domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS PERSAS


VIDA Y COLOR 2
(Colección de Cromos de 1968)
  

El “país de los arios”, o Irán, se extiende entre Armenia y el Indo; ese territorio fue denominado antiguamente Persia y, a partir del siglo VI a.C., constituyó el centro de un gran imperio dirigido por una minoría de hombres oriundos de la provincia de Chiraz, es decir, los persas propiamente dichos. Desde la prehistoria, la privilegiada situación geográfica de la región la había convertido en puente natural entre los hombres que habitaban en o alrededor del Mediterráneo y quienes ocupaban las extensiones de Asia Central.

Aunque la civilización persa fue famosa por sus enormes palacios, cuyas ruinas se han conservado hasta nuestros días, conocemos muy escasos vestigios de sus ciudades. Sin embargo, no es difícil imaginar cómo fueron éstas; nuestra lámina ofrece la vista parcial de una aldea persa, compuesta por casas de adobe.

La vida religiosa de los persas estaba regida por el Avesta, conjunto de textos sagrados que expresaban la doctrina de Zoroastro tal y como fue enunciada entre los siglos VII y VI a.C. Zoroastro fue un reformador religioso que predicó la existencia de un dios supremo, Ahura Mazda, señor del bien y creador del mundo, que se identificaba con la luminosidad del cielo. Su emblema fue el sol.

La población persa fue una mezcla de las diversas gentes que a lo largo de muchos cientos de años atravesaron el Irán o se establecieron en él de un modo definitivo.

La orfebrería, elemento necesario para el realce del monarca y el embellecimiento de la mujer, adquirió una calidad muy estimable.

Nuestra lámina presenta a un arquero que viste túnica corta y pantalones, y se protege con casco, escudo y canilleras. Su arco tiene casi dos metros de longitud, lo que quiere decir que impulsa proyectiles a gran distancia.

Aunque en su origen los persas fueron una población de jinetes hábiles de modo exclusivo a la tierra firme, al progresar sus conquistas se vieron obligados a salir al mar y, consecuentemente a dominarlo.

A partir del reinado de Ciro, los monarcas persas encargaron en vida la construcción de gigantescas sepulturas, excavadas, al igual que los hipogeos egipcios, en las paredes verticales de los acantilados rocosos.

Los sasánidas se consideraban descendientes directos de los antiguos aqueménidas, los creadores del gran imperio, y, por ello trataron de devolver al país su perdido esplendor.

El reino sasánida se derrumbó ante el empuje de los ejércitos árabes y bajo la enseña de la Media Luna, Persia perdió parte de su originalidad.

Las montañas agrestes del Irán estuvieron pobladas desde la Antigüedad por cabras montesas. Este animal se enseñoreaba de los riscos, trepaba con facilidad a las enhiestas peñas y saltaba prodigiosamente las quebradas.

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