miércoles, 10 de enero de 2018

ALCESTIS




Alcestis, la más bella de las hijas de Pelias, fue solicitada en matrimonio por muchos reyes y príncipes. Como no quería poner en peligro su posición política rechazando a cualquiera de ellos y viendo, al mismo tiempo, que era claramente imposible satisfacer a más de uno, Pelias hizo saber que casaría a Alcestis con el hombre que lograra uncir un jabalí y un león a su carro y conducirlos alrededor del estadio. Al enterarse de eso, Admeto, rey de Feras, llamó a Apolo, quien durante un año le tenía que servir como vaquero por orden de Zeus, y le preguntó: «¿Te he tratado con el respeto debido a tu divinidad?» «Lo has hecho, ciertamente — asintió Apolo— y yo te he mostrado mi agradecimiento haciendo que todas tus ovejas paran mellizos.» «Entonces, como un favor final —suplicó Admeto— te ruego que me ayudes a conseguir a Alcestis permitiéndome que cumpla las condiciones de Pelias.» «Será un placer para mí», contestó Apolo. Heracles le ayudó también amansando a las fieras y poco después Admeto condujo su carro alrededor del estadio de Yolco tirado por aquel par de animales salvajes.

No se sabe por qué Admeto omitió el acostumbrado sacrificio a Artemis antes de casarse con Alcestis, pero la diosa se apresuró a castigarle. Cuando, animado por el vino, ungido con esencias y enguirnaldado con flores, entró esa noche en la cámara nupcial, Admeto retrocedió horrorizado. En el lecho matrimonial no le esperaba una bella novia desnuda, sino un nudo enmarañado de serpientes sibilantes. Admeto corrió gritando en busca de Apolo, quien intervino bondadosamente ante Artemis en favor de él. Después de ofrecerse inmediatamente el sacrificio olvidado, todo quedó arreglado y Apolo incluso obtuvo la promesa de Artemis de que, cuando llegara el día de la muerte de Admeto, se le perdonaría la vida con la condición de que un miembro de su familia muriese voluntariamente por amor a él.

Ese día fatídico llegó más pronto de lo que esperaba Admeto. Hermes se introdujo en el palacio una mañana y le citó para el Tártaro. Se produjo una consternación general, pero Apolo gano un poco de tiempo para Admeto emborrachando a las Tres Parcas, y así aplazó el corte fatal del hilo de su vida. Admeto corrió apresuradamente a ver a sus ancianos padres, se asió a sus rodillas y suplicó a cada uno de ellos por turno que le cedieran lo que les quedaba de vida. Pero ellos se negaron rotundamente, alegando que la vida les placía mucho todavía y que él debía conformarse con su suerte, como hacía todo el mundo.

Entonces, por amor a Admeto, Alcestis se envenenó y su alma descendió al Tártaro, pero Perséfone consideró que estaba mal que una esposa muriese en vez de su marido. «¡Vuelve al aire superior! », exclamó.

Algunos refieren las cosas de un modo diferente. Dicen que Hades fue personalmente en busca de Admeto y que, cuando éste huyó, Alcestis se ofreció voluntariamente a ocupar su lugar, pero Heracles se presentó inesperadamente con una nueva clava de acebuche y la salvó.
Robert Graves. 
Los Mitos Griegos.


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