La calima, la niebla y la lluvia ocultaron el Sol. Un marzo lluvioso, una primavera más. Cuarenta y cuatro años he tardado en venir a Málaga, algo difícil de entender para alguien que nació en Cádiz y vivió en la provincia gaditana treinta años. Y además es un viajero empedernido que ha recorrido más de media Europa. Pero como decía Ortega y Gasset, “yo soy yo, y mis circunstancias”, y en este caso mis circunstancias no me habían traído a la capital malacitana, hasta hoy ,Viernes 25 de marzo de 2022. Teatro romano, alcazaba, catedral y calle Larios te cuentan la larga historia de la ciudad, corazón de la Costa del Sol, destino turístico de primer nivel, muy de moda en los últimos años. Mi primer paseo nocturno por la alfombra roja del Festival de Cine, ha sido mi primer contacto con la ciudad.
Thyssen, Picasso, Hermitage y Pompidou, Málaga entró en el siglo XXI como un destacado centro de arte contemporáneo a orillas del mar Mediterráneo. Comienza la primavera, y las calles del centro malacitano se convierten en una alfombra roja por la que transitan visitantes y curiosos, esperando cruzarse en cualquier momento con algunas de las rutilantes estrellas del Séptimo Arte, de las que participan en el Festival de Cine de la ciudad.
En la taberna “el Pimpi”, entre finos, amontillados, blancos y tintos, se citan los malacitanos y los visitantes en un típico ambiente andaluz, que hace las delicias de los turistas que llegan a la Costa del Sol desde los cinco continentes (alguno incluso de más allá). El pescaíto frito siempre acompañado de un vino fino.
Para el premio Nobel de literatura, Vicente Aleixandre, su Málaga natal era la ciudad del paraíso. Otros escritores, no nacidos en Málaga, también quedaron rendidos a los encantos de la ciudad, como Jorge Guillén, Ernest Hemingway, Rafael Alberti o Gerald Brenan.
Avenidas y parques, casinos, restaurantes, tiendas y hoteles llenan de vida el centro de la ciudad. Y entre los edificios nuevos, la mayoría de ellos dedicados al comercio y a la hostelería, se van intercalando los principales monumentos históricos e hitos arquitectónicos de la urbe; el teatro romano, las murallas de la alcazaba, la catedral o la plaza de toros.
Las palmeras, y sus más ruidosas inquilinas, las cotorras argentinas llegadas del otro lado del charco, ponen el punto exótico en una ciudad abierta al mar. Y por el mar vinieron sus fundadores, los comerciantes fenicios, llegados desde el otro extremo del mar Mediterráneo. Los mismo fenicios que fundaron Cartago y Gadir (y también la modesta Villaricos). Malaka forma parte de la vieja estirpe de puertos comerciales del mar Interior.
Alrededor del Teatro romano podemos hallar algunas de las huellas más antiguas de la historia de la ciudad. Después de la Segunda Guerra Púnica, con Cartago (hermana de sangre de Cádiz y de Málaga) derrotada y humillada, los romanos se convirtieron en los dueños del sur peninsular, al que bautizaron como Bética.
La ciudad va desarrollándose a los pies del monte Gibralfaro. En el punto más elevado se levanta el castillo, donde ya los fenicios situaron un faro. Desde aquí se podía proteger la alcazaba, además de controlar la entrada y salida de barcos en el puerto, y el río Guadalmedina. Precisamente alrededor de este núcleo fue creciendo la Málaga original.
Málaga fue un destacado puerto comercial en época nazarí. Junto con el de Almería, era el principal puerto de embarque del Reino de Granada. Una ciudad esencial en la actividad comercial con otros puntos del Mediterráneo. Los Reyes Católicos conocían su importancia estratégica, así que en el 1487 acometieron su conquista, de manera que poco a poco, Granada, capital del reino, fue quedando aislada. En la actualidad somos muchos los que ascendemos siguiendo la muralla, caminado entre pinos y eucaliptos, hasta la cumbre, para disfrutar de la panorámica más extraordinaria de la ciudad.
El castillo era tan inexpugnable, que la guarnición fue capaz de resistir dos días más, después de que Málaga fuese conquistada por las huestes de los Reyes Católicos, con el propio rey Fernando a la cabeza, y la artillería mandada por Francisco Ramírez de Madrid. Los cañones contribuyeron a la victoria. La Edad Media queda atrás y comenzaba la Era de la Pólvora.
Como sucedió en otras ciudades andalusíes, Málaga se transformó después de la conquista cristiana. El Renacimiento supuso un nuevo impulso al urbanismo, pues la ciudad creció en dirección a las orillas del río Guadalmedina.
Cuando Constantinopla fue conquistada por el sultán otomano Mehmet II, la ciudad mutó su nombre por Estambul, y la basílica de Santa Sofía, levantada durante el reinado de Justiniano, se transformó en mezquita. Los espacios religiosos siempre se reocupan y sobre la antigua mezquita aljama malacitana, se construyó la catedral renacentista, según los planos del burgalés Diego de Siloé, maestro del Renacimiento español. El templo prolongó su construcción hasta la época del barroco, aunque quedó inconclusa, pues el presupuesto destinado a rematar el segundo de los campanarios, fue destinado a la guerra de independencia de los Estados Unidos. Por este motivo los malagueños la llaman cariñosamente “la Manquita”.
Un edificio sobrio, de grandes dimensiones y considerable altura, visible desde el mar. Una amalgama de estilos que arranca en el gótico final y llega hasta el Barroco. La catedral de la Inmaculada actúa como un auténtico imán, decenas de personas se arremolinan a su alrededor, paseando por sus jardines, reparando en los múltiples detalles de sus fachadas o guardando cola para visitar su interior. Sin duda uno de los edificios más significativos de la ciudad.
El barrio viejo de Málaga, donde el visitante se embriaga con los aromas de la ciudad, y puede conocer la esencia de la misma, está atestado de tiendas y bares, pero también de iglesias renacentistas y mudéjares, y de orgullosas casas solariegas. Como muestra un botón, el Pasaje Chinitas, un rincón lleno de encanto.
La ciudad renacentista y decimonónica se erige sobre las laberínticas medinas árabes. Como toda urbe abierta al mar, Málaga es un cruce de culturas.
A espaldas de la catedral y frente a la alcazaba, entre las actuales calles Alcazabilla y San Agustín, se ubicaba la judería medieval, lugar de nacimiento del poeta y filósofo Salomón ibn Gabirol, más conocido como Avicebrón.
Despotismo ilustrado y Carlos III. Tras la muerte de su hermano Fernando VI, Carlos abandonó el reino de Nápoles y llegó a España para convertirse en su rey. Con Carlos III arribaron al país las ideas ilustradas. Los eruditos e intelectuales del siglo XVIII, guiados por la luz de la razón, fundaron Sociedades Económicas de Amigos del País, como la que abrió sus puertas en Málaga en el año 1789.
El general alemán que sirvió en el ejército español, Teodoro Reding, fue gobernador de Málaga entre 1806 y 1808. Con el estallido de la Guerra de Independencia se convierte en presidente de la Junta de Málaga y jefe de las tropas del Reino de Granada. Al lado del general Castaños y de Antonio Malet, vencieron a Dupont en la batalla de Bailén.
El Ayuntamiento de Málaga es una obra neobarroca de principios del siglo XX. En el tímpano del frontón, en un bajorrelieve, se escenifica a una matrona, símbolo de la ciudad, rodeada de alegorías de las actividades económicas desarrolladas en Málaga a lo largo de su historia. Los heraldos de los Reinos de España coronan los remates.
Manuel Domingo Larios, II marqués de Larios contribuyó con la modernización de Málaga durante el siglo XIX. En esta decisiva centuria se produjo la transformación de la ciudad medieval, cuyos resultados son visibles en la actualidad. Las desamortizaciones civiles y religiosas provocaron un auténtico boom inmobiliario. El empresario Manuel Larios sufragó las obras de las construcción de una de las principales calles de la ciudad, cuya estatua preside el inicio.
La calle Larios, arteria vital de la Málaga moderna, está considerada una de las calles decimonónicas más elegantes del país. La calle comunica la Plaza de la Constitución con el puerto, a través de la alameda. Un paseo que une el corazón de la ciudad con el mar.
La calle fue proyectada por el maestro de obras malagueño Eduardo Strachan en 1882, siguiendo el nuevo estilo arquitectónico surgido y desarrollado por la Escuela de Chicago. La apertura de la calle Larios, actualmente una vía comercial, supuso una profunda transformación de la ciudad. Strachan en Málaga como Haussman en París, diseñaron la ciudad moderna. En la actualidad la calle Larios es una de las más caras de España.
En 1868 estalló una revolución en la cercana Bahía de Cádiz, que rápidamente se extendió por toda España y obligó a la reina Isabel II marchar al exilio. En la ciudad de Málaga durante esta revolución, “la Gloriosa”, un grupo de obreros que trabajaban en las fábricas de los Larios, rodearon el palacio de la familia, obligando a las personas que se encontraban en su interior, a escapar por el tejado. Los Larios abandonaron España y se instalaron en París. Desde la capital parisina los Larios siguieron gestionando sus negocios y manteniendo sus vínculos con Málaga. El marqués falleció en París en 1895, siendo enterrado en el cementerio de San Miguel en Málaga.
Con la calle Larios finalizada, durante la época de la Restauración borbónica, el pueblo malacitano rindió homenaje al marqués levantándole la estatua, frente al lugar donde se encontraba su palacio (hoy La Equitativa). Pero la memoria del marqués de Larios volvió a sufrir los avatares revolucionarios, cuando en 1931, tras la proclamación de la II República, la estatua fue arrojada al mar y sustituida por la Alegoría del trabajo (una obra anónima). Concluida la Guerra Civil la estatua se volvió a erigir en su lugar original.
En torno a la revista Litoral, fundada en Málaga en 1926 por Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, se formó un núcleo intelectual, clave en la configuración de la Generación del 27.
La ciudad de Málaga, capital de la Costa del Sol, conforma un variopinto ecosistema humano. Un ecosistema que comparte con otras especies animales que, o bien se han adaptado a la vida urbana, o bien la presencia del hombre no interfiere en sus costumbres vitales. El cauce del río Guadalmedina, los exuberantes palmerales, la playa de la Malagueta, el puerto y los pinares del monte Gibralfaro, ofrecen un hábitat variado para invertebrados, reptiles, anfibios, aves y pequeños mamíferos.
Junto al puerto se ubica la playa de la Malagueta, enclave para relajarse, pasear, darse un baño, pelar la pava, beber una cerveza bien fría, y disfrutar de los famosos, y genuinos, espetos de sardinas.
Cada amanecer los hombres de la mar, después de faenar toda la noche, arriban a la playa. Entonces las lonjas abren sus puertas y se llenan de vida. Hosteleros y pescadores vienen aquí en busca del preciado cargamento: pijotas, boquerones y sardinas, rape, merluza, sargo y corvina, chocos, sepias y algún pulpo. Con este excelente producto engatusarán a sus clientes. El andaluz y el visitante visitan chiringuitos, bares y tabernas, en busca del pescaíto frito, una auténtica forma de vida.
Tradicionalmente el cenachero, cargado con sus cenachos, unas espuertas de esparto y cáñamo, lleva el producto fresco, recién llegado a puerto, a las calles de la ciudad para venderlo, pregonando sus excelencia a viva voz. Aunque es un oficio desaparecido, la figura del cenachero es todo un símbolo de Málaga.
El puerto de Málaga es una de las razones de existir de esta bella ciudad abierta al mar, y que se llena de luz cada tarde, cuando el Sol, tras alcanzar el cénit, comienza a descender buscando el horizonte.
El son huasteco “La Malagueña” resume en una sencilla letra dedicada a la enamorada toda la belleza de la mujer andaluza. Y por extensión, de la ciudad que la vio nacer.
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