viernes, 6 de mayo de 2016

SAN PIETRO ORSEOLO.



En la fachada de la iglesia de San Rocco, sita en el veneciano barrio de San Polo, junto a otros integrantes del santoral cristiano, reparé en el escultura de un dux elevado a los altares de la santidad; San Pietro Orseolo. Hasta ese momento desconocía la existencia de dogos convertidos en santos. La cabeza coronada por la aureola de la santidad y la mano izquierda apoyada sobre el gorro tradicional del dux.

Pietro Orseolo participó de alguna manera en el golpe de estado que se llevó por delante a Pedro IV Candiano, y acabó convertido él mismo en su sucesor. En el poco tiempo que estuvo en el gobierno (976 – 978) intentó mantener la concordia y mediar en los conflictos políticos sociales. Además inició la reconstrucción de la ciudad que había quedado seriamente dañada tras los disturbios que le encumbraron en el poder. Pero la llamada de Dios era más fuerte e insistente que los ordinarios asuntos políticos.


Una noche Pietro huyó de la ciudad de los canales disfrazado de fraile y se dirigió a un monasterio en los montes Pirineos, San Miguel de Cuxá, donde pasaría sirviendo a Dios el resto de sus días. Su esposa, Felicia Malipiero, que debía conocer las sinceras convicciones religiosas de Pietro, resignada tal vez, aceptó con entereza la decisión de su marido. En 1027, poco después de su muerte fue beatificado. Su hijo Pietro II Orseolo fue elegido dogo algunos años más tarde y sentó las bases del poderoso imperio comercial veneciano.  

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