Se puede
pensar que los científicos estudian características muy sutiles y
rebuscadas, usando microscopios u otros avanzados instrumentos, para
establecer sus clasificaciones de los organismos. Sin embargo, la
principal división de los primates en dos grandes grupos llamados
estrepsirrinos (Strepsirhini) y haplorrinos (Haplorhini) se basa en
algo tan simple como la forma de la nariz y del labio superior.
Como en
los demás mamíferos, en los estrepsirrinos los orificios nasales
externos o narinas están rodeados por un área de piel desnuda y
húmeda que se denomina rinario, continuada por debajo en un labio
dividido en dos en su línea media, por donde se fija a las encías
por una membrana. Para entender mejor esta morfología el lector
puede mirar al perro o gato más próximo. Tal disposición del
hocico limita enormemente la expresión de las emociones por medio de
la mímica facial. En los haplorrinos, entre los que se encuentran
los autores y el lector, no existe esa piel desnuda alrededor de la
narinas, y el labio superior es continuo y móvil. La fusión del
labio superior facilita una mayor expresividad facial, que es una
bien conocida característica de los primates haplorrinos.
En el
grupo de los estrepsirrinos se encuadran los lémures, los indris y
el aye-aye (o lémures en sentido amplio), que evolucionaron y se
diversificaron en condiciones de aislamiento en la isla de Madagascar
(frente a la costa oriental de África). Algunas especies son
nocturnas y otras diurnas. Desgraciadamente, la llegada reciente de
los humanos supuso la degradación de su paraíso forestal y la
desaparición de numerosas especies.
También
se cuentan dentro de los estrepsirrinos los loris asiáticos, y los
gálagos y potos africanos (grupo de loris en sentido amplio), todos
nocturnos.
Los
haplorrinos se dividen en tres grupos. Uno de ellos es el de los
tarseros (Tarsiiformes), unos pequeños primates nocturnos de
Filipinas, Borneo, Sumatra y otras islas del Sudeste asiático, con
ojos enormes, cola larguísima y extremidades posteriores muy
alargadas como adaptación al salto. Los otros dos grupos de
haplorrinos son los catarrinos (Catarrhini), entre los que se
encuentra nuestra especie, y los monos americanos, llamados
platirrinos (Platyrrhini).
Catarrinos
y platirrinos suelen agruparse bajo una denominación común que se
usa más o menos informalmente, la de simios o antropoideos
(técnicamente Anthropoidea). Ambos grupos son diurnos, con la sola
excepción del mono de noche sudamericano, Aotus trivirgatus, que
parece haberse vuelto nocturno a partir de antepasados diurnos.
Los simios
también presentan una posición completamente frontal de los ojos,
que permite un amplio campo de visión estereoscópica o visión en
tres dimensiones, para lo que es preciso que se solapen los campos
visuales de los dos ojos. Este tipo de visión permite cálculos muy
precisos de distancias a objetos, bien sean éstos ramas o presas.
Los simios tienen un cerebro grande, aunque parece que platirrinos y
catarrinos lo han desarrollado (evolutivamente) por separado. Los
lóbulos olfativos de estos cerebros están muy reducidos. Los simios
nos representamos el mundo básicamente en imágenes, y no en olores.
Los
platirrinos tienen el mismo número de dientes que los primeros
primates, excepto en el caso de los titíes y tamarinos
(Callitrichinae), un grupo que ha perdido el último molar. En
cambio, los catarrinos hemos perdido un premolar, aunque a muchos de
nuestros lectores no les saldrá nunca la última muela, la del
juicio. Esta ausencia del tercer molar en la dentadura del adulto es
una expresión de la reducción del aparato dental y masticador que
ha experimentado el Homo sapiens, nuestra especie.
La Especie
Elegida.
Juan Luis
Arsuaga e Ignacio Martínez.
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