La
venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han
sufrido la más mínima alteración, la modificación más
imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues
las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma
inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la
guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos
pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido
alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y
elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote
de la Mancha.
[…]
El
ventero, aunque habitador del campo, no ha pasado, generalmente, sus
primeros años en él, ni ha sido gañán u hortelano, ni ayudado de
un modo o de otro al cultivo de la tierra. Por lo regular, fue en su
juventud soldado o contrabandista, esto es, hombre de armas, y si no
nació con temperamento belicoso y bajo la influencia del planeta
Marte, fue, sin duda, en sus años mozos, calesero, arriero o
corredor de bestias, que el vulgo suele llamar «chalán». No quita
esto el que el ventero haya podido ejercer antes alguna otra
profesión. El que escribe estas líneas encontró años atrás, en
lo más recóndito de Sierra Morena, un ventero que había sido
piloto y que hablaba en términos marineros y náuticos, que sonaban
extravagantísimos en aquel paraje tan lejano del mar. Y topó con
otro en los montes de León que había sido ermitaño. Pero éstas
son excepciones. Y al cabo, sea cuál sea la anterior profesión del
ventero, en llegando a ventero, ya toma una fisonomía particular.
Más
de cuarenta años de edad. Traje según el del país en que está la
venta, pero un poco exagerado, y siempre con algún fililí o ribete
del de otra provincia. Aspecto grave, pocas palabras, ojos
observadores, aire desconfiado o de superioridad, según son los
huéspedes que llegan a su casa, son condiciones que debería tener
presentes todo pintor que quisiese hacer el retrato de un ventero.
Su
vida, que parece debía ser monótona y sedentaria, es, por lo
contrario, variada y activa: en los ratos de ocio se ocupa en aguar
el vino, en poner algunos granos de pimienta en los frascos del
fementido aguardiente, en picar carne de alguna muerta caballería o
en adobar una albarda. Cuando tiene huéspedes, no sosiega del fogón
a la cuadra, de ésta al pajar, de allí al mostrador, luego al
corralillo por leña, luego a la despensa por aceite; anda hecho un
azacán. Si tiene huéspedes, parece que de noche no duerme: los
vigila; si está solo, tiene el oído alerta al menor ruido; muchos
días pasa en el monte; otros, en la ciudad vecina. Conoce a todos
los arrieros que transitan aquella tierra, y sabe sus gustos y sus
condiciones, y a dó van y de dó vienen, y bebe con ellos, y come
también con ellos, y a unos les habla mucho y a otros poco; pero a
todos les pregunta algo al oído; conoce también a todos los
labradores y propietarios de la redonda. Y como si fueran suyas todas
las reses que pastan en aquellos contornos y todas las caballerías
de la provincia.
VENTA.-La
casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los
pasajeros. El sitio desamparado y expuesto a las injurias del tiempo
como lo suelen estar las ventas.
VENTERO.-El
que tiene a su cuidado y cargo la Venta y el hospedaje de los
pasajeros.
(Diccionario
de la Academia.)
Ángel de Savedra. Duque de Rivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario