viernes, 30 de septiembre de 2016

REINO DE POLONIA XIII. EL SENIORATO.



Boleslao III “Bocatorcida” insufló nuevos aires a la maltrecha monarquía, reanudó la política expansionista, anexionó Pomerania, devolvió la unidad a su país, rechazó cualquier tutela exterior, cristianizó sus conquistas y aliado a los húngaros rechazó una peligrosa incursión imperial. Como un Diocleciano polaco, ideo una fórmula para poner fin a la anarquía y a las crónicas luchas intestinas, si el emperador ilirio impuso la Tetrarquía, Boleslao instauró el Seniorato.

Boleslao planificó el futuro del país, instaurando un sistema equilibrado y eficaz. Dividió el reino en varias ducados (Silesia, Masovia, Cuyavia, Gran Polonia, Pequeña Polonia y Pequeña Polonia Oriental) y la repartió entre todos sus hijos. El primogénito recibe la Pequeña Polonia, que incluía Cracovia (lugar de coronación) y además la capacidad de actuar como señor supremo por encima del resto de hermanos. Cada miembro de la familia (hermanos y/o primos) ejercía de señor en su principado, pero jurando lealtad y obediencia al Gran Duque, asentado en Cracovia, un auténtico Primus inter pares. Estos ducados se gobiernan por medio de métodos centralistas por medios de los castellanos (o comisionados).

Muy lejos de las pretensiones de Boleslao, su proyecto fue el origen del desmembramiento del estado polaco, pues en lugar de asegurar la unidad, supuso la fragmentación. A principios del siglo XIII los territorios se habían multiplicado y se podían contabilizar no menos de veinte ducados. El reino quedó atomizado en varios ducados y principados, las más de las veces, enfrentados entre sí. En este orden de cosas, en este confuso periodo se establece la inmunidad del clero y de la nobleza. Nobleza y clero, avezados carroñeros, acostumbrados a vivir del sudor del de enfrente, se aprovechan de la debilidad y torpeza de los monarcas sucesivos.

Esta reforma (a grandes rasgos el mismo sistema que fracasó en el Imperio Carolingio), conta toda la buena intención con que fue proyectada, no consolida la pretendida y deseada unidad, sino todo lo contrario. El seniorato es un fracaso absoluto, a las primeras de cambio comienzan las luchas y los conflictos, y el estado polaco se ve desintegrado (como azucarillo en una taza de café) en pequeños principados que tienden a la insignificancia. Continuará...


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