Los humedales de la Mancha
conforman un genuino ecosistema en medio de la vasta y árida
llanura, un auténtico santuario para las aves, tanto las migratorias
como las residentes. La Mancha Húmeda se extiende por las provincias
de Toledo, Cuenca, Albacete y Ciudad Real, y está formada por más
de sesenta humedales que se ubican entre las Lagunas de Ruidera y las
Tablas de Daimiel. En el año 1980 fue declarada Reserva de la
Biosfera por la UNESCO.
El origen de este extenso
humedal se encuentra en la compleja interrelación que se establece
entre aguas superficiales y aguas subterráneas, que confieren al
sistema un carácter singular, convirtiéndolo en uno de los
complejos lagunares más importantes de Europa Occidental.
Los humedades de la Mancha
albergan una flora halófila, es decir, adaptada a suelos salinos
(otras especies morirían aquí en poco tiempo), así como una gran
variedad de fauna, en especial aves ligadas al medio acuático, que
encuentran en este oasis manchego las condiciones ideales para
nidificar, descansar e invernar.
Hablar de La Mancha húmeda
puede parecer una paradoja o una broma a quien conoce esta región
sólo de forma superficial. Para el viajero que la haya cruzado en
cualquier dirección, pero rápidamente, el mejor exponente de la
comarca son los campos de cereal y los inacabables viñedos que se
extienden, sin interrupción, hasta más allá del horizonte. Sin
embargo, para naturalistas y cazadores, las tranquilas lagunas de
aguas transparentes bordeadas de carrizos, el gangoso griterío de
los patos en las serenas noches estivales, el rasgarse del aire
cuando pasan raudos los ánades – apenas percibidos como una sombra
en la difusa luz del amanecer – e incluso el olor como de mar chico
que arrastra consigo la brisa y anuncia la proximidad del agua, son
símbolos tan válidos de esta región como puedan serlo los
trigales, los viñedos, los campos de azafrán o las norias.
Un contraste tan fuerte
entre una y otra imagen se debe a que La Macha húmeda, como la
designan a veces los naturalistas, no se deja descubrir con facilidad
en la aparente monotonía de la extensa llanura, donde muchas veces
el sol es el único punto de referencia que nos permite distinguir el
norte del sur y el este del oeste. Para descubrirla es preciso
realizar un esfuerzo, apartarse de las rutas principales, adentrarse
por caminos polvorientos en verano y embarrados en invierno, que se
entrecuzan en todas direcciones y se parecen entre sí como gotas de
agua, y confiar que la laguna que buscamos no haya sido desecada por
un emprendedor campesino o el tramo del río al que nos dirigimos no
sea ahora un geométrico canal por obra y gracia de una excavadora.
Coincidiendo aproximadamente
con la cuenca alta del río Guadiana y distribuidas por Ciudad Real,
Toledo, Cuenca y oeste de Albacete, existen cerca de un par de
centenares de lagunas, de muy diversas características y de las que
sólo unas cincuenta tienen dimensiones considerables. (Fauna Ibérica
y Europea. Félix Rodríguez de la Fuente. Salvat).
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