La defensa de las fronteras de
Egipto se organizó a partir de una cadena de fortalezas que iban
desde el Norte hasta el Sur del país. Unas se construyeron para
evitar el ataque imprevisible de los vecinos, otras con la finalidad
de proteger el comercio, un lucrativo negocio monopolio de la Corona.
En Época Predinástica ya se
documentan fortalezas y ciudades fortificadas, siendo las primeras
representaciones las grabadas en las paletas. Sin embargo, para
encontra las primeras evidencias arqueológicas debemos avanzar un
poco en el tiempo, al Imperio Antiguo. De este primer período de
esplendor quedan restos de las murallas en dos ciudades; El Kab y
Hieracómpolis. La zona del Delta se fortificó para contener a los
beduinos y a los pueblos asiáticos, aunque la línea de
fortificaciones más importante fue la de la Baja Nubia, en la
frontera meridional del país.
Igual que los castillos
medievales, estas fortalezas surgen y se desarrollan con especial
profusión en los tiempos más convulsos, como los tres Períodos
Intermedios. De esta manera, al final del Primer Período Intermedio,
el monarca Mentuhotep II levantó fortalezas desde Hieracómpolis
hasta Elefantina, en el contexto de lucha contra la ciudad de
Heracleópolis, que como no podía ser de otra manera, también se
encontraba fortificada.
La mayoría de las fortalezas del
Antiguo Egipto se concentran en las cataratas de Nubia, una de las
regiones más complicadas de controlar y defender por la lejanía a
los centros de poder. Estas fortificaciones al parecer tienen su
origen con las primeras dinastías, pero fue durante el Primer
Período Intermedio cuando experimentan su mayor desarrollo. La
existencia de esta red de fortalezas enfatiza la naturaleza siempre
inestable del control egipcio sobre Nubia.
Estas fortalezas enclavadas en
las tierras de Nubia desempeñaban un doble cometido; comercial y
propandístico. Por un lado,desde estas fortificaciones se protegían
las rutas comerciales y controlaban las mercancías valiosas que
procedían de las minas y del Sur, como las joyas y las pieles de
leopardo. Por otro lado simbolizaban el poder político y la
autoridad del faraón sobre estas alejadas regiones. Muchas de ellas
se construyeron durante el Imperio Medio en la zona de la Segunda
Catarata en época de Sesostris III, con el objetivo de convertir
Nubia en una provincia poderosa y fácil de defender. Aquí el Nilo
se estrecha y el paso de embarcaciones es más complicado, por ello
las fortalezas tienen gran valor estratégico.
Sesostris III edifica o amplía
trece fortalezas entre Elefantina y Semna, en el extremo meridional
de la segunda catarata. Están establecidas en lugares elevados o en
islas, y permiten vigilar a las tribus nubias. Están construidas con
ladrillo, y cumplen un papel defensivo. Egipto está protegido por
las murallas, los baluartes, las torres, los caminos de ronda de las
plazas fuertes como Buhen, Mirgissa y Semna cuyo aspecto general no
se aleja demasiado del de los castillos de la Edad Media.
Paralelamente a su función estratégica, no es del todo imposible
que estas instalaciones también hayan favorecido la implantación de
un control aduanero.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes
faraones.
Tutmosis III, en particular,
utilizará la red de fortalezas de Sesostris, edificios que tienen
una triple función: militar, económica y sagrada. Incluían
capillas dedicadas a los dioses y al monarca, servían como centros
económicos y garantizaban la seguridad de las poblaciones locales y
del propio Egipto.
Christian Jacq
Los Sabios del antiguo Egipto
La fortaleza
de Buhen, próxima a la Segunda Catarata, se construyó durante la
Dinastía IV para controlar el acceso a las minas y su riqueza. Buhen
marcaba la frontera entre Kush y Wawat, que es el nombre que se daba
a la Baja Nubia. Reforzada por los monarcas del Imperio Medio, en el
Imperio Nuevo se creo una ciudad en su interior, momento a partir del
cual, fue perdiendo relevancia militar. En la actualidad se encuentra
bajo las aguas del lago Nasser.
Otra
fortaleza bajo las aguas del Nilo es la de Qasr Ibrim, que estuvo en
funcionamiento desde el Imperio Nuevo hasta el año 1812 cuando fue
abandonada por los otomanos. En época egipcia y romana fue un
destacado centro administrativo en la Baja Nubia, y posteriormente se
convirtió en un importante bastión del cristianismo en la región.
Estas fortalezas se parecen,
por su carácter y su finalidad, a los fuertes construidos por los
ingleses en Norteamérica durante el primitivo período colonial,
estando destinados no sólo a controlar las salvajes y guerreras
tribus de la región, sino a servir también de centros comerciales
donde se reunían y distribuían los productos locales: marfil,
ébano, oro, pieles, plumas de avestruz, gomas, resinas y minerales.
Por otra parte, estos fuertes eran auténticos núcleos de tipo
urbano, a pesar de su pequeñez, en los cuales vivían las
guarniciones con sus familias. Uno de ellos, por lo menos, recibió
el nombre del monarca reinante, como les ocurrió a Fort William o a
Fort George. Con sus enormes murallas de adobe, a menudo con un
espesor de más de nueve metros, robustecidas por vigas maestras, sus
fosos, sus complicados muros de contención, botafuegos, aspilleras,
barbacanas y puentes levadizos, resisten cualquier comparación con
un Château Gaillard medieval. Su punto más vulnerable, el
aprovisionamiento de agua, estaba debidamente asegurado mediante unas
escaleras y un pasadizo que conducían al cercano Nilo. Las
guarniciones se mantenían en contacto unas con otras mediante
frecuentes mensajes en los cuales se daba cuenta de los movimientos
en un área determinada a las fortalezas vecinas.
Cyril Aldred.
Los egipcios.
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