Residencia, fortaleza, corazón
y cabeza del Reino Nazarí. Un conjunto fortificado de palacios y
jardines, cerca, pero a la vez alejado del bullicio granaino. La
dinastía nazarí se declaró independiente de la autoridad almohade
en 1232 y creó un reino con capital en Granada, en esta ciudad,
edificaron la Alhambra, el palacio de las maravillas.
Amanece en Granada, la ciudad
embrujada, un delicioso paseo, acompañado de la vegetación
abundante y el Darro relajado tras su arrollador nacimiento en la
serranía. Los reyes nazaríes contemplaban cada amanecer sus
dominios. Al caer la tarde los rayos del Sol enrojecen el cielo y la
Alhambra muestra toda su cándida belleza. A lo lejos, la voz
melódica del muacín llama a toda la comunidad a la oración.
Muhamed I, fundador de la
Dinastía Nazarí, en 1238 instala la sede del reino en la colina de
la Sabika, iniciando la construcción de la Alhambra, alimentada por
las aguas del Darro, ricos palacios, Comares y de los Leones, una
fortificación, la Alcazaba, en uno de los extremos, el lugar más
inaccesible, y un paraíso donde pasear y sentarse a soñar historias
de la Noches de Arabia, el Generalife . . .
A cien metros sobre Granada,
desde una de las tres colinas que existen al Norte, la Alhambra
domina la ciudad. Cuando Muhamed I decidió edificar, en este lugar
ya existían fortificaciones anteriores. Un lugar idea por sus
privilegiadas condiciones geográficas. Estos emplazamientos elevados
responden a necesidades de tipo geopolítico, de control sobre la
sociedad, muy acordes con la mentalidad medieval. La clase gobernante
se situaba por encima del pueblo y en ocasiones, cuando estallaban
revueltas populares, necesitaban de un lugar para protegerse. La
supremacía del lugar y el control del territorio lo eran todo para
un reino del siglo XIII. El poder militar y la organización
administrativa requerían un enclave estratégico que asegurase la
presencia física del poder en la ciudad, al mismo tiempo que se
mantenía totalmente separado y alejado de ella.
La estructura urbana de la
Alhambra se desarrolló a lo largo de dos siglos y medio. Un recinto
militar, la Alcazaba, para una guardia de élite garantizaba la
seguridad en el interior del sultán, su familia y los miembros
destacados de las instituciones de gobierno. El área palatina
quedaba reservada a la vida del sultán y sus más allegados
familiares. Aquí se ubicaban oficinas para los administrativos,
locales de reunión para el Consejo de Visires y espacios para las
audiencias públicas.
Generalife. Nos adentramos en
sueños de palacios, jardines perfumados, fuentes susurrantes,
alfombras voladoras, hermosas princesas, lámparas maravillosas,
narraciones hasta el amanecer, viajes que no tienen fin . . . un
paseo por el Generalife, lugar de recreo de los reyes nazaríes, para
refugiarse en este embriagador paraíso, huyendo de la mundanal
sociedad, dejando atrás las intrigas palaciegas, abandonando los
quehaceres políticos . . . caminar entre arcos de vegetación,
respirar este aire cargado de perfumes de otros tiempos, es como
sumergirnos en las maravillosas ilusiones de las Mil y Una Noches . .
.
La Medina. Al servicio de esta
numerosa corte estaba la medina, que se organizaba en torno a la
calle real y estaba dotada de baños, mezquitas y comercios. Una
auténtica ciudad rodeada por una inexpugnable muralla, que enlazaba
con la muralla de Granada. En esta muralla se abren cuatro puertas y
a lo largo de todo su perímetro se distribuyen más de una treintena
de torres.
Sombras revoltosas juguetean por
los palacios, patios y fuentes de la Alhambra. Sombras callejeras,
pasos que susurran la presencia de fantasmas encarnados, voces
discordantes contaminan mi silencio. Risas y gritos, alborotos y
gentíos violan la piedra, rompen el sortilegio que lanzó Allah
sobre Granada, cuando ellos vociferan la magia desaparece, hace
añicos el hechizo de un reino milenario . . .
El lujo oriental, la
imaginación árabe, desde lejanos desiertos, volando sobre
alfombras, frotando lámparas maravillosas. Sherezade susurra lejanas
historias de Mil y Una Noches mágicas, que se hacen realidad en
lugares como este.
Embrujo árabe en la colina de
la Sabika, aromas de incienso, la magia del agua, abigarrados caminos
de Bagdad a Granada. Ladrillos rojos desde el Albaycín, la puesta
del Sol, el ocaso es el momento de más esplendor para este recinto
único en el mundo, celebérrimo por su belleza inmortal.
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