Y llegó a tanto su
curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra
de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así
llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos
le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de
Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones
suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba
escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal
manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra
fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra
divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen
merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas
y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y
desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido. . . (El
Quijote).
Feliciano de Silva, escritor
español que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, entre la
Edad Media y el Renacimiento, entre los Caballeros Andantes y el Homo
Nuovo del Humanismo, continuador de Amadís de Gaula y de La
Celestina. Nació en Ciudad Rodrigo, población de la que fue regidor
y sirvió con lealtad al rey Carlos I (al parecer participó en la
Guerra de las Comunidades).
Feliciano no fue un hombre
cosmopolita, y siempre prefirió la tranquilidad del hogar y la
familia, y el entorno de su ciudad natal, antes que la incertidumbre
de los viajes. Animado por la picaresca y las modas literarias, se
lanzó a escribir una segunda parte de La Celestina, intentó
revitalizar (o más bien resucitar) la novela de caballería e
incluyó en sus obras elementos típicos (y tópicos) de las
narraciones pastoriles. La mordaz (y a veces hiriente) pluma de
Cervantes no dudó en burlarse de su recargado estilo, y de la
sinrazón de su sinrazón . . . la parte contratante de la primera
parte . . . Los textos de Feliciano da Silva fueron culpables, en
parte y nunca en solitario, de la locura que se apoderó del hidalgo
manchego Alonso Quijano.
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