Roma
crea un desierto y lo llama paz. Para construir esa paz, basada en la
destrucción de pueblos y ciudades, eran necesarias las máquinas de
asedio. Una de las más populares en época imperial romana era el
onager.
En
el siglo IV se sustituyó la honda empleada en el brazo de los
modelos anteriores por una cuchara de hierro (o bien de madera). De
esta forma resultaba más sencillo cargar la máquina, posibilitando
una mayor cadencia de disparo.
Además
se le añadieron cuatro ruedas, que convirtió al onager en una
máquina de asedio móvil, a pesar de su elevado peso. No obstante
era la menos maniobrable de las piezas de artillería, pero también
la que causaba un efecto más devastador en las defensas enemigas.
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