El emperador Carlomagno, restaurador de la idea imperial en Europa, acompañado por dos valientes guerreros francos, nobles compañeros de guardia, como lo fue el trágico Roland, entre Notre Dame y el Sena, soportando la incansable lluvia parisina, viendo pasar el tiempo, con los cuartos traseros en un tradicional ayer y la cabeza alzada mirando siempre hacia el futuro.
Los hermanos Charles y Louis Rochet, en el siglo XIX utilizaron bronce para revivir al Gran Rey de los Francos.
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