La
bulliciosa gran metrópoli de Escandinavia, ubicada en la isla de
Selandia, es una ciudad moderna y animada, que a finales del siglo XV
arrebató a Roskilde la capital de Dinamarca. Copenhague debe su
desarrollo a su privilegiada situación entre el mar Báltico y las
prósperas ciudades alemanas de la Hansa.
Den lille
Havfrue. La pequeña sirenita de Andersen símbolo universal de los
cuentos europeos.
Músicos de
otros tiempo hacen sonar sus lures de bronce frente al ayuntamiento
de la ciudad.
Valkyria,
omnipresente hija de Odín, se materializará en el momento preciso
de mostrar al guerrero el camino al Walhalla.
En tiempos
remotos, esos de los que no existe documento escrito, Copenhague era
una humilde aldea de pescadores que vivían afanosamente en las
orillas del estrecho de Oresund (ese que separa Dinamarca de Suecia).
En el siglo
XII (más o menos) los piratas vendos asolaban la región, y el
obispo Absolón, cuya estatua ecuestre, hacha en mano, domina la
concurrida y animada Hojbro Plads, se puso al frente de los
habitantes de la futura ciudad y construyeron un fuerte (Slotsholmen)
para defenderse.
Las ruinas
de la fortaleza se encuentran en los cimientos del Parlamento danés.
Los historiadores locales fechan la fundación de su ciudad en 1167.
Alrededor
del antiguo puerto, Nyhavn, se fue desarrollando una próspera
población llamada a convertirse en la gran metrópoli de
Escandinavia.
Si hacemos
caso de la etimología, ciertamente fiable, Kobenhavn significa
“puerto” (havn) para “comprar” (koben), por tanto, queda
clara desde su origen la dedicación de sus vecinos.
La ciudad
fue creciendo hacia el oeste de Slosthomen, y parte de la riqueza
procedían de las voluminosas capturas de arenques, que obtenían los
experimentados pescadores locales que conocían estas aguas a la
perfección.
El rey
Cristian IV convirtió Copenhague en capital del reino, condición de
la que había gozado la histórica Roskilde, siendo transformada en
una impresionante urbe durante el Renacimiento.
Marmorkirken
– la iglesia de mármol – o iglesia de Federico – levantada en
el siglo XVIII, intenta emular el panteón de Agrippa. En la entrada
nos recibe Ansgar, el evangelizador de los daneses.
Los canales
insuflan vida a esta preciosa ciudad. El verano en esta tierra es
maravilloso, sin temperaturas asfixiantes, ni piel constantemente
impregnada en sudor.
Rathaus. A
un paso del famoso parque de atracciones, Tívoli, el ayuntamiento de
Copenhague, un vistoso edificio de ladrillo cocido, es un homenaje a
la propia historia de la ciudad, y a algunos de los daneses más
ilustres, como Anderssen o Bohr.
Una estatua dorada y ricamente ornamentada de Absalón preside la fachada principal del ayuntamiento de la ciudad.
Una estatua dorada y ricamente ornamentada de Absalón preside la fachada principal del ayuntamiento de la ciudad.
Cuando era
niño para mí Dinamarca, cuna de Hans Christian Andersen, era la
tierra de los cuentos.
Canales y
magníficos edificios, plazas y altas torres terminadas en punta,
turistas y vecinos comparten el espacio y llenan de alegría sus
calles. Aunque he de decir, que antes de venir esperaba una ciudad
más tranquila y con menos ajetreo.
La cúpula
de los dragones que entrelazan sus colas, simbolizan a Dinamarca,
Suecia y Noruega, naciones integrantes de la Unión Kalmar.
La Fuente de Gefión, un ejemplo más de que nos encontramos en una ciudad de tintes legendarios.
La Fuente de Gefión, un ejemplo más de que nos encontramos en una ciudad de tintes legendarios.
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