementos vikingos – apunten mejor escandinavos -), el pueblo eslavo de las llanuras, los polacos, dan origen, forma y consistencia al Reino de Polonia, sobre unas tierras, esas llanuras escasamente delimitadas, eternamente disputadas y apetecidas por todos, repartidas como los naipes de una baraja por Hitler y Stalin en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.

Convulsa es la historia del estado polaco, atrapado entre la agresividad exterior y la indolencia (disfrazada de ambición) en el interior. Un país (y una gente) que sufrió avatares sin fin hasta convertirse en una reino estable, suturando, pada ello, las fisuras. Fuerzas centrífugas que desde el interior del país se niegan a colaborar, a arrimar el hombro, por cobardía, por complejo de inferioridad (típico de la gran nobleza europea) y por miedo (celo y envidia) al crecimiento excesivo del vecino (como bien podemos comprobar la envidia no so es deporte nacional en España), y mirar únicamente por sus egoístas intereses. Y como gustamos hacer leña del árbol caído, burgueses alemanes, teutones con las cruz en la mano, húngaros, bohemios y tártaros, entre muchos otros, se inmiscuían con demasiada frecuencia en los delicados asuntos polacos.

Esto es un intento (ya veremos si frustrado) de poner en orden unas pocas notas sobre el origen y evolución histórica del Reino Medieval de Polonia. Continuará...


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