El
fuego, durante la Edad Media, era un arma muy poderosa, por cuanto
suponía un gran peligro para una ciudad. A pesar de contar con
murallas de piedra, las casas se apiñaban unas junto a otras, con
calles muy estrechas, siendo la madera el material de construcción
más utilizado. Los efectos destructivos del fuego aumentaban
exponencialmente en situaciones especiales, como cuando se acababa de
hacer la siega y se amontonaban los haces de paja en los graneros y
en las puertas de las casas.
El
ingeniero italiano Taccola diseñó una máquina para incendiar
fortalezas, perfectamente recreada en Trebuchet Park (muy cerca de
Albarracín). Sobre un chasis de madera que contaba con ruedas, se
disponen unos manteletes fijos y detrás se sitúan los soldados que
manejaban el ingenio. Un brazo móvil en la parte frontal era
equipado con recipientes incendiarios intercambiables, como barriles
o fajinas (haces de leña).
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