El amor trágico de Romeo
y Julieta es inherente a la condición humana, que suele bascular
entre la pasión y el convencionalismo, los sentimiento y el deber.
Serafina era la hija de un poderoso señor feudal albanés, Andrea
Thopia y estaba enamorada de un chico joven llamado Bosdare Stresa,
auténtico y puro amor juvenil, pero que era miembro de una famiia,
con la que los Thopia mantenían una antiquísima rivalidad.
Rivalidades que en ocasiones llevanan pareja una aceptada por el
derecho consuetudinario "venganza de sangre". Las
circunstancias mandaban y estaba claro que la unión era imposible.
Es cierto que Serafina
no acabó tan mal como Julieta (aunque claro, todo es opinable), pero
satisfaciendo la voluntad de su padre y cumpliendo con su deber como
noble, contrajo matrimonio con Nicolás Dukagjini, otro señor
albanés, poderoso aliado de los Thopia. Gracias a este enlace, en el
que nada tuvo que ver el amor conyugal (no así el fraternal), el
norte y el sur de Albania quedaron unidos, fortaleciendo la posición
frente al imparable enemigo de oriente, el Imperio Otomano, que tenía
gran apatencia por estas tierras.
En 1839 un escrito
italiano, Girolamo da Rada, recogió la historia de Serafina en su
obra "Canti storici albanesi di Serafina Thopia, moglie del
principe Nicolá Ducagino".
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