El universo de las
Órdenes Militares ha despertado, desde siempre, el interés de los
eruditos y estudiosos de la Edad Media, y ha echado a volar la
imaginación de las almas más sensibles y fantasiosas. Un grupo de
hombres de férreas convicciones, capaces de renunciar a los placeres
humanos más mundanos y luchar denodadamente, empleando todas sus
energías, por un objetivo concreto. Aunque la realidad histórica,
más prosaica que poética, no se tan ideal, ni esos hombres tan
puros e inmaculados, lo que si es cierto, es que estas Órdenes
Militares jugaron un papel fundamental en una época en permanente
estado de guerra, en la q ue aún no existían ejércitos ni
profesionales, ni permanentes.
A imitación de las
Órdenes Militares creadas en Tierra Santa al amparo de las cruzadas
(Templarios, Hospitalarios y Teutónicos), nacieron en la Península
Ibérica, las conocidas como "Órdenes Nacionales",
vinculadas a algunos de los reinos existentes y encaminadas, como sus
modelos próximo orientales, a combatir el Islam por la fuerza de las
armas. Una de esas órdenes militares fue la Orden de Avis en el
Reino de Portugal.
En una época de
batallas y cruzadas contra los musulmanes, edad de oro de las órdenes
militares, tiempos convulsos que vieron germinar poderosos estados
acaudillados por reyes guerreros, Alfonso Henriques, al frente de
caballeros normandos e ingleses, y sus propias mesnadas, arrebata
Lisboa a los moros en 1147.
Estos caballeros
henchidos por el espíritu de cruzada quieren más, el olor de la
sangre les enloquece, y juran continuar luchando, sin descanso,
contra los musulmanes, a los que consideraban enemigos infieles que
deber ser eliminados. Este grupo de guerreros sería el germen de la
Orden de Avis.
La inercia de la guerra
y los deseos de los combatientes desembocó en la creación de la
Orden de Évora en 1166, cuando el flamante primer rey Alfonso,
conquistó la ciudad. El primer objetivo de esta orden fue defender
Évora de las invasiones sarracenas, una posición estratégica que
permitía mantener Lisboa a salvo. Pedro Afonso, hermano o hijo del
rey (no he podido encontrar la filiación exacta), fue designado
primer maestre.
A principios del siglo
XIII, la orden adquirió su denominación definitiva. En 1211 la
Orden de Caballeros de Évora cambió su nombre por el de Orden de
Avis. La iniciativa respondió a los deseos del maestre Fernando
Anés, que decide que la orden abandone Évora, en la que ya no había
vecindad sarracena, trasladándose a tierras más próximas al
enemigo, en la proximidad de Viamonte. Una leyenda sugiere que en el
alto risco donde el maestre ordenó construir la nueva fortaleza,
volaban dos águilas, siendo estas aves rapaces el origen de la nueva
titulación de la orden.
Desde los primeros
momentos de su existencia la orden portuguesa quedó estrechamente
vinculada a la orden castellana de Calatrava. En 1187 el papa
reconoce, mediante bula pontificia, la existencia de la Orden de
Calatrava, pero no la de Évora, de tal manera que la segunda queda
bajo la obediencia de la primera.
El más famoso de los
maestres de Avis fue Joao, hijo ilegítimo del rey portugués Pedro
I, y que como tal, reclamó el trono, provocando un enfrentamiento
abierto con Juan I de Castilla, que también pretendía ceñir la
corona portuguesa. El maestre de Avis consiguió llevarse el gato al
agua, reinar como Joao I y fundar una nueva dinastía en la corona
portuguesa; la Dinastía de Avis.
En el contexto de la
lucha entre los dos Juanes, se produjo la ruptura de Avis con
Calatrava, con motivo de la batalla de Aljubarrota. En esta batalla,
que tuvo lugar en terreno portugués en 1385, los calatravos lucharon
a favor de Castilla y los caballeros de Avis hicieron lo propio por
Portugal. El enfrentamiento alcanzó tintes dramático con un duelo
fratricida. Nuno Álvares Pereira, condestable portugués (y héroe
de la jornada) tuvo que luchar contra sus dos hermanos que formaban
parte del ejército castellano. Uno de ellos, Pedro, era maestre de
Calatrava. Joao I obtuvo la victoria, y a pesar de las heridas
abiertas Avis siguió dependiendo, en la práctica, de Calatrava,
hasta que unos años más tarde, el papa Eugenio IV, permitió su
independencia.
Combatir a los infieles
musulmanes, enemigos irreconciliables, hasta su expulsión definitiva
de la península y propagar la fe católica de Cristo, era el credo
de los Caballeros de Avis, siendo, desde 1325, su símbolo una flor
de lis verde situada a la izquierda del pecho. Los caballeros
profesaban la regal de San Benito y cumplían con tres votos
esenciales; pobreza, obediencia y castidad. Prácticamente los mismos
votos que cualquier orden monástica. No obstante, a medida que iba
desarrollando sus cometidos militares, fueron suavizándose los
votos. En ese sentido, en 1496, el papa conmuta el voto de castidad
absoluta por la obligación de mantener la más estricta fidelidad
conyugal.
Con el tiempo, y debido
a los cambios estructurales que afectaron a los estados europeos, la
orden quedó reservada a la nobleza y miembros de la familia real,
como una distinción más honorífica que otra cosa. Actualmente la
Orden de Avis está destinada a la recompensa de destacados servicios
militares.
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