Hubo hombres que lo abandonaron
todo por un pálpito, o una idea, buena o mala, tanto da. En el año
1137 un comerciante de Lyon decidió dedicar su vida a llevar una
existencia ferviente y religiosa. Todo comenzó cuando un sacerdote
le expuso el verdadero sentido de la obra de Cristo, especialmente lo
concerniente a la pobreza. Valdo abandonó su profesión materialista
y distribuyó bienes entre los más necesitados. Estudió (bien a
fondo) la doctrina cristiana, se separó de su esposa, ingresó a sus
dos hijas (culpa que tendrían las chiquillas) en un monasterio, y se
lanzó a predicar sus ideas. Muy pronto comenzó a seguirlo un
nutrido grupo de hombres y de mujeres. Aquello empezaba a disgustar a
la cúpula eclesiástica. Aquello que defendía el auténtico Cristo.
Valdo envió a sus seguidores a predicar por la región lionesa, pero
maldición, los laicos no tienen ni derecho, ni facultad para
predicar. Como Valdo se negó a renunciar a sus ideas y claudicar
ante la (su) iglesia, no se sometió. En 1184 sus seguidores,
conocidos como valdenses fueron declarados herejes con todas la de la
ley. Pedro Valdo es uno de tantos que levantó la voz contra la
iglesia, los luteranos lo consideran un precursor y una inspiración.
Pequeños cuentos centroeuropeos
Hace 40 minutos
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