En las más recónditas, escarpadas y salvajes montañas de la isla de Cerdeña, habitaba un aguerrido pueblo acostumbrado a vivir desafiando constantemente a la naturaleza: los diagesbeos. Estos pueblos montaraces, si hacemos caso de lo que nos cuentan las fuentes de la época, se dedicaban todos al saqueo. Al parecer existe el tópico de pueblo apartado de la civilización que únicamente es capaz de depredar y de robar.
"La mayor parte de Cerdeña es rocosa y no está pacificada, aunque tiene una parte muy extensa de su territorio propicia para el cultivo de todo tipo de productos, en especial de cereales. Cuenta con numerosas poblaciones: dignas de mención son Cáralis y Sulcos. La excelencia de estos lugares, empero, se ve contrarrestada por un inconveniente, y es que la isla resulta malsana durante el verano, sobre todo en las zonas más fértiles. Además, estas mismas sufren continuamente el saqueo de los habitantes de las montañas, conocidos hoy como diagesbeos, aunque en el pasado se llamaba yolaeos".
Estrabón V, 2, 7.
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