En el otoño de 1496 se celebró en la opulenta corte de Flandes el matrimonio entre Felipe "el Hermoso" y Juana de Castilla, uniendo de esta manera a los Trastámara con los Habsburgo. La joven Juana cambió la sobriedad de Castilla por el lujo de Flandes, y acabó completa, y perdidamente enamorada, de su esposo Felipe. Sin embargo igual que hiciera su padre el rey Fernando , y más tarde su hijo Carlos, también Felipe manipuló a la futura reina de Castilla.
Tras la muerte de Felipe, la desesperación se apoderó de la reina. Ida la mirada, consumida por el dolor, perdida la razón, la reina Juana protagonizó la más lúgubre procesión de Burgos a Granada. Los páramos castellanos fueron más tristes que nunca. En la muerte no consintió separarse de aquel que la enloqueció en vida. Celos, inseguridades, amor mal entendido. Negros nubarrones oscurecen el futuro de un mujer que nunca quiso (o nunca la dejaron ) ser reina.
Tras el entierro de Felipe, su maquiavélico padre, Fernando, con el pretexto de una enajenación mental, nunca demostrada con total seguridad, recluyó a Juana, en la localidad de Tordesillas, donde pasó (prácticamente) el resto de sus días. Amor, locura y desesperación, la princesa Juana, prisionera política y cautiva de amor, se aferra desesperada a la vida y a la razón perdida, trata de escapar de la cárcel regia, intenta huir de sí misma volar libre, ir en busca de Felipe. Mal de amores, enfermedad incurable que provoca estragos en el cuerpo, el corazón y la mente. La sublime belleza de la desesperanza humana.
Cuando Juana acudió a la llamada de la Parca, cesó su sufrimiento y fue enterrada en la Capilla Real de Granada, junto con sus padres y su esposo. La enamorada Juana, ahora por fin, dormiría el sueño eterno junto a su amado.
Sin embargo, aunque los restos de Juana pasarán la eternidad junto con los de Felipe, el corazón de su enamorado reposan muy lejos de Granada. Era una practica habitual durante la época y el corazón de Felipe se depositó en Brujas, junto al sepulcro de su madre María de Borgoña.
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