domingo, 20 de enero de 2019

LUIS XIV, EL REY SOL.




En el siglo XVI vivió un rey, Felipe II, en cuyo imperio nunca se ponía el Sol. En el siglo siguiente vivió un rey que era el mismo Sol. Luis XIV, rey de Francia, es el paradigma de rey absoluto, la figura en que todos pensamos cuando nos hablan de la grandeza de Francia, la opulencia de Versalles, el poder absoluto y el lujo desmedido de la corte. Durante su reinado, que se prolongó setenta y dos años, Francia se convirtió en la principal potencia cultural y política de la Europa continental.

Luis XIV era hijo de Luis XIII y durante su infancia (heredó la corona con cinco años), su señora madre, Ana de Austria desempeñó las funciones de regente, y el cardenal Mazarino, siguiendo las directrices de su predecesor Richelieu, estableció los fundamentos del Absolutismo.

A la muerte de Mazarino Luis XIV tomó las riendas del estado, sometió a la nobleza (que no volvió a rebelarse), convirtió Versalles en residencia y en símbolo de su omnipotencia, se ocupó personalmente de los asuntos de gobierno (prescindiendo de ministros con aires de grandeza), con el apoyo de Colbert organizó la flota y la empresa colonial ultramarina, defendió la religión católica frente a los protestantes (hugonotes) y a pesar de disponer de un ejército bien preparado apenas consiguió incrementar los territorios de la corona, aunque logró sentar a su nieto Felipe en el trono de España.

Luis XIV vivió una larga vida, sobrevivió a su hijo, y a su nieto, y a su muerte fue sucedido por su biznieto de cinco años, Luis XV.


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