Monarcas, emperadores y soberanos de todo tiempo y lugar, olvidaron el atávico origen de los reyes guerreros que guiaban a sus ejércitos, suelen recurrir a la contratación de soldados foráneos para que luchen sus batallas.
En el año 988, el emperador bizantino Basilio II padecía una complicada revuelta interna que no era capaz de solucionar, y decidió pedir ayuda al príncipe varego (forma que usan las fuentes bizantinas para referirse a los vikingos) Vladimir de Kiev. Vladimir le envió 6.000 mercenarios que sofocaron las rebelión a golpe de hacha
Visto el éxito, y ciertamente impresionado por el poderío escandinavo, Basilio II decidió fundar con estos formidables guerreros una escolta personal, la guardia varega. Más tarde los integrantes de esta especie de guardia pretoriana bizantina eran reclutados entre los jóvenes escandinavos de Kiev y Novgorod, o directamente de su patria original: Dinamarca, Suecia y Noruega.
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