Corría el año mil
cuatrocientos y pico, Alfonso V, conocido como el Magnánimo, rey de
Aragón tenía algunos problemillas en sus dominios del sur de
Italia. Para combatir con los enemigos que pretendían arrebatar sus
posesiones transalpinas, contó con la inestimable colaboración de
Skanderbeg, un líder albanés que buscaba aliados por todos lados
para mantener su exiguo feudo lejos de las sucias garras del sultán
otomano.
Skanderbeg protagonizó
una campaña en Italia en favor de Alfonso y tras declararse vasallo
del rey aragonés, recibió honores, armas y dineros para seguir su
cruzada personal contra el Imperio Turco. De esta fructífera
relación existe un cuerpo documental conservado en el archivo de la
Corona de Aragón.
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