miércoles, 4 de julio de 2018

ALFONSO II DE ASTURIAS “EL CASTO”.




Desde los tiempos de Pelayo y Alfonso I, Asturias no había tenido un rey tan enérgico como este Alfonso II, hijo de Fruela, al que Bermudo el Diácono convirtió en protegido y (posteriormente) en rey. Quedó huérfano de padre muy pronto y pasó su juventud de un lado para otro, educado en el monasterio gallego de Samos y refugiado en Álava de su tío Mauregato, hasta que finalmente fue llamado a la corte por Bermudo. Durante su reinado se consolidó el Reino de Asturias y se situó en el mapa de la Cristiandad Occidental.


Ubicó su capital en Oviedo y puso en marcha una política encaminada a reproducir (o reinventar) toda la grandeza del desaparecido (y nunca olvidado) Reino Visigodo; puesta en marcha de instituciones civiles y culturales en su capital, con la idea de configurar por una réplica de Toledo y creación de una memoria histórica de la monarquía al construir un panteón regio. La posterioridad convirtió la figura de Alfonso II en un modelo a imitar como ejemplo perfecto de “Príncipe Cristiano”. Para Juan Ignacio Ruiz de la Peña: “representa un hito fundamental en el proceso de institucionalización de la realeza asturiana y en su definición como realeza católica”.

Alfonso II veía en Al Andalus a un peligroso enemigo y como tal se relacionó con él, bien en la guerra, bien en la paz, cosechando éxitos y fracasos. Ensanchó las fronteras hacia el sur, aproximándose al río Duero, pero por contra los musulmanes fueron capaces de saquear Oviedo.


Vivió 82 años y reinó durante 51. Se le llamó el Casto por su reticencia a yacer con dama alguna, incluida su esposa Berta, una dama franca. Esta castidad ha sido objeto de mofa y origen de todo tipo de comentarios. La crítica más mordaz lo ha tachado de homosexual (como si fuese algo negativo), impotente, apático sexual e incluso pichacorta.

Quería usar a su hermana Ximena como instrumento político, pero la chica encontró el amor en los cálidos brazos de un tal conde Nepociano. Alfonso montó en cólera, encerró a su hermana en un lóbrego convento y se enseñó violentamente con el desdichado cuñado; lo encerró en una mazmorra después de arrancarle los ojos.


A pesar de todo, el hecho más destacado del reinado de Alfonso II fue el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago acaecido en los años iniciales del siglo IX. Alfonso II ordenó levantar una pequeña basílica de piedra y arcilla dando partida de nacimiento a Santiago de Compostela y un transitado camino de peregrinación cristiana.

Desde el primer momento esta tumba se convirtió en un símbolo de la resistencia cristiana frente a los vecinos musulmanes del sur. El nuevo reino de Asturias que se configuró en época de Alfonso II era una comunidad política organizada bajo el patronazgo del Apóstol Santiago. Si Oviedo era una réplica de Toledo en lo político, Compostela se reveló como una sede rival en lo religioso.

La Crónica Sebastianense dice que Alfonso II murió en el 842 “tras hacer gobernado casta, sobria, inmaculada, piadosa y gloriosamente por 52 años el reino”.


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