domingo, 8 de junio de 2025

LAS PLANTAS DE LAS BRUJAS.



 


El reino vegetal es una inagotable farmacia utilizada por mujeres y hombres desde el alba de los tiempos. Para Mircea Eliade la mano de la mujer fue esencial para la domesticación de las plantas y por tanto del origen de la agricultura. En ese sentido, y en muchos otros, la mujer siempre se ha vinculado estrechamente con la Tierra y con la vegetación; la Naturaleza sagrada.



Sus conocimientos sobre el mundo vegetal, utilizaron plantas como la belladona, el beleño, el estramonio o la mandrágora, para elaborar pócimas mágicas, filtros de amor, bebedizos y ungüentos, las convirtieron en curanderas, santeras y brujas.



La gente más humilde acudía a ellas para curar sus males, los del cuerpo y los del espíritu. La diferencia entre la medicina y el veneno es únicamente la dosis.



Afrodisíacos, alucinógenos y venenos. Las plantas preferidas de las brujas pertenecen a la familia de las solanáceas, curiosamente igual que algunas de las hortalizas más comunes en nuestras cocinas , los tomates y los pimientos.



El beleño negro (Hyoscyamus niger), muy popular en Europa desde la Antigüedad, su nombre proviene de Belenus, dios celta de la luz, el Sol y el fuego. Conocido desde la Edad Media como "la hierba de las brujas".



El beleño se utilizó en la preparación de filtros de amor, y aprovechando sus efectos alucinógenos, las brujas se lanzaban a los cielos a volar, a horcajadas, sobre sus escobas.



El estramonio, la trompeta del Diablo, es la planta más venenosa de todas las solanáceas. A partir de ella se aisló por primera vez la escopolamina, la famosa burundanga. Un poderoso psicoactivo idóneo para provocar el trance o iniciar un viaje cósmico.



La belladona ya era utilizada en el Antiguo Egipto como un elixir de belleza y también en el Renacimiento por las mujeres para dilatar las pupilas y blanquear la piel. Un veneno para estar guapa.





La belladona contiene un alcaloide llamado atropina. Una pequeña dosis provoca delirios y alucinaciones. En exceso, la muerte. La delgada línea que separa ambos mundos; la consciencia y el cuerpo físico.




La mandrágora, la planta humana, magia y fantasía. Pocas especies vegetales reúnen tantas creencias y leyendas como ella.



Su misterio comienza con su propio origen, en terrenos húmedos y cenagosos, situados en oscuros y profundos bosques, cerca de un arroyo o manantial oculto. Suelos donde apenas llegan los rayos del Sol, imposible distinguir el día de la noche.



La Tierra le otorga sus propiedades mágicas. Por otro lado, su extraña forma antropomorfa, esas características humanas, la han convertido en un símbolo de rituales, hechicerías y experiencias sobrenaturales.



Su uso se remonta a época asiria y también aparece, como afrodisíaco, en el Génesis. En la Edad Media se pensaba que gritaba tan fuerte cuando la arrancaban del sustrato, que hacía enloquecer a todo incauto que tuviese la desgracia de oírla.



Las brujas la trituraban en un mortero de metal, y preparaban un ungüento con el que embadurnan su cuerpo para tener sueños y vivir experiencias fantásticas.




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