viernes, 11 de enero de 2019

EL DESTRONAMIENTO DE CRONO.



Crono se casó con su hermana Rea, a quien está consagrado el roble. Pero la Madre Tierra y su moribundo padre Urano profetizaron que uno de sus hijos lo destronaría. En consecuencia, cada año devoraba a los hijos que le daba Rea: primeramente a Hestia, luego a Deméter y Hera, y más tarde a Hades y Posidón. 


Rea estaba furiosa. Dio a luz a Zeus, su tercer hijo, en plena noche en el monte Liqueo de Arcadia, donde ninguna criatura proyecta su sombra y, después de bañarlo en el río Neda, lo entregó a la Madre Tierra, quien lo llevó a Licto en Creta y lo ocultó en la cueva de Dicte en el monte Egeo. La Madre Tierra lo dejó allí para que lo criaran Adrastea, una ninfa del Fresno, su hermana Io, hijas ambas de Meliseo, y la ninfa-cabra Amaltea. Se alimentaba de miel y bebía la leche de Amaltea, con el chivo Pan, su hermano adoptivo. Zeus estaba agradecido a las tres ninfas por su bondad y cuando llegó a ser el Señor del Universo puso la imagen de Amaltea entre las estrellas, como Capricornio y también tomó uno de sus cuernos, que parecía el de una vaca, y se lo dio a las hijas de Meliseo; se convirtió en la famosa Cornucopia, o cuerno de la abundancia, que está siempre lleno de todos los alimentos o bebidas que su poseedor pueda desear. Pero algunos dicen que Zeus fue amamantado por una cerda y cabalgaba montado en su lomo, y que perdió su cordón umbilical en Onfalión, cerca de Cnosos. 

Alrededor de la cuna dorada del niño Zeus, la cual colgaba de un árbol (para que Cronos no lo pudiera encontrar ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar) se hallaban los Cúreles armados, hijos de Rea. Golpeaban sus lanzas contra los escudos y gritaban para ahogar el llanto del niño, por temor a que Crono pudiera oírlo desde lejos. Rea había envuelto una piedra en pañales y la había entregado a Crono en el monte Taumacio de Arcadia y él la había devorado, creyendo que devoraba al niño Zeus. Sin embargo, Crono descubrió lo que había sucedido y persiguió a Zeus, quien se transformó a sí mismo en una serpiente y a sus nodrizas en osos: de aquí las constelaciones de la Serpiente y las Osas. 

Zeus llegó a la virilidad entre los pastores del Ida, ocupando otra cueva; luego buscó por todos lados a Metis y la Titánide, quien vivía junto a la corriente del Océano. Por consejo de ella visitó a su madre Rea y le pidió que le nombrara copero de Crono. Rea le ayudó de buena gana en su venganza; le proporcionó la pócima emética que Metis le había encargado mezclar con la bebida dulce de Crono. Cuando Crono hubo bebido en abundancia vomitó primeramente la piedra y luego a los hermanos y hermanas mayores de Zeus. Salieron ilesos y, en agradecimiento, le pidieron que los encabezara en una guerra contra los Titanes, quienes eligieron al gigante Atlante como jefe, pues Crono había pasado ya de la flor de la vida. 


La guerra duró diez años, pero al final la Madre Tierra profetizó la victoria para su nieto Zeus si éste tomaba como aliados a aquellos a quienes Crono había confinado en el Tártaro; en consecuencia, se acercó secretamente a Campe, la vieja carcelera del Tártaro, la mató, le quitó las llaves y después de poner en libertad a los Cíclopes y a los gigantes de las cien manos, los fortaleció con comida y bebida divinas. En consecuencia los Cíclopes le dieron a Zeus el rayo como arma ofensiva, a Hades un yelmo que la hacía invisible, y a Posidón un tridente. Después de celebrar los tres hermanos un consejo de guerra. Hades se presentó invisible ante Crono para robarle sus armas; y mientras Posidón le amenazaba con el tridente, desviando de este modo su atención, Zeus lo derribó con el rayo. Los tres gigantes de las cien manos alzaron rocas y las arrojaron contra los demás Titanes y un grito súbito de la Cabra-Pan los puso en fuga. Los dioses los persiguieron. Crono y todos los Titanes vencidos, excepto Atlante, fueron desterrados a una isla británica del lejano oeste (o, según algunos, confinados en el Tártaro), bajo la guardia de los gigantes de las cien manos. No volvieron a perturbar la Hélade. A Atlante pese a ser su jefe de guerra, se le impuso un castigo ejemplar, ordenándole sostener el firmamento sobre sus espaldas; pero se perdonó a las Titánides, en atención a Metis y Rea. 

Zeus mismo instaló en Belfos la piedra que había vomitado Crono. Está todavía allí, se la unta constantemente con aceite y se ofrecen sobre ella hebras de lana destejida. 

Algunos dicen que Posidón no fue devorado ni vomitado, sino que Rea dio a Crono en lugar de él un potro, y lo ocultó entre las manadas de caballos. Y los cretenses, que son mentirosos, refieren que Zeus nace cada año en la misma cueva con un fuego centelleante y un chorro de sangre, y que cada año muere y lo entierran. 

Los Mitos Griegos. Robert Graves. 

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