viernes, 7 de junio de 2019

EL VENTERO.




La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote de la Mancha.

[…]

El ventero, aunque habitador del campo, no ha pasado, generalmente, sus primeros años en él, ni ha sido gañán u hortelano, ni ayudado de un modo o de otro al cultivo de la tierra. Por lo regular, fue en su juventud soldado o contrabandista, esto es, hombre de armas, y si no nació con temperamento belicoso y bajo la influencia del planeta Marte, fue, sin duda, en sus años mozos, calesero, arriero o corredor de bestias, que el vulgo suele llamar «chalán». No quita esto el que el ventero haya podido ejercer antes alguna otra profesión. El que escribe estas líneas encontró años atrás, en lo más recóndito de Sierra Morena, un ventero que había sido piloto y que hablaba en términos marineros y náuticos, que sonaban extravagantísimos en aquel paraje tan lejano del mar. Y topó con otro en los montes de León que había sido ermitaño. Pero éstas son excepciones. Y al cabo, sea cuál sea la anterior profesión del ventero, en llegando a ventero, ya toma una fisonomía particular.

Más de cuarenta años de edad. Traje según el del país en que está la venta, pero un poco exagerado, y siempre con algún fililí o ribete del de otra provincia. Aspecto grave, pocas palabras, ojos observadores, aire desconfiado o de superioridad, según son los huéspedes que llegan a su casa, son condiciones que debería tener presentes todo pintor que quisiese hacer el retrato de un ventero.

Su vida, que parece debía ser monótona y sedentaria, es, por lo contrario, variada y activa: en los ratos de ocio se ocupa en aguar el vino, en poner algunos granos de pimienta en los frascos del fementido aguardiente, en picar carne de alguna muerta caballería o en adobar una albarda. Cuando tiene huéspedes, no sosiega del fogón a la cuadra, de ésta al pajar, de allí al mostrador, luego al corralillo por leña, luego a la despensa por aceite; anda hecho un azacán. Si tiene huéspedes, parece que de noche no duerme: los vigila; si está solo, tiene el oído alerta al menor ruido; muchos días pasa en el monte; otros, en la ciudad vecina. Conoce a todos los arrieros que transitan aquella tierra, y sabe sus gustos y sus condiciones, y a dó van y de dó vienen, y bebe con ellos, y come también con ellos, y a unos les habla mucho y a otros poco; pero a todos les pregunta algo al oído; conoce también a todos los labradores y propietarios de la redonda. Y como si fueran suyas todas las reses que pastan en aquellos contornos y todas las caballerías de la provincia.

VENTA.-La casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los pasajeros. El sitio desamparado y expuesto a las injurias del tiempo como lo suelen estar las ventas.
VENTERO.-El que tiene a su cuidado y cargo la Venta y el hospedaje de los pasajeros.
(Diccionario de la Academia.)

Ángel de Savedra. Duque de Rivas.


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