Una villa señorial en la
Ribera navarra, un típico pueblo de llanura, presidido por un
castillo cuadrangular gótico tardío, alrededor del cual se va
extendiendo la población, con viviendas, iglesias, tiendas y
palacetes. La sensación en esta tierra es que nos encontramos en la
Mancha, fácil es imaginar a Don Quijote y a su fiel escudero
vagabundeando por estos lares.
El noble mosén Pierre
de Peralta, líder del bando de los agromonteses, levantó el
castillo gótico, que domina el centro de la población, hacia 1420
durante los últimos años del reinado de Carlos III el Noble. El
foso que lo rodea es algo posterior, de la época en que Fernando de
Aragón había anexionado el Reino de Navarra. Una tradición dice
que en el castillo se custodió durante un tiempo la Tizona, una de
las espadas del Cid Campeador.
Más residencia que
fortaleza, el castillo de Marcilla cumplía una función de prestigio
social y de disuasión ante posibles vecinos levantiscos y clanes
rivales. Por cierto, a tenor del número de fortalezas, atalayas,
murallas e iglesias y casas fortificadas, Navarra también podría
haberse llamado Castilla.
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