En
la Edad Media cada ciudad era un pequeño universo que gravitaba en
el interior de sus muralla y que pretendía ser diferente al resto de
universos existentes. La muralla delimitaba y definía claramente
cada una de estas ciudades. Cuando paseamos por Europa encontramos
vestigios, más o menos conservados, de esos límites, a la vez
sostén y esqueleto, tal es el caso de la Puerta de San Miguel -
Michalská Brána - en Bratislava.
Corresponde
a los inicios del siglo XIV y es la única entrada medieval que
conserva la ciudad. Sobre la estructura primitiva se fueron
superponiendo sucesivos añadidos, siendo el elemento más destacado
su linterna barroca de cincuenta metros, rematada con la figura del
arcángel que acaba de abatir al demoníaco dragón.
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