Desde
Villafranca, acompañados por la música del río Valcarce llegamos a Trabadelo, que casi es gallego, una localidad, cuya principal producción es la
madera y donde aún abundan las cubiertas de pizarra.
Aquí
existía un castillo, Autares y un noble cobraba portazgo a los
peregrinos (hoy hay que pagar por los albergues), hasta que Alfonso
VI extinguió de un plumazo el abuso.
Paseando, andando, caminando, atravesando estas pequeñas aldeas, uno tiene la sensación que el tiempo se ha detenido, que Cronos jamás fijó su mirada en estos lugares olvidados. Mejor dicho, lugares que hubiesen sido olvidados si Santiago, no los hubiese situado en el mapa. En el fondo, no puedo dejar de pensar, que realmente estos pueblos y aldeas solo son nombres en un mapa, camas para dormir. Pero que cuando marche de aquí, desaparecerán, que realmente no existen, que son un producto de una ensoñación.
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