Corría el año 1071, la caballería ligera de los selyúcidas, dirigida por el sultán Alp Arslán, desarbolaron y derrotaron a la tradicional caballería pesada bizantina del emperador Romano IV Diógenes. Aunque al principio las consecuencias no fueron dramáticas (y eso que Romano se convirtió en rehén del sultán), el tiempo demostró la debilidad de Bizancio que no tuvo más remedio que pasar a la defensiva y permitió a los selyúcidas dar forma a un extenso sultanato, cuyo poder abarcaba Irak e Irán. Ese día, junto a los selyúcidas, participaron en la batalla los futuros dominadores del Mediterráneo Oriental, los turcos otomanos.
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